Francisco Espoz y Mina Illundáin
Nacido en Idocin (Navarra), el 17 de junio de 1781 pertenecía a una familia de labradores acomodados de dicha ciudad, siendo su padre Juan Esteban Espoz y Mina y su madre María Teresa Illundáin Ardaiz.
Espoz y Mina es el guerrillero más importante de los que combatieron contra los franceses durante la Guerra de la Independencia. Lo es por el teatro en que se movió durante sus operaciones muy próximo al principal eje de comunicaciones de los franceses, al cual interfirió continuamente, lo que restó importantes efectivos a los ejércitos enemigos, limitando su libertad de acción; y también porque, a diferencia de otros guerrilleros, logró superponer a su organización militar, la creación de una administración civil a él subordinada que le proporcionó los recursos necesarios, alejándole de las acciones de pillaje que caracterizaron a otros. Creo aduanas en los pasos fronterizos cobrando un peaje a los comerciantes que transitaban por ellos, incluso logró que la de Irún, que se encontraba sujeta a la administración afrancesada, le pagara un tributo mensual, cobró los diezmos junto a otros impuestos del Estado y de la Iglesia, y así equipó a sus soldados. Cuando pudo, organizó sus propias fábricas de armas y municiones, cambiándolas de lugar, sin cesar, para escapar a la persecución francesa; estableció hospitales y llegó a constituir tribunales de Justicia civiles y eclesiásticos en el territorio que controlaba.
Sus operaciones militares se apoyaban en el conocimiento de los movimientos del enemigo, para lo cual estableció una red de confidentes a lo largo de todos los lugares que contaban con guarnición francesa. Obligó a los curas párrocos, alcaldes y regidores a informarle. Esos informes llegaron hasta él a través de una red de correos, los cuales se transmitían las noticias oralmente, evitando así ser interceptados. Esta red de confidentes se complementaba con otra de vigilantes, situados en puntos dominantes del terreno para controlar los movimientos enemigos. Así pues, no era solo el valor en combate la única razón de sus victorias, sino la esmerada preparación de las acciones y el cuidado de sus hombres.
Su vida transcurre en el intenso e interesante período de nuestra historia que va desde la Guerra de la Independencia hasta la Primera Guerra Carlista, desarrollando siempre un importante papel protagonista, pero será su actuación en la primera de ellas la que le dará mayor relevancia.
El 9 de febrero de 1808 pudo presenciar la entrada de los franceses en Pamplona y su posterior actitud beligerante. Cuando llegaron las noticias del Motín de Aranjuez y de los sucesos del 2 de mayo los pamploneses comenzaron a unirse a los defensores de Zaragoza o integrándose en bandas, a mitad de camino entre el bandolerismo y la guerrilla. A Espoz y Mina no le atrajeron ninguna de las dos opciones, por lo que, el 8 de febrero de 1809 se alistó como soldado en el batallón de Doyle — un aventurero inglés— en la ciudadela de Jaca. Pero Jaca y su ciudadela capituló el 21 de marzo siguiente; se descolgó de sus murallas y volvió a Navarra donde se unió a la partida de su sobrino Javier Mina el Mozo quien, para entonces, había logrado del general Areizaga el nombramiento de jefe del corso terrestre en Navarra.
La partida de Javier Mena estaba compuesta por seiscientos infantes y sesenta jinetes. Once meses permaneció en ella Espoz y Mina, participando en diversas acciones, hasta que, el 29 de marzo de 1810, los franceses sorprendieron a la guerrilla en Labiano capturando a Javier Mina. Espoz logró escapar con otros seis guerrilleros, mientras los demás se dispersaron, unos volvieron a sus casas y otros se unieron a las otras guerrillas existentes. Los seis que escaparon con él marcharon, con él como jefe, a la Lacunza donde Sádaba, otro guerrillero, tenía reunidos cuatrocientos hombres. Espoz les habló, convenciéndoles para que le reconocieran como jefe, nombrando a Sádaba su ayudante, y allí arrancó liderando una guerrilla independiente.
Desde un primer momento, se esforzó en lograr el reconocimiento oficial de su mando, logrando que, la Junta de Castilla y Aragón reunida en Peñíscola le designara, el 23 de abril sucesor de su sobrino. Entonces se le unieron otros jefes de partida como Cruchaga que llegaría a ser su segundo, aunque otros como Echevarría y Hernández rehusaron someterse a él, continuando con sus actividades más próximas al bandidaje. Desde ese momento simultaneó sus acciones contra los franceses con otras destinadas a combatir a esas partidas, logrando expulsar a Hernández de Navarra y apresar el 13 de julio a Echevarría en Estella, mandando fusilarle y uniendo a sus hombres a su propia guerrilla. Envió a su hermano Clemente a Cádiz para conseguir ser reconocido como jefe de levantamiento en Navarra, pero el 11 de mayo de 1810 la regencia preferido designar a Francisco Javier de Irujo, prior de Ujué. El prior se presentó ante Espoz y Mina con un despacho de coronel y el título de comandante en jefe de las guerrillas navarras. Espoz lo aceptó, pero en el primer combate contra los franceses en las proximidades de Estella el prior abandonó el campo de batalla y Espoz recuperó el mando. El 16 de septiembre esa misma regencia reconociendo su error, le nombró coronel, a la vez que le reconocía como comandante general de las guerrillas de Navarra, compuestas por tres batallones de infantería y un escuadrón de húsares. Aunque la regencia no reconoció los grados militares de sus subordinados hasta el 5 de junio de 1811.
Es de todo punto imposible resumir aquí todas las acciones en que intervino. Baste decir que estas causaron cuarenta mil bajas a los franceses, mientras que, Espoz reconoce haber sufrido cinco mil bajas. Pero debemos señalar que, Navarra constituyó su teatro de operaciones, del que sólo se puede excluir a Pamplona, a la que, sin embargo, sometió a bloqueo en múltiples ocasiones. En un principio, las relaciones de Espoz con los gobernadores franceses de Navarra fueron lo más civilizadas posibles, canjeándose los prisioneros, aunque cada relevo de esos gobernadores supusiera un endurecimiento de la lucha contra él. La irrupción de Massana en España al frente del ejército de Portugal endureció la lucha, ya que, la seguridad de la retaguardia era vital. En septiembre de 1810, Reille, el nuevo gobernador francés de Navarra emprendió la destrucción de las guerrillas. Sus fuertes columnas obligaron a Espoz a retirarse a Castilla y Aragón, donde sufrieron los ataques de otras tropas francesas coordinadas con las anteriores. Regresó a Navarra en noviembre cuando la presión francesa disminuyó, al retirarse la mayoría de sus tropas.
A partir de enero de 1811, su división adoptó la organización del ejército regular, lo que no supuso el cese de su actividad cubriendo todo el territorio. Hubo una acción que merece ser reseñada. Me refiero a la primera emboscada de Arlabán. Suponía Espoz y Mina que Massana se dirigiría a Francia desde Vitoria acompañado por un gran convoy. Antes del amanecer del día 25 de mayo de 1811, desplegó sus batallones a ambos lados del puerto de Arlabán, con orden de mantenerse ocultos hasta que él diera la señal de ataque, momento en el cual, tras una descarga cerrada (cada uno disponía de un solo cartucho), se lanzarían a la bayoneta. Massana se libró de caer prisionero porque había retrasado su viaje, pero de los mil doscientos hombres que componían la escolta del convoy, apenas cuatrocientos volvieron con vida a Vitoria, siendo rescatados cerca de mil prisioneros españoles e ingleses que eran conducidos a Francia.
En junio, Bessières, general en jefe del ejército francés del norte de España, publicó un duro decreto por el que confiscaba los bienes de algunos navarros. Para llevarlo a cabo, llegaron nuevas oleadas de soldados franceses, Espoz estableció contacto con Longa, jefe de los guerrilleros en Vizcaya y con Jáuregui, el Pastor, que lo era de Guipúzcoa, integrándose todos en el 7.º Ejército que mandaba Mendizábal. El 19 de noviembre de 1811, Espoz ascendió a brigadier y el 14 de diciembre, publicó un bando declarando “guerra a muerte y sin cuartel a los franceses”, disponiendo fuesen ahorcados todos los jefes, oficiales y soldados que se hicieran prisioneros. El 23 de abril de 1812 ascendió a mariscal de campo; el 5 de junio fue nombrado segundo jefe del 7.º Ejército, y el 7 de septiembre de 1812 la regencia le nombró comandante general del Alto Aragón a la izquierda del Ebro. Esto le autorizaba a recoger los tributos estatales y eclesiásticos, así como al encuadramiento de sus hombres en la División Navarra. En mayo formó el 4.º Batallón de Aragón; en agosto, el 5.º de Álava y La Rioja, y en noviembre, el 2.º de Álava.
Durante 1813 se produce un debilitamiento progresivo del enemigo, pero también su concentración en la zona vasco-navarra, buscando mantener la conexión con Francia. Espoz ataca las guarniciones francesas fortificadas, gracias a la artillería que le han facilitado los ingleses. El primer blanco de estas acciones fue Tafalla, el 10 de febrero, a las que seguirán: Lerín y Lodosa en marzo, para volver a escapar de los veinte mil franceses que entraron en Navarra conducidos por Claudel para proteger el ala izquierda del ejército desplegado por Vitoria. Al aproximarse los aliados a Vitoria, Wellington le ordenó fijar a los efectivos de Claudel, restándolos así a la masa de maniobra de José reunida en la capital alavesa. De esa manera, Espoz contribuyó al éxito en esa trascendental batalla del 21 de junio. Después, sus hombres, junto a la caballería de Julián Sánchez, el Charro, empujaron el repliegue francés.
El 4 de julio, tras ocupar Tudela, se dirigió a Zaragoza, donde entró el día 9 después de derrotar a su guarnición, persiguiéndola hasta Alcubierre. Desde allí volvió a Zaragoza, donde aún resistían algunos franceses en su castillo, que tuvieron que capitular. Wellington le ordenó regresar a Navarra para reforzar a las españolas que bloqueaban Pamplona y a las inglesas que cubrían Roncesvalles. El 30 de noviembre pasó de Roncesvalles a Baygorri, que asaltó y ocupó. Después volvió a Jaca, logrando su capitulación el 12 de febrero de 1814. Desde Jaca volvió a entrar en Francia por Canfranc, marchando a San Juan de Pie de Puerto, donde le sorprendió el armisticio, firmado el 19 de abril entre Soult y Wellington.
Hecha la paz, en junio de 1814, se trasladó a Madrid, a donde llegó con una doble pretensión: lograr ser nombrado virrey de Navarra y conseguir la integración de sus guerrilleros en el nuevo ejército regular español. Algo que había solicitado el 23 de abril desde Lacarra. No consiguió ni una cosa ni otra. Fernando VII prefirió al conde de Ezpeleta, y el 25 de junio se cursó una orden autorizando a los miembros de las unidades irregulares a volver a sus domicilios. A primeros de agosto, salió de Madrid tras entrevistarse con el rey. Volvió a Pamplona, cumpliendo una orden de Eguía, ministro de la Guerra. Allí, sus hombres habían desertado en masa, convencidos de haber perdido las compensaciones que esperaban, y debiendo someterlos a disciplina.
Espoz protagonizó el primero de los alzamientos militares que iban a llenar nuestra Historia. Los hechos demuestran que fue un “pronunciamiento” improvisado, sin otra conexión que la del jefe de uno de sus batallones de guarnición en Huesca, con la participación de su sobrino Javier Mina el Mozo, y sin que los oficiales y tropa de sus unidades tuvieran idea de qué se trataba. En la noche del 25 al 26 de septiembre, Espoz se trasladó desde su domicilio en Muruzábal a Puente la Reina, donde estaba acuartelado el primero de sus regimientos. Puesto al frente, marchó sobre Pamplona, intentando escalar las murallas de la ciudadela, pero la mayoría de la oficialidad y la tropa se negó a secundarle, viéndose obligado a regresar a Puente la Reina. Al día siguiente, ese regimiento condujo prisionero a Pamplona a su coronel Gorriz, posiblemente el único comprometido en la intentona, donde fue fusilado unos días más tarde. Espoz y Mina logró huir a París, como exiliado. El 22 de febrero, tras el Pronunciamiento de Riego, Espoz y Mina volvió a Navarra, donde en diciembre de 1820 asumió el cargo de capitán general, aunque su nombramiento sea del 16 de enero de 1821. En febrero fue trasladado a Galicia a petición propia, también de capitán general y donde contrajo matrimonio De ese cargo, fue cesado en noviembre por la publicación de un escrito contra el Gobierno y enviado “de cuartel” primero a Sigüenza y después a León.
El 26 de diciembre de 1822, ascendió a teniente general. Al producirse la insurrección absolutista de la regencia de Urgel, Espoz y Mina volvió a la actividad militar. El 23 de julio de 1822 fue nombrado general jefe del Ejército de Cataluña, combatiendo con éxito y gran dureza a las tropas del barón de Eroles y ganando la Cruz Laureada de San Fernando por la toma de la ciudadela de la Seo de Urgel. El 7 de abril de 1823, los Cien Mil Hijos de San Luis se adentraron en España auxiliados por tropas españolas y guerrilleros realistas. Sin encontrar apenas resistencia; Moncey, al frente del IV Ejército, avanzó sobre Cataluña y el 2 de noviembre Espoz y Mina firmaba la capitulación de Barcelona y el resto de plazas que permanecían en manos de los liberales, saliendo desterrado rumbo a Inglaterra. Desde allí volvió a Francia donde reinaba Luis Felipe, desde donde participó en varias intentonas liberales, como la de Vera de Bidasoa el 20 de octubre de 1830, pero sin éxito. En 1832, regresó a Inglaterra tras una desgraciada expedición desde Gibraltar, y allí permaneció hasta la amnistía decretada en 1833 por la reina María Cristina, que le permitió regresar a España. Poco antes de su vuelta, ya en 1834, mantuvo dos entrevistas amistosas con José Bonaparte a petición de éste. Ese mismo año fue nombrado jefe del Ejército del Norte, enfrentado a los carlistas; combatiendo al frente de tropas regulares mal organizadas contra las guerrillas de Zumalacárregui.
En el puerto de Larremiar, sufrió una herida y estuvo a punto de ser hecho prisionero, a pesar de lo cual, consiguió levantar el sitio de Elizondo. Incendió Lecaroz y fusiló a tres de sus habitantes, ganándose la enemistad de los navarros. Tampoco tuvo éxito en la dirección de las operaciones. Enemistado con el Gobierno, fracasado y enfermo, presentó su dimisión el 12 de abril de 1835, pasando a Francia y siendo relevado por el general Valdés.
El 2 de octubre se hizo cargo de la capitanía general de Cataluña para hacer frente a la insurrección carlista. El 29 de noviembre publicó un duro bando, en el que daba 125 días a los rebeldes para rendir sus armas, haciendo responsables a sus familiares, y anunciando la pena de muerte para los que colaboraran con ellos. La lucha se caracterizó la dureza con que se emplearon ambos bandos. Ninguno reconocía la validez del Tratado de Lord Elliot, firmado entre el 27 y el 28 de abril de 1835 por Zumalacárregui y Valdés, que prohibía el fusilamiento de los prisioneros e instituía su canje. Las tropas de Espoz y Mina derrotaron a los carlistas en Santa María del Hort, su principal reducto en Cataluña. En septiembre de 1835, Cabrera mandó acuchillar a los defensores de Rubielos tras deponer las armas; poco después fusiló a los alcaldes de Valdealgorza y Torrecilla. Los cristinos respondieron fusilando en Tortosa, el 16 de febrero de 1836, a la madre del general Cabrera. Otra víctima fue el coronel carlista Juan O’Donnell, fusilado con otros 150 hombres en la ciudadela de Barcelona.
En abril de 1836, Espoz y Mina, presentó la dimisión de su cargo, falleciendo en Barcelona el 24 de diciembre de 1836, siendo enterrado en el claustro de la catedral de Pamplona. A su viuda, Juana María de Vega, se le concedió el título de condesa de Espoz y Mina el año 1842, y fue aya y camarera de la reina Isabel II.
Ramón Martín
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