José Sanjurjo Sacanell

 


José Sanjurjo Sacanell, nació en Pamplona el 28 de marzo de 1872. Su padre fue el coronel de Caballería Justo Sanjurjo Bonrostro, que murió en la tercera guerra carlista. Fue alumno de la Academia de Infantería de Toledo, en su promoción de 1893 a 1894. Cursados su estudios, sale de la Academia como teniente, y es destinado a Cuba, donde ascenderá a capitán. Tras acabar la guerra de Cuba regresa a España y participa en las guerras de Marruecos, interviniendo en la Campaña de Melilla de 1909 donde obtiene la Cruz al Mérito Militar en la acción de la alcazaba de Zeluán, así como el ascenso a comandante por méritos de guerra en el zoco de Beni Buifrur. Tras un breve periodo en la Península, en 1911 regresa a Melilla para participar en la campaña del Kert. Al comienzo de la guerra en el Rif, en Isfahen, obtiene la Cruz al Mérito Militar por la toma, en enero de 1912, del Monte Arruit. Regresa de nuevo a la Península, esta vez como excedente, en octubre en 1912. Siendo comandante de Regulares, fue premiado con la Cruz Laureada de San Fernando y el ascenso a teniente coronel por su acción en el combate de Beni Zaiem el 1 de febrero de 1914. Tras el Desastre de Annual de 1921, da comienzo la reconquista del territorio perdido en, y allí alcanza el grado de general de División. En diciembre de ese mismo año, es nombrado comandante general de Melilla. En 1922, al frente de la comandancia militar de Larache, fue el encargado de investigar los casos de corrupción en la Intendencia e Intervención militar.

    Cuando en septiembre de 1923 se produce el golpe militar de Primo de Rivera, Sanjurjo era gobernador militar de Zaragoza y apoya la sublevación y la posterior dictadura. En 1925, el dictador le nombra jefe de operaciones del desembarco de Alhucemas, y antes de acabar el año es nombrado alto comisario de España en Marruecos, la máxima autoridad del Marruecos español. En 1927, finalizada la contienda, el rey Alfonso XIII le concedió el título de marqués del Rif y jefe superior de todas las fuerzas militares en Marruecos. En 1928 es nombrado director general de la Guardia Civil, puesto que simultanea con el de alto comisario en Marruecos. En 1931, Alfonso XIII le concederá la gran cruz de la Orden de Carlos III. Tras caer la dictadura de Primo de Rivera en enero de 1930, el rey lo reemplazó por el general Dámaso Berenguer para tutelar la vuelta al orden constitucional anterior a 1923. Esto contrarió a Sanjurjo, que se consideraba mejor preparado. El Gobierno Berenguer fracasó en sus propósitos y pronto quedó patente la nueva situación.




Las elecciones del 12 de abril de 1931 significaron la victoria de republicanos y socialistas en las principales ciudades y centros urbanos, por lo que la población se lanzó a la calle a celebrar el éxito, dejando patente la soledad del rey y sus partidarios. El gobierno del almirante Aznar consulto a Sanjurjo si podía contar con el apoyo de la Guardia Civil y el suyo propio, a lo que éste afirmó que no podía garantizarlo. Poco después Alfonso XIII abandonaba el poder y era proclamada la Segunda República. Sanjurjo fue confirmado en el cargo de director general de la Guardia Civil por las nuevas autoridades. La desafección con el nuevo régimen empezó pronto: las reformas militares de Azaña no le gustan. A finales de 1931 se producen los sucesos de Castilblanco (Badajoz), donde mueren cuatro guardias civiles. Poco después, en Arnedo (La Rioja), mueren cinco civiles al disparar la Guardia Civil contra una concentración de trabajadores. Iniciadas las investigaciones de estos sucesos, muestra su disconformidad, lo que sumado a sus críticas a las reformas militares hace que sea sustituido al frente de la Guardia Civil por el general Miguel Cabanellas, pasando él a dirigir la Dirección de Carabineros. La creciente confrontación con el gobierno por las reformas militares junto con el proyecto de estatuto de autonomía para Cataluña le llevan a preparar con algunos carlistas seguidores de Manuel Fal Conde y el conde de Rodezno, junto a otros militares, una rebelión en Sevilla el 10 de agosto de 1932. La rebelión, conocida como la Sanjurjada, tuvo un éxito inicial en Sevilla, haciéndose con el control de la situación, pero fracasó en Madrid, donde el gobierno la controló y reprimió con facilidad. En Sevilla tuvo problemas y, tras una huelga general, perdió el control de la situación, por lo que desistió e intentó huir a Portugal, siendo detenido en Ayamonte (Huelva) junto con un hijo suyo. Sanjurjo, como cabecilla de la sublevación, fue juzgado y condenado a muerte, aunque el gobierno republicano conmutó la condena a muerte por cadena perpetua. Ingresó en el penal de El Dueso, pero fue trasladado a la prisión militar del castillo de Santa Catalina de Cádiz, donde recibirá la amnistía.






Tras las elecciones de noviembre de 1933 que dieron el triunfo a la coalición radical-cedista, se formó un nuevo gobierno presidido por Lerroux. En abril de 1934 se propone la concesión de una amnistía tanto a Sanjurjo como al resto de militares implicados en la sublevación. El presidente de la república, Alcalá-Zamora, se resiste a firmar el decreto; aunque finalmente lo acepta el último día del plazo legal, forzando una modificación, por la que se impedía el retorno de Sanjurjo al ejército. El 25 de abril de 1934 el Gobierno libera a Sanjurjo, que marchó al exilio en Estoril (Portugal), donde permanecerá como uno de los conspiradores contra el régimen republicano. Desde mediados de marzo de 1936, empezó a fraguarse la idea de dar un golpe de Estado que derribe al gobierno del Frente Popular. En un principio, se fijó la fecha del 20 de abril, pero el ejecutivo lo desbarató, y el general Emilio Mola asumió la dirección del complot. En el organigrama de los sublevados estaba previsto que fuera Sanjurjo quien asumiera la jefatura de la rebelión, ya que era considerad como el general de más prestigio.

    Por orden del general Mola —director de la conspiración—, el aviador Juan Antonio Ansaldo se traslada el 20 de julio a Estoril a recoger a Sanjurjo con su avioneta para trasladarle a Burgos, donde asumiría el mando. Pero, el aparato, un De Havilland DH.80 Puss Moth, se estrella al despegar. Sanjurjo muere y el piloto, que logró sobrevivir, atribuirá el siniestro al exceso de equipaje. Sin embargo, el historiador Ángel Viñas, contando con el asesoramiento de un profesional, asegura que, no fue sensato despegar superando el peso máximo tolerado; tampoco fue sensato pedirle a Sanjurjo que se quitara el cinturón de seguridad, con consecuencias mortales para él cuando el avión se estrelló, mientras que Ansaldo logró sobrevivir. Su muerte y los fracasos de Goded y Fanjul obligaron a reorganizar los planes golpistas, y Mola, se trasladó el 21 de julio a Zaragoza, para invitar al general Cabanellas a presidir la Junta de Defensa Nacional, que se formó en Burgos tres días después. Sus restos mortales permanecieron en la cripta del Monumento a los Caídos de Pamplona desde el 17 de julio de 1961 hasta el 16 de noviembre de 2016, fecha en la que fueron exhumados por decisión del Ayuntamiento de la capital navarra. El 23 de marzo de 2017 fueron enterrados en el Panteón de Regulares número 2 del cementerio municipal de la Purísima Concepción de Melilla.


 

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Ramón Martín

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