Manuel Godoy

 


Manuel Godoy y Álvarez de Faria, Príncipe de la Paz, príncipe de Bassano, duque de Sueca, marqués y luego duque de Alcudia, conde de Evoramonte y barón de Mascalbó. Nació en Badajoz, el 12 de mayo de 1767. Fue el tercer hijo de José Godoy de Cáceres, regidor de Badajoz y originario de Castuera, adonde se había instalado la rama segunda de los Godoy, cuyo solar primitivo estuvo en Galicia, y de Antonia Álvarez Serrano de Faria, hidalga, con ascendientes paternos de Elvas (Portugal) y maternos de Alburquerque.

Tras estudiar Gramática y Artes en el seminario pacense de San Antón, eligió la carrera militar, y el 17 de agosto de 1784 ingresó en la 1.ª brigada de la Compañía Española de Guardias de Corps, que constituía la escolta ordinaria de los reyes y su familia. Por algún motivo, entró en el círculo de los príncipes de Asturias, Carlos y María Luisa de Parma. Al parecer dicho motivo, fue consecuencia de un accidente ocurrido en septiembre de 1788: cuando daba escolta a los príncipes de Asturias, y Manuel cayó de su caballo, llamando la atención de los príncipes, la especial habilidad para dominarlo. Debido a la recomendación del brigadier Miguel Trejo, primer teniente de Guardias de Corps y amigo de la familia Godoy, desde entonces, Manuel fue asiduo asistente a las tertulias organizadas en los cuartos de los príncipes, ganándose su confianza. Al ocupar el príncipe Carlos el trono, en diciembre de 1788, fue ascendiendo vertiginosamente en la Corte y en el Ejército. El 30 de diciembre de 1788 ascendió a cadete; el 28 de mayo de 1789 fue designado exento supernumerario de su compañía (coronel); el 16 de enero de 1791 a brigadier; el 18 de febrero, a mariscal de campo, y el 17 de julio, a sargento mayor de Corps y teniente general. En menos de tres años había recorrido el escalafón, culminando el 23 de mayo de 1793, al ser promovido a capitán general.

Carrera vertiginosa que sólo pudo deberse al favor real, ya que no había participado en ningún hecho de armas, ni servicio notorio al Estado. Con esa misma rapidez recibió honores y nombramientos en la Corte. El 5 de enero de 1790 fue armado caballero de la Orden de Santiago, el 1 de enero de 1791 fue nombrado gentilhombre de cámara de Su Majestad (cargo que le proporcionaba acceso directo al monarca), el 25 de agosto de ese mismo año, fue nombrado caballero de la Gran Cruz de la Orden de Carlos III y el 21 de abril de 1792 Carlos IV lo hizo Grande de España, tras otorgarle el título de duque de La Alcudia, precedido por el marquesado de La Alcudia. Junto a los nuevos títulos y gracias, y hasta 1808 fue acumulando bienes. Godoy se convirtió así, en uno de los señores más importantes de la España de su tiempo, fundando dos mayorazgos: el de La Alcudia y el de Sueca. Bienes incrementados en 1797 gracias a la herencia de su esposa, la condesa de Chinchón. Aprovechó su posición, utilizando recursos del Estado en su propio beneficio, al tiempo que, su biblioteca y su colección de pinturas de los grandes maestros europeos fueron destacando por su calidad y cantidad. En 1792, se situó en el primer plano de la política, al ser nombrado el 15 de julio, consejero de Estado y entrando, el 15 de noviembre, en el gobierno como Secretario de Estado.

Este rápido acceso, de un joven sin experiencia ni formación, a los más altos cargos de la política de la Monarquía ha dado lugar a interpretaciones muy variadas. Sus enemigos, sobre todo los seguidores del conde de Aranda, que constituían el llamado “partido aristócrata” o “aragonés”, aludieron, desde el primer momento, a “razones inconfesables”, dando a entender a la posible relación amorosa con la reina. Esta relación, ha sido negada por la historiografía actual. Carlos IV no estaba conforme con la forma como sus secretarios de Estado habían conducido las relaciones con Francia y, más en concreto, no le satisfacían las actuaciones destinadas a garantizar la pervivencia de la monarquía en ese país y la suerte de su rey Luis XVI, jefe de la Casa de Borbón. Ni Floridablanca, del sector “golilla” o “manteísta”, ni Aranda, su sustituto en la Secretaría y cabeza del “partido aristócrata”, que se disputaban el poder, habían logrado resultados satisfactorios en este sentido, por lo que Carlos IV decidió asumir, en persona, las cuestiones más graves. Para lo cual, necesitaba, al frente de su gobierno, a alguien de su total confianza; que fuera de su “hechura”, que, dependiera de él por entero y que, además, no dispusiera de un plan político propio ni un grupo en que respaldarse. Godoy reunía estas condiciones y por esta razón, fue elevado al principal puesto del Gobierno.

A pesar de su empeño, Godoy no pudo evitar la muerte de Luis XVI y la proclamación de la República en Francia, tras lo cual España se unió a la coalición europea, entrando en guerra, en la primavera de 1793, contra la Revolución. En un principio, los resultados fueron satisfactorios para el ejército español, pero a partir de marzo de 1794 llegaron las derrotas y el ejército francés penetró en territorio español. Los reveses crearon en España, las primeras críticas hacia los poderes públicos y, particularmente, hacia Godoy. Muy activo se mostró el “partido aristócrata”, que Godoy, amparado por el apoyo de los monarcas, pudo controlar: superó la ofensiva lanzada contra él por el conde de Aranda en el Consejo de Estado; controló el intento del conde de Teba de organizar a la aristocracia contra el sistema político vigente, desbarató la llamada Conspiración de San Blas y atajó las maniobras de Malaspina para desbancarlo del poder.



Finalizada la guerra por el Tratado de Basilea, del 22 de julio de 1795, Godoy impulsó un cambio radical en las relaciones con Francia, que cristalizaron el 18 de agosto de 1796, con el Tratado de San Ildefonso. Un acuerdo de carácter ofensivo-defensivo dirigido contra Inglaterra, que contemplaba la neutralidad de España en el caso de que otras potencias, distintas a ésta, declararan la guerra a Francia. La alianza estuvo vigente hasta 1808, marcando la política exterior de España, siempre alineada con Francia, independientemente de los cambios políticos operados en el país vecino, y, por tanto, enfrentada a Inglaterra, con la que estuvo, sin solución de continuidad, en estado de guerra. La alianza con Francia tuvo efectos positivos para Godoy, necesitado del apoyo exterior para contrarrestar la oposición del interior. Además, el Tratado de Basilea le reportó el reconocimiento de su actuación, Carlos IV le distinguió, el 4 de septiembre de 1795, con el título de Príncipe de la Paz. Hemos de resaltar que, de acuerdo con los usos de la Monarquía española, el título de “príncipe” estaba reservado al heredero de la Corona (el príncipe de Asturias), de modo que, esta nueva gracia, colocaba a Godoy en una posición preeminente dentro de la Corte, por encima del resto de los nobles. La nueva dignidad, fue acompañada de la concesión del Soto de Roma y el derecho a agregar a sus armas la imagen de Jano. De acuerdo con la voluntad real, Godoy sería, como Jano, sabio, guardián de la paz e impulsor de la civilización o “las Luces”.

El Príncipe de la Paz no dispuso de un plan propio de gobierno. Actuó según las circunstancias, sobre todo las exteriores, siempre atento a las directrices de los monarcas. Godoy acomodó su política al logro de tres objetivos principales: consolidar la Monarquía en España y la integridad territorial de su imperio; evitar el contagio revolucionario; y mantener los intereses dinásticos españoles en Italia (especialmente en el ducado de Parma). Los asuntos de Francia condicionaron el resto. Godoy fue ante todo un hombre de acción, un político nato, que pronto aprendió los usos de la Corte, adaptándose a las exigencias de su tiempo.

En cuanto a los asuntos internos, siguió una política de signo ilustrado, llegando a intentar algunos cambios importantes, como la supresión de la Inquisición, aunque sin llegar hasta el final; no dudó en mantener los usos arcaicos de la Monarquía. Aconsejado por un grupo de ilustrados, impulsó la enseñanza, la prensa, las expediciones científicas; patrocinó la creación literaria, imponiéndose a las trabas inquisitoriales; favoreció la difusión de nuevas ideas económicas y la creación de organismos destinados a proporcionar una información fiable sobre el estado de la Monarquía. Para lo cual, entre otras iniciativas, creó la Dirección de Fomento, destinada a asesorar al Gobierno, de donde salieron importantes propuestas, entre ellas la elaboración de un censo de población en 1797 y la desamortización de algunos bienes: hospitales, hospicios, casas de reclusión, de expósitos y otras obras pías. Mantuvo la censura de libros y escritos de sus antecesores y, posiblemente, con el impedimento de Carlos IV, no se pudo afrontar la reforma del clero y de la Iglesia, que le reclamaban, insistentemente, los sectores ilustrados.

El mes de marzo de 1798, Francia perdió su confianza en Godoy, ya que éste se negaba a aceptar los planes del Directorio relativos a la invasión de Portugal, así como no seguir los consejos franceses para introducir novedades en la sociedad española; por lo que tuvo que abandonar el Gobierno. También, el acercamiento a Francia fortaleció a sus enemigos internos e incrementó los del exterior; lo que supuso la ruptura con el resto de las monarquías unidas en la lucha contra los revolucionarios y, en particular, con Inglaterra, a la que España declaró la guerra el 4 de octubre de 1796. El nuevo conflicto exigió nuevas medidas tributarias, que provocó una grave crisis financiera. La responsabilidad de esta crisis se atribuyó a Godoy. Para superar la crisis, llamó al Gobierno y a la Administración a varios de los hombres más prestigiosos de la Monarquía: Jovellanos, F. de Saavedra, Cabarrús, Meléndez Valdés, Urquijo, entre otros; al tiempo que alentaba conspiraciones en París, encaminadas a provocar un cambio político en Francia, con resultado fallido, ya que el Directorio, lanzó una campaña para forzar a Carlos IV a prescindir de él. El 28 de marzo de 1798, el rey firmó el decreto de destitución como secretario de Estado y sargento mayor de Guardias de Corps.

Aun alejado del poder, no se interrumpió el contacto personal de Godoy con los monarcas, aunque todo cambió a partir del golpe de Estado del “18 Brumario” en Francia, el 9 de noviembre de 1799, cuando el general Bonaparte acabó con el Directorio, he influyendo en Carlos IV para destituir a Urquijo que fue sustituido en diciembre de 1800 por Pedro Cevallos, pariente de Godoy; al tiempo que entablaba negociaciones con Godoy para atacar a Inglaterra desde Portugal. Carlos IV aceptó los planes franceses y se acordó la invasión de Portugal por un ejército hispanofrancés, dirigido por Godoy. En mayo de 1801, sin las tropas francesas inició la Guerra de las Naranjas. La campaña fue un éxito, y Godoy la presentó como un triunfo personal, resolviendo su posición personal con la Monarquía. En 1797 había emparentado con los reyes, al contraer matrimonio con María Teresa de Vallabriga, hija del infante Luis, hermano de Carlos III. En tales condiciones, consideró prioritario reformar el ejército, para lo cual necesitaba ser el generalísimo de todas las armas de mar y tierra, nombramiento que fue efectivo el 4 de octubre de 1801.

Desde octubre de 1801 a marzo de 1808, fue el eje del Gobierno de la Monarquía, recibía del rey, directrices generales o sugerencias y él disponía su ejecución mediante órdenes a ministros y altos cargos. Napoleón trató de involucrar a España en sus planes europeos, incrementando sus exigencias en armas y hombres para la guerra en Europa. Godoy intentó, sin éxito, sortear estas pretensiones y en 1803, intentó comprar la neutralidad mediante el pago de una considerable suma de dinero a Francia en el Tratado de Subsidios, no pudiendo evitar que, en diciembre de 1804, estallara de nuevo la guerra entre España e Inglaterra. Esto aumentó la dependencia militar y diplomática con Francia, lo que, aparte de la derrota militar de Trafalgar en octubre de 1805, tuvo consecuencias negativas en el orden interno.

En este ambiente, se fue articulando en torno al príncipe de Asturias, Fernando, un grupo para acabar con Godoy. Este grupo (“partido fernandino”) tuvo como animador al canónigo Escoiquiz, que contó con la colaboración de la primera esposa del príncipe de Asturias, María Antonia de Nápoles, que, a través de su madre, la reina Carolina, estaba en contacto con Inglaterra. En 1806, al fallecer la princesa, Francia se anexionó Nápoles, y las relaciones entre Godoy y Napoleón se hicieron más tirantes que nunca. El “partido fernandino”, a través del embajador francés en Madrid, François de Beauharnais, trató de ganarse el apoyo de Napoleón, lanzando una gran ofensiva contra Godoy: orquestaron una campaña de descrédito, presentándole como la encarnación de todos los vicios y el culpable de los males de España: urdieron un plan encaminado a convencer a Carlos IV para que destituyera de sus cargos a Godoy. Fue el plan conocido como “la conspiración de El Escorial”, que fue descubierto en octubre de 1807. Tras confesar el príncipe Fernando fueron arrestados los implicados, pero este triunfo redundó en perjuicio de Godoy, pues la opinión pública creyó que éste lo había organizado para evitar el ascenso al trono del príncipe de Asturias. Creencia que fue alimentada tras su nombramiento, el 3 de enero de 1807, como gran almirante de España e Indias, con el derecho a recibir el tratamiento de alteza.

Con una gran cota de poder creyó poder contener a sus enemigos del interior gracias al apoyo de Napoleón, por lo que, en 1807, se esforzó en satisfacer sus exigencias y, el 27 de octubre de 1807, concertó el Tratado de Fontainebleau para la ocupación militar conjunta de Portugal. Por este acuerdo se establecía dividir Portugal en tres partes, una de las cuales, el Alentejo, sería gobernada por Godoy; asimismo, posibilitaba la entrada de tropas francesas en territorio español, lo que comenzó a principios de 1808. Mientras el ejército francés ocupaba puntos estratégicos de la Península, Napoleón exigió: la cesión del territorio situado entre el valle del Ebro y los Pirineos. Godoy rehusó e intentó organizar la resistencia, propuso el traslado de los reyes a Andalucía. El príncipe Fernando y el Gobierno se opusieron y el “partido fernandino” organizó un complot, bajo la apariencia de revuelta popular, para hacer prisionero a Godoy. En la noche del 17 de marzo de 1808, los habitantes de Aranjuez y vecinos de otros pueblos asaltaron el palacio de Godoy, aunque éste, logró escapar escondido en el inmueble. La mañana del día 19 se vio obligado a salir, siendo hecho prisionero. Ese mismo día Carlos IV abdicó en Fernando VII, que se apresuró a confiscar todos los bienes de Godoy y la apertura de causa judicial contra él. Tras un mes de prisión en Aranjuez, Pinto y Villaviciosa de Odón, fue liberado por orden de Napoleón y trasladado por tropas francesas a Bayona, donde ya estaban Carlos IV y Fernando VII para obligarles a renunciar a la Corona.

Tras estos sucesos de Bayona, comienza el definitivo exilio de Godoy, acompañado por su amante Josefa Tudó y los dos hijos habidos con ella, así como por Carlota, fruto de su matrimonio con la condesa de Chinchón, la cual permaneció en España. Hasta la muerte de los reyes Carlos IV y María Luisa en enero de 1819, siguió en su compañía como gobernante de una corte fantasmal y decadente sujeta a los designios de Napoleón, instalada sucesivamente en Compiègne, Aix-en-Provence, Marsella y, desde 1812, en Roma. A partir de 1814, Godoy sufre un intenso acoso por parte de Fernando VII, siendo obligado a separarse de los reyes y de Josefa Tudó, durante un año (del 10 de septiembre de 1814 al 7 de octubre de 1815). No pudiendo disponer de sus bienes raíces, durante su estancia en Roma compró el principado de Bassano, para poder convertirse en ciudadano romano y escapar a la persecución de Fernando VII.

En 1829, tras la muerte el año anterior de la condesa de Chinchón, contrajo matrimonio, en Roma, con Josefa Tudó, partiendo el 17 de enero de 1830 para instalarse en París, donde, a instancias de Tudó, compró dos casas en París y una refinería de azúcar cerca de Le Havre. Pronto hubo de venderlo todo para pagar deudas. Su nivel de vida fue empeorando, al tiempo que sus relaciones familiares, ya que rompió el contacto con su hija Carlota debido a disputas económicas y en 1835 se separó definitivamente de Josefa Tudó, quien se instaló en Madrid para reclamar los bienes de su esposo. Ocupado en la educación de sus nietos, Godoy mantuvo en París una vida oscura, obsesionado por salvar el honor de Carlos IV y el suyo propio, y por conseguir el levantamiento del secuestro de sus bienes. El 30 de abril de 1837, una resolución del Ministerio de Hacienda ordenó la devolución de sus bienes y la restitución de todos sus títulos y honores, salvo el de príncipe de la Paz, siendo autorizado, diez años más tarde, a regresar a España y a percibir la paga correspondiente a su empleo de capitán general. Regreso que no fue posible a causa de su avanzada edad, aunque logró reivindicar su honor mediante la publicación, en 1836, de sus Memorias. Murió en París, el 4 de octubre de 1851, siendo enterrado en el cementerio del Père Lachaise de esa ciudad, donde permanecen sus restos en una modesta tumba.

Ramón Martín

Comentarios

  1. El hecho constatado e invariable durante todo el reinado de Carlos IV es la amistad de los reyes y Godoy: confianza absoluta en él y la fidelidad sin fisuras de Godoy. Está claro que Godoy era el favorito de la reina y por eso mandaba más que el rey. Lo que no se sabe si prestaba favores sexuales o al rey o la reina. Mantuvo la amistad incluso en el destierro. Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hay situaciones que tienen difícil demostración, y esta es una de ellas; aunque es un hecho admitido por la mayoría de los historiadores de la época y posteriores.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares