Luis Antonio de Borbón y Saboya, duque de Angulema


 

Luis Antonio de Borbón y Saboya, duque de Angulema, nació en Versalles (Francia), el 6 de agosto de 1775. Fue el hijo primogénito de María Teresa de Saboya y del conde de Artois (Carlos X), rey francés entre 1824 y 1830. Durante el reinado de su padre, ocupó la segunda plaza en el orden de sucesión al trono. El 2 de agosto de 1830, tras abdicar Carlos X, fue durante unos minutos rey de Francia, aunque no llegó a ser proclamado. En julio de 1789 abandonó Versalles, junto a su padre, incorporándose al ejército de Condé, formado por la casa de Borbón, en su rama francesa, para luchar contra la revolución. Hasta 1814 vivió con su padre y su tío, el conde de Provenza, mayoritariamente en Inglaterra.

El año 1799, por mandato del conde de Provenza, casó con la hija de Luis XVI, María Teresa Carlota de Francia, “Madame Royale”. En 1814, el conde de Provenza, ya Luis XVIII, le envió a España para luchar contra Napoleón bajo el mando de Wellington, el cual nada más desembarcar   Angulema en la costa de Guipúzcoa, bajo el título de conde de Pradel, le ordenó trasladarse a su cuartel general en San Juan de Luz. Desde allí saldría Angulema el 8 de marzo con el ejército mandado por Beresford en dirección a Burdeos. El día 12, Burdeos se declaró a favor de Luis XVIII, cuando Angulema tomaba posesión de la ciudad en nombre del rey, siendo recibido con entusiasmo por la población. Sus primera decisiones fueron: prometer olvidar y perdonar, garantizando sus propiedades a los compradores de bienes nacionales; también se comprometió respetar la libertad de cultos y mantener en sus puestos a los funcionarios nombrados durante el período napoleónico. Todo esto le granjeó fama de conciliador, lo cual facilitó el paso de muchos franceses a las filas realistas, propiciando la vuelta de los Borbones a París a finales de abril de ese año. Tras su triunfal actuación en Burdeos, Angulema marchó a París, donde recibió de Luis XVIII en mayo de 1814 el nombramiento de gran almirante de Francia.

En marzo de 1815, cuando Angulema, en Burdeos, celebraba el aniversario de los hechos del 12 de marzo de 1814, le llegó la noticia del desembarco de Napoleón en territorio francés. Inmediatamente, el rey, le nombró teniente general del Reino en el Sur de Francia, encargándole organizar las fuerzas realistas en el valle del Ródano; estableció su cuartel general en Nimes atacando a los bonapartistas, donde obtuvo algunos éxitos, ya que tomó las plazas de Montélimar y Valence; pero no pudo evitar que una gran parte de sus tropas se pasaran a Napoleón, teniendo que capitular el 5 de abril, cuando éste entró en París, siendo autorizado a salir del país. Embarcó en Sète en dirección a Barcelona, y de allí a Madrid, donde fue bien recibido por Fernando VII, allí, Angulema, presionó al rey de España para que enviase tropas a Francia en defensa de Luis XVIII, pero al recibir la noticia de la Batalla de Waterloo, retornó a Burdeos y restableció el gobierno de Luis XVIII. Desde allí, ejerciendo un dominio casi absoluto, hizo lo posible para evitar que el ejército español mandado por Castaños entrara en Francia. En agosto volvió a París, donde aumentó su influencia en el Ministerio de la Guerra, tanto que en 1823, Luis XVIII lo puso al frente del Ejército conocido como Los Cien Mil Hijos de San Luis, destinado a derrocar el régimen constitucional y restituir en sus plenos poderes a Fernando VII en España, según lo acordado por la Santa Alianza en el Congreso de Verona de 1822.



El 7 de abril de 1823 atravesó los Pirineos por el Bidasoa al frente de su ejército, avanzando hacia Madrid, donde entró el 23 de mayo. Tres días después, formó una Regencia realista, presidida por el duque del Infantado, encargada de administrar el reino en nombre de Fernando VII, que se encontraba en Sevilla, a quien los realistas consideraban cautivo de los constitucionales. El 12 de junio, el rey y las autoridades constitucionales se trasladaron a Cádiz y Angulema puso sitio a la ciudad, al tiempo que completaban el dominio del resto del territorio español. El 1 de octubre de 1823, tras la capitulación de las autoridades constitucionales, Fernando VII se reunió con Angulema en El Puerto de Santa María y ese mismo día, publicó un decreto por el que derogaba la Constitución y declaraba nulas todas las actuaciones del régimen constitucional. Sin embargo, a partir de entonces, las relaciones entre Angulema y Fernando VII se deterioraron, a causa de la dureza represiva por parte de las nuevas autoridades y de la negativa del monarca a decretar la amnistía, cosa que pretendía Angulema. Éste, decepcionado por la dirección que tomaba la política, abandonó el país. El 2 de diciembre de 1823 entró en París, siendo recibido como un héroe. Pero, vivió los agasajos con amargura, pues consideró que su misión en España había sido un fracaso, al no poder impedir la dura represión contra los constitucionales, iniciada por la Regencia que él mismo había constituido en Madrid y que había tratado de atajar en agosto de 1823 mediante las Ordenanzas de Andújar.

A pesar de que contaba con experiencia militar, los estudiosos discuten la capacidad táctica de Angulema, imputando su éxito en España al grupo de militares que tuvo a su servicio. Con todo, dirigió con prudencia su ejército y trató de evitar que su paso por España fuera gravoso para la población, como lo había sido el napoleónico en 1808-1814. Era, sin duda, contrario a la Constitución de 1812 y se mostró firme partidario de dotar a Fernando VII de plenos poderes, pero rechazaba todo ensañamiento, ya que pretendía la reconciliación del país mediante medidas contemporizadoras porque de esta manera le resultaría más fácil conseguir su objetivo de terminar con el brote revolucionario español, considerado un peligro para Europa. Destacó por su lealtad a la monarquía. Aunque no se le atribuye gran inteligencia, por lo general se le reconoce buen corazón y una excelente disposición a cumplir con su deber, sin embargo, se le achaca un carácter colérico, que combinaba con un cierto complejo por su acusada fealdad física y su tartamudez, que le impulsaban a mantener siempre la mirada baja.

Durante el reinado de su padre, Carlos X, gozó de honores y gran consideración. El 30 de julio de 1830, tras el estallido de la Revolución de Julio, el rey le nombró comandante en jefe del ejército francés, a pesar de cual, fracasó en el intento de mantener en el trono a su padre. El 1 de agosto de 1830 abdicó, al mismo tiempo que su padre, y el 16 embarcaron en Cherburgo en dirección a Inglaterra. Con el título de conde de Marnes, vivieron en el palacio de Hollyrood (Edimburgo), y después en Praga y Gorizia, entonces perteneciente al Imperio Austriaco. En 1839 se ofreció para luchar en España en las filas del carlismo. Murió en Gorizia el 3 de junio de 1844, siendo enterrado, junto a su padre, en la iglesia del Monasterio franciscano de Kostanjevica, en la actual ciudad eslovena de Nova Gorica, cerca de la italiana Gorizia.

Ramón Martín

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