Manuel Goded Llopis
Manuel Goded Llopis nació el 15 de octubre
de 1882 en San Juan de Puerto Rico, un territorio que formaba parte del Imperio
español. Ingreso en la Academia de Infantería, a los catorce años, dando
comienzo una brillante carrera militar. Su rápida ascensión le llevó a
convertirse en Capitán de Estado Mayor en 1905, con apenas veinticuatro años.
Esta carrera militar se forjó principalmente en los destacamentos españoles que
estaban en Marruecos. Allí participó en el desembarco
de Alhucemas de 1925 y en el resto de campañas que tuvieron lugar en el
Norte de África, que consolidaron su reputación de militar eficaz y decidido. A
propuesta del general Sanjurjo, tras ascender a
general en 1926 como premio a sus éxitos, fue designado Jefe del Estado
Mayor del Ejército de África. Durante estos años, participó en las
reuniones de Rabat con representantes franceses para determinar el futuro de Abd
el-Krim,
líder de la resistencia rifeña.
Goded se distinguió
por su valor y habilidad táctica en las operaciones militares, siendo uno de
los máximos exponentes de la estrategia desarrollada por España en Marruecos y
desempeñando un papel esencial en el control del norte de África. Su ascenso a
general en 1926 refleja el reconocimiento, por parte de sus superiores, a sus
méritos militares y a su capacidad para liderar tropas en condiciones adversas.
Pero, su carrera no se limitó a las campañas de Marruecos, ya que se extendió a
la política interna de España durante la dictadura de Primo de Rivera. En un principio, Goded
ofreció su apoyo incondicional al dictador, pero, no dudó en conspirar contra
él en los momentos de mayor debilidad del régimen, lo que le costó ser
sancionado y relegado al estado de disponible.
El reconocimiento
de sus méritos no tardó en llegar con la proclamación de la Segunda República
en 1931. El presidente Azaña, a pesar de no
considerarlo un aliado político, lo nombró Jefe del Estado Mayor Central del
Ejército, aunque su mandato fue breve debido a los enfrentamientos con el
coronel republicano Mangada.
A lo largo de su
vida, Goded destacó en episodios trascendentales tanto para su biografía
personal, sino también en la Historia de España: En 1905, ascendió a Capitán de
Estado Mayor con veinticuatro años; en 1926 es ascendido a general y nombrado Jefe
del Estado Mayor del Ejército de África; participó activamente en el
intento de golpe de Estado contra la Segunda
República Española (Sanjuanada), lo que supuso su segundo
pase a la situación de disponible; En octubre de 1934, Gil Robles,
le llama para sofocar la revolución de Asturias junto al general Franco,
donde consolidó su imagen de militar decidido y eficaz; y, por fin, en 1936, tras
la victoria del Frente Popular, se involucró en la conspiración militar que
desembocaría en la Guerra Civil.
Su implicación en la conspiración, se hizo realidad el 19 de julio de 1936,
cuando, al día siguiente de producirse el levantamiento militar en el norte de
África, Goded se pronunció en Mallorca sin apenas resistencia; detuvo al
gobernador civil de Palma y se dispuso a trasladarse a Barcelona para liderar
la IV División Orgánica. Su llegada a la Ciudad Condal, la realiza a bordo de
un hidroavión, acompañado de varios oficiales y de su hijo; todo parecía
augurar el éxito del alzamiento en Barcelona. Sin embargo, los acontecimientos
se desarrollaron de manera muy diferente a lo previsto.
Goded aterrizó en
la Aeronáutica Naval de Barcelona, el día 19 de julio y se dirigió a la Capitanía
General para proclamar la sublevación militar. Allí arrestó y destituyó al
general Francisco Llano de la Encomienda, jefe de la IV División Orgánica. Sin
embargo, las tropas de Goded no contaron con el respaldo que él esperaba. La
Guardia Civil de Barcelona decidió permanecer fiel al gobierno legítimo de la Generalitat
catalana, y la población civil, liderada por las milicias
anarcosindicalistas, ofreció una resistencia feroz. El asalto popular a la Capitanía
General fue el preludio del fracaso del golpe en la ciudad. Detenido por
las fuerzas leales a la Generalitat, fue obligado a dirigirse por radio a la
población para reconocer el fracaso del levantamiento en la capital catalana y
anunciar su rendición. Este acto fue un golpe demoledor para su figura y para
la moral de los sublevados.
Tras su detención fue
llevado al barco-prisión Uruguay junto a otros rebeldes capturados,
donde quedó encarcelado, fue sometido a un consejo de guerra, en el que, el 11
de agosto de 1936 fue condenado a muerte por su participación en el
levantamiento contra el gobierno republicano, y, al día siguiente, fue fusilado
en los fosos del castillo de Montjuich. Esta ejecución representó uno de los
primeros golpes al liderazgo militar del bando sublevado en los inicios de la Guerra
Civil Española. Su muerte también simbolizó el alto precio que algunos
militares pagaron por desafiar al poder establecido y por participar en la
conspiración golpista que dividió a España en dos.
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Ramón Martín
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