Luca Giordano

 


Nacido en Nápoles, el 18 de octubre de 1634. Era hijo de un modesto pintor, Antonio Giordano. Pronto empezó a trabajar junto a José de Ribera en su taller napolitano, y gracias a la influencia del artista español, junto a los viajes por Roma (donde fue ayudante de Pedro de Cortona), Venecia (recibiendo la influencia de Giovanni Battista Spinelli) y otras ciudades, en búsqueda de las técnicas empleadas en la época, pronto se fue convirtiendo en uno de los mejores artistas del barroco.

    Giordano gozó en vida de gran popularidad. Una popularidad que, a su muerte, cayó arrastrada por dos prejuicios que se han mantenido hasta hace pocos años. El primero fue debido a su rapidez de ejecución y como consecuencia su superficialidad. Algo que le reprocharon los partidarios de la estética greco-romana. Y, en segundo lugar, su capacidad para imitar el estilo de otros artistas, lo que le relegó a la condición de copista. Una monografía publicada en 1966 por Oreste Ferrari y Giuseppe Scavizzi, supuso la recuperación definitiva de Giordano, reconociéndole una fecundísima imaginación y capacidad creativa.

    Sus primeros biógrafos, no dudan en afirmar que se formó en el entorno de José de Ribera, cuyo estilo imitó en sus comienzos, como veíamos al principio. Durante los últimos años de la década de 1670 dan comienzo sus grandes decoraciones murales: Montecassino, 1677-1678, destruido, y San Gregorio Armeno, Nápoles, 1679; a las que seguiría, a partir de 1682, la cúpula de la capilla Corsini en la iglesia del Carmen de Florencia y la galería y la biblioteca del Palacio Médici Ricardi, también en Florencia.



    En 1692 fue llamado a Madrid, con el encargo de los grandes murales del Monasterio de El Escorial, tanto en la escalera como en las bóvedas de la basílica, en cuyos trabajos permaneció entre 1692 y 1694. Proceso que siguió muy de cerca el propio monarca, Carlos II, combinando escenas históricas y alegorías, con personajes reales, en una composición que rebosa imaginación, y donde puso en evidencia, su asombroso dominio del fresco. A esta obra siguió otra que, aunque de menor envergadura, fue de gran importancia. Estamos hablando del despacho y el dormitorio del monarca en el Palacio Real de Aranjuez, que fueron decorados, íntegramente, por este artista: la bóveda al fresco y las paredes con cuadros al óleo.  A este conjunto siguió el del Casón del Buen Retiro (1697); la sacristía de la catedral de Toledo (1698); la decoración de la real capilla del Alcázar (destruido); y San Antonio de los Portugueses (1699).

    Con la llegada, en 1701, de Felipe V y el inicio de la Guerra de Sucesión, se dan por terminados los encargos reales y Giordano regresa a Nápoles en 1702, a pesar de lo cual, el artista, continuó enviando abundantes pinturas a España.

    Luca Giordano murió en Nápoles el 3 de enero de 1705 dejando una obra ingente y una considerable fortuna.

Ramón Martín

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