Juan Díaz Porlier
Juan Díaz Porlier, el
Marquesito, nació en Cartagena de Indias (Colombia), en 1788,
desconociéndose la fecha exacta, así como quienes fueron sus progenitores. Existe
una hipótesis, según la cual, es probable que fuera hijo de Esteban Antonio
Porlier y Asteguieta, II marqués de Bajamar, y de una sobrina del virrey
de Nueva Granada, Juan Torrezal Díaz de Pimienta, con la que mantuvo una
relación en 1787, siendo ayudante de campo del virrey-arzobispo Antonio
Caballero y Góngora. Los Porlier pertenecían a la pequeña nobleza francesa,
afincándose en España entre 1709 y 1739. Antonio, presumible abuelo de Juan,
fue secretario del Despacho de Gracia y Justicia con Floridablanca, y Carlos IV le recompensó con el
título de marqués de Bajamar y la gran cruz de Carlos III. Su
primogénito cursó estudios en la Academia Militar de Matemáticas de
Barcelona, obteniendo el empleo de capitán de Infantería en 1783, con tan sólo
quince años, Fue nombrado gentilhombre de cámara en 1794, y ascendido a coronel
en 1806. Estuvo al mando del Regimiento de Infantería de Aragón en Portugal
hasta el inicio de la Guerra de la Independencia, en la que alcanzó el
empleo de brigadier.
En el Archivo
General Militar de Segovia, está depositado el expediente personal del
mariscal de campo Juan Díaz Porlier, aunque falta su Hoja de Servicios,
posiblemente destruida en 1815, al ser condenado a morir en la horca, con la
consiguiente degradación y expulsión del Ejército. Se conservan, sin embargo,
las dos causas instruidas en 1814 y 1815, gracias a las cuales es posible
reconstruir parcialmente su biografía.
La primera noticia
documentada sobre él, nos dice que, el 20 de febrero de 1802, al fondear en La
Habana el navío Neptuno, su comandante, el
capitán de fragata Rosendo Porlier Asteguieta, hermano de su supuesto padre, le
enroló como aspirante a guardiamarina, a pesar de que su incierto origen le
vedaba el acceso a la oficialidad. El Neptuno fondeó en Cádiz
el 25 de mayo de 1802 y Díaz Porlier ingresó en la Academia de Pilotos e
Intendentes de la Real Armada de San Fernando, que había sido fundada en
1798. En 1805, Rosendo Porlier se hizo cargo de la Mayoría General de la
Escuadra que el almirante Gravina estaba formando para
intervenir en La Martinica. El tío reclamó al sobrino y zarparon de Cádiz, a
bordo del Argonauta, el 10 de abril de
1805. Llegados a La Martinica, tomaron al asalto el fuerte del Diamante y al
regresar apresaron parte de un convoy inglés. A los días, derrotaron a una
escuadra mandada por el almirante Calder en aguas de Finisterre, y el 22 de
julio de 1805 entraron victoriosos en Ferrol. De nuevo en Cádiz, Gravina incorporó a Rosendo
Porlier a su Estado Mayor en el Príncipe de Asturias, arrastrando consigo a
su sobrino. A bordo del Príncipe de Asturias, Díaz Porlier
participó en la Batalla de Trafalgar, tras la cual solicitó
destino. Es seguro que, los dos hermanos Porlier debieron intervenir para que Godoy pusiera a la firma de Carlos IV el real despacho que
le nombraba teniente de navío de la Real Armada, y habilitado como capitán de
la 2.ª compañía del Regimiento de Infantería de Mallorca, heredero del
antiguo Tercio de Armada.
No volvemos a tener noticias
suyas hasta el 7 de octubre de 1808 cuando, con el empleo de teniente coronel,
ostenta la jefatura del 1.er Regimiento de Granaderos
Provinciales, encuadrado en el Ejército de Extremadura. Esta gran unidad,
mandada por el general José Galluzo —cesado después y sustituido interinamente
por el conde de Belveder—, había partido de Badajoz con instrucciones de
cubrir el centro del dispositivo defensivo español: el amplio espacio abierto
entre los ejércitos de Palafox y Blake.
Por esas fechas, Napoleón se preparaba a cruzar
los Pirineos, en un intento de solventar la situación creada por la retirada de
las tropas francesas, tras la derrota de Bailén. Napoleón, informado del erróneo
despliegue español, decidió avanzar rápidamente hacia Madrid por Burgos, población
cuyas tropas alcanzaron sin encontrar resistencia, una vez Blake se vio forzado
a retirarse al oeste de Bilbao y fijado Palafox al este de Pamplona. Belveder
había llegado a Burgos a marchas forzadas y se dirigía a Vitoria cuando, al
atardecer del 9 de noviembre estableció contacto con la caballería francesa en
Villafría, a seis kilómetros de Burgos. Al día siguiente, el único obstáculo
entre Napoleón y Madrid, compuesto
por unos 10.000 soldados poco instruidos, fue derrotado en la llanura de
Gamonal, en los arrabales de la capital castellana. Sólo las alas pusieron
resistencia a los 45.000 hombres del mariscal Bessières. Por el sur, el 4.º
Batallón de la Guardia Walona, al mando del coronel Vicente Genaro de Quesada,
resistió, pero terminó siendo diezmado. Por el norte, el regimiento de Díaz Porlier,
desplegado entre Gamonal y Villímar, logró contener al enemigo pero, ante su
superioridad, tuvo que replegarse en orden y sin apenas bajas en dirección
norte, camino de Santander, para incorporarse al ejército del general Blake,
pero al llegar a San Felices, el día 11, se supo que éste también había sido
derrotado en Espinosa de los Monteros por las tropas del mariscal Soult. Aislado
y desconocedor del terreno, decidió dirigirse a Palencia, de donde procedía su
sargento Bartolomé Amor Pisa, natural de Revenga de los Montes, acantonando los
restos de su regimiento en San Cebrián de Campos, a unos 25 kilómetros al norte
de Palencia.
En San Cebrián de
Campos, se fueron concentrando soldados de otras unidades, junto a campesinos
reclutados por Amor, hasta formar una partida numerosa y disciplinada, que se
batió con los franceses el 19 de enero de 1809, apresando un oficial correo y
su escolta en la aldea de Ribas de Campos. Remitida la documentación requisada
a la Junta del Principado de Asturias, hizo que fuera adscrito durante los tres
años siguientes a las grandes unidades que operaban en la cornisa cantábrica. Durante
enero y febrero de 1809, la partida de Porlier realizó pequeñas operaciones en
la provincia de Palencia, hasta que, el 10 de marzo, convencido de contar con
fuerzas suficientes, atacó Aguilar de Campóo, punto estratégico en el camino de
Reinosa. Su arrojo logró hacer capitular a la guarnición francesa, capturando
nueve oficiales y 400 soldados. Los prisioneros fueron conducidos por el
sargento Amor a Oviedo, para ponerlos a disposición de la Junta del Principado,
la cual recompensó a Porlier con el grado de brigadier y a su segundo con el de
alférez.
El 14 de mayo, el
teniente general Mahy, jefe del VI Cuerpo de Ejército, concedió a la partida de
Porlier la titulación de división, adscrita al Ejército del Principado,
integrado por las tropas de Blake y La Romana y mandado por este último, junto
con la orden de articularla en unidades regulares, formándose así la División
Franca o Volante de Cantabria, que fijó su cuartel general en Boñar (León) y
que intervino en las acciones que se desarrollaron en Asturias, Cantabria, León
y País Vasco entre 1809 y 1812. A finales de 1810, Porlier trasladó su cuartel
general a Potes, para poder controlar más de cerca la zona oriental de
Asturias. El 20 de febrero de 1811 la Regencia le nombró brigadier de
Infantería y comandante general de la Vanguardia del 7.º Ejército, dando carácter
oficial a su división. Éste 7.º Ejército agrupaba las cinco divisiones de
guerrillas: Cántabra (Díaz Porlier), Ibérica (Longa), Vascónica (Renovales),
Navarra (Espoz y Mina) y Castellana (Merino),
que operaban al norte del Duero.
El 26 de mayo de 1811,
el Consejo de Regencia le concedió licencia para contraer matrimonio con Josefa
Queipo de Llano y Ruiz de Saravia. Por dicho matrimonio se vinculó aún más al
Principado, donde fundó, en junio de 1811, la Academia de Caballería del 7.º
Ejército, establecida en Colio, al norte de Potes. En noviembre de 1811,
los franceses intentaron, una vez más, hacerse con el control de Asturias y un
contingente de tropas, mandadas por el general Bonet, cruzó el Puerto de
Pajares y ocupó Oviedo, Gijón y Avilés. El general Mendizábal, comandante
militar de Cantabria, ordenó a Porlier hostigar el flanco francés desde Potes y
cubrir el desembarco en Villaviciosa de una fuerza británica procedente de La
Coruña. El 22 de diciembre, la División Cántabra libró un duro combate en las
inmediaciones de Infiesto, por el que Porlier fue propuesto para la cruz
laureada de San Fernando, que no le llegó a ser concedida.
Tras la victoriosa
campaña de 1812, las Cortes nombraron generalísimo de los Ejércitos Nacionales,
al duque de Wellington, siendo su primera
medida, la de reagrupar en cuatro ejércitos los siete existentes hasta
entonces. La división de Porlier fue adscrita al 4.º (Ejército de Galicia),
mandado por el general Castaños. En febrero de 1813, su sobrino, el marqués
de las Amarillas, se hizo cargo, interinamente, del mando del 4.º Ejército
y la División Cántabra (5.ª División, quedó adscrita al Cuerpo de Ejército del
Centro. La actividad bélica se ralentizó durante el invierno y Porlier
permaneció en Oviedo con su mujer y su hija Juana, nacida en Potes el 6 de
agosto de 1812 A finales de mayo, las unidades que operaban dispersas por el
Cantábrico se concentraron en Astorga, para proteger el flanco norte del
ejército británico. La maniobra iba dirigida a forzar al rey José Bonaparte a retirarse de
Valladolid, donde había trasladado su corte por orden de Napoleón, cuando una parte de
las tropas peninsulares fueron trasladadas a Rusia. Para lo cual Wellington amenazó el dispositivo
francés, sin entablar combate, marchando siempre al norte del camino de
Francia. Ordenó a Amarillas situarse en
Benavente, adonde llegó el 2 de junio. El 4 de junio, en Villalpando, Porlier
se incorporó al cuartel general con la 1.ª Brigada de su división,
permaneciendo la 2.ª en Cantabria. Llegó hasta Palencia cuando José y sus tropas se
retiraron a Burgos.
El 4.º Ejército cruzó
el Ebro cerca de su nacimiento, el 12, José abandonó Burgos, y el
21 se libró la decisiva batalla de Vitoria. Porlier se reincorporó al cuartel
general en Tolosa, y allí se enteró que, durante su ausencia, Amarillas había
adscrito su brigada a la 6.ª División. Tremendamente contrariado, solicitó un
pasaporte con bastante impertinencia, por lo que, Amarillas le desposeyó del
mando de la 5.ª División y le ordenó permanecer en Mondragón hasta nueva orden.
El 1 de julio solicitó la ayuda de Castaños a fin de recuperar el mando, pero,
antes de que el vencedor de Bailén se incorporara al cuartel general del 4.º
Ejército, fue relevado por el general Freire, y Amarillas fue destinado a
Córdoba. El 10 de agosto, el nuevo general en jefe repuso a Porlier en el mando
de la 5.ª División, por lo que, veinte días después, pudo desempeñar un importante
papel en la batalla de San Marcial. Batalla que forzó a los franceses a cruzar
el Bidasoa y puso fin a la Guerra de la Independencia. Por los méritos
contraídos en San Marcial, el 14 de septiembre, la Regencia le concedió el
empleo de mariscal de campo, continuando, combatiendo hasta finales de
noviembre en territorio francés. El 7 de diciembre, el 4.º Ejército volvió a
cruzar la frontera y la división de Porlier quedó de guarnición en Bilbao,
donde murió su hija Juana, el 23 de enero de 1814, con sólo dieciocho meses.
A los pocos días se
trasladó a Valladolid para litigar por un mayorazgo al que su esposa creía
tener derecho, y allí se encontraba cuando, el 22 de marzo, Fernando VII regresó a España.
Autorizado para continuar sus gestiones en Madrid, aprovechó para solicitar la
Comandancia General de la Costa de Cantabria y reivindicar la concesión de la
cruz de San Fernando. Antes de recibir contestación a dichas demandas, fue
detenido en la madrugada del 29 de mayo, trasladado al Cuartel de Guardias de
Corps (hoy de Conde Duque), siendo procesado por deslealtad. Condenado por real
orden de 16 de julio a cuatro meses de arresto, fue conducido al castillo de
San Antón (La Coruña). Allí, el duque de Saint Marq, capitán general de
Galicia, dispuso que se le dispensara el trato debido a su condición de
mariscal de campo, permitiéndole vivir con su esposa y disponer de personal de
servicio.
Por ironías del
destino, a comienzos de 1815, llegó arrestado a la misma fortaleza el cesado
ministro de Gracia y Justicia, Pedro de Macanaz, quien había promovido su
procesamiento y ordenado su prisión, a pesar de lo cual, mantuvieron excelentes
relaciones. El 18 de agosto, tras alegar problemas de salud de su esposa, Fernando VII le autorizó a realizar
un tratamiento de hidroterapia en Arteixo, balneario situado 11 kilómetros al
sudoeste de La Coruña. Fue escoltado por el capitán José Castañera, junto a un
sargento, tres cabos y doce soldados del Regimiento de Infantería Lugo. A Porlier
le sorprendió la buena fe de Saint Marq, obteniendo permiso para residir en La
Pastoriza, a medio camino de Arteixo, lo cual parece indicar que la
hidroterapia era un pretexto para salir de San Antón. Entre el 22 de agosto y
el 18 de septiembre, Porlier, contando con la complicidad del capitán
Castañera, mantuvo diversas reuniones con civiles y militares, procedentes de
Galicia y Asturias. Aunque, quien urdió la conspiración que se estaba fraguando
fue Manuel de Santurio y García-Sala, antiguo auditor del Ejército, internado
en la Cárcel Real de La Coruña desde el 11 de junio de 1814.
En la noche del 18 de
septiembre, partió hacia La Coruña acompañado, únicamente, por su asistente.
Una vez allí, hizo que Santurio redactara varias proclamas en defensa del
liberalismo, dirigidas a la tropa, a los coruñeses y a los ayuntamientos
gallegos, que se imprimieron en las imprentas de Soto y de Higuereta. Seguidamente,
encerró en el castillo de San Antón al capitán general, al gobernador militar y
al coronel del Regimiento de Órdenes Militares, tomando el mando del ejército
del Reino de Galicia. Al día siguiente los coruñeses contemplaban los acontecimientos
que se desarrollaban, sin mostrar el menor entusiasmo, ni por el credo liberal
ni por la Constitución de 1812,
proclamada por Porlier. En Ferrol, el comandante militar se resistió a obedecer
las órdenes de Porlier, pero los jefes y oficiales del 6.º Regimiento de Marina
y del 2.º Batallón del Regimiento de Órdenes Militares le comunicaron que, estaban
decididos a apoyarle. Sin embargo, en Santiago, el teniente coronel Antonio
Alonso Ortega, jefe del 1.er Batallón de Granaderos de la 4.ª
División, dio cuenta al gobernador militar, quien se aprestó a combatir el
movimiento sedicioso.
A la 01:00 horas del 22
de septiembre, Porlier partió de La Coruña al objeto de doblegar a los
opositores de Santiago, Tras una jornada de marcha, acamparon en Órdenes para
pernoctar. Hacia las 22:00 oyeron gritos y disparos. Intentaron salir, pero se
lo impidieron sus propios soldados con los sargentos a la cabeza, dispuestos a
prenderlos y entregarlos a las tropas de la guarnición compostelana. Conocidos
estos hechos en La Coruña, cuantos habían secundado a Porlier, se dispersaron, recuperando
el capitán general el mando a las 11:00 del día 23. Su primera oren fue la de ingresar
al cabecilla en la Cárcel Real de La Coruña, nombrando fiscal para incoar el
preceptivo sumario. El día 26, se le tomó declaración, negándose a contestar, y
sin mediar otra actuación, un consejo de guerra le condenó a morir en la horca,
previa degradación pública al pie del patíbulo, conforme a lo previsto en las Ordenanzas
de Carlos III para los reos de sedición. Ratificada la sentencia por el
monarca, se fijó la fecha de la ejecución para el 3 de octubre. El patíbulo se
alzó en el Campo de la Leña, procediéndose a su degradación, ejecución y quema
de las proclamas que había ordenado imprimir.
Su cuerpo fue inhumado
en el camposanto de la parroquia de Santiago, donde permaneció hasta el 8 de
abril de 1820, en que fue exhumado y depositado en el Parque de Artillería. El
4 de mayo, los restos fueron trasladados a un panteón en la capilla de San
Roque. tributándole la guarnición honores fúnebres de capitán general. Y, en
1824, fueron vueltos a exhumar y dispersados por el campo.
En cuanto a su viuda
doña Josefa Queipo de Llano, fue encerrada en una celda del pequeño Colegio de
las Huérfanas en Betanzos (La Coruña), regentado por las monjas agustinas,
bajo la custodia del escribano de aquella ciudad don Vicente Feliciano Faraldo.
Un funcionario, de ideas absolutistas, que, llegó a impedirle durante cinco
años tomar posesión de los baúles en los que se conservaban los objetos
personales de su marido. Logrando la libertad en 1820, gracias al
pronunciamiento liberal.
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