Juan Meléndez Valdés

 


Nacido en Ribera del Fresno (Badajoz) el 11 de marzo de 1754, fue el poeta más destacado dentro de las corrientes líricas del siglo XVIII. Catedrático, fiscal y magistrado, estudió, en 1772, en Salamanca la carrera de Derecho. En Salamanca participó en las academias poéticas dedicadas a los autores clásicos y renacentistas, y en donde, los tertulianos, leían sus propias creaciones. En esa época, Meléndez Valdés adoptó el apelativo poético de Batilo. En 1780 la Real Academia Española convocó su tercer concurso poético, en donde contendieron, entre otros, un poeta que ya gozaba de renombre, Tomás de Iriarte, junto al joven Meléndez Valdés. En el Concurso, debían componer una égloga en alabanza de la vida del campo y Valdés escogió una vía neoclásica: recordó a Garcilaso e hizo que, en estancias llenas de armonía, dos aldeanos celebraran su tranquila existencia con sus pastoras y ganados, cantando y tocando el caramillo. Ganó Meléndez Valdés con Batilo, que era el nombre de la égloga por él presentada.

En 1781, obtuvo la Cátedra de Humanidades en Salamanca, y tuvo ocasión de visitar en Madrid a Gaspar Melchor de Jovellanos, quien acabó siendo su mejor amigo y maestro, especialmente al morir Cadalso en 1782. Gracias a este encuentro, Valdés, encaminó por nuevos derroteros sus inquietudes poéticas, hacia una lírica de tono clásico y, posteriormente, hacia la poesía ilustrada, más preocupada por tocar temas sociales, filosóficos y morales. Ese mismo año obtuvo el grado de doctor; culminación a diez años de estudio. Su carrera literaria recibiría una nueva confirmación en 1784; momento en que, el Ayuntamiento de Madrid convocó un premio que se otorgaría a dos dramas originales, que estuvieran ajustados a las reglas del arte. El jurado, que presidía Jovellanos, eligió Los menestrales, de Cándido M.ª Trigueros, y Las bodas de Camacho el rico, compuesto por Meléndez Valdés.

En 1785, Meléndez Valdés, publicó Poesías, que dedicó a Jovellanos. Hubo una segunda edición, en tres volúmenes, que apareció en 1797. El libro, dedicado a Manuel Godoy, estaba compuesto por algunos de viejos poemas y otros nuevos, en los que reflejaba su compromiso con la sociedad y con sus ideas ilustradas. Es por entonces cuando Francisco de Goya le inmortalizó en un retrato, en el que aparece serio y pensativo.

 


Su nombramiento de Fiscal de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte en Madrid, en 1797, supuso para Meléndez Valdés un período de gran actividad. A pesar de que solo ejerció el cargo durante siete meses, sus dictámenes y discursos, son la base de sus Discursos forenses, publicados en 1821. En 1811 habían aparecido sus Poesías escogidas.

Durante la invasión napoleónica; en un primer momento animó al pueblo a combatir al ejército francés, pero, con el paso del tiempo, su actitud cambió. Permaneció en Madrid, jurando lealtad al rey José Bonaparte, que le nombró Miembro del Consejo de Estado, convirtiéndose en un importante personaje del régimen. Fue nombrado Caballero de la Real Orden de España, Miembro del Instituto Nacional e ingresando en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y en la Real Academia Española. En la retirada de los franceses, en agosto de 1812, se llevaron una gran cantidad de tropas y personas comprometidas con su gobierno (los llamados afrancesados). Su afrancesamiento le acarreó —como a otros compañeros—, consecuencias en la Real Academia Española. A mediados de octubre de 1814, una orden de Fernando VII, destituía a Ramón Cabrera de la dirección y le eliminaba de la lista académica. Así, entre sobresaltos, se llegó al mes de noviembre, cuando en junta del día 8 se comunicó otro deseo de Fernando VII: la eliminación de la lista académica, junto a otras corporaciones e instituciones, de los afrancesados y liberales. De este modo, la Real Academia Española tuvo que prescindir de Vicente González Arnao, Juan Meléndez Valdés y José Antonio Conde. Suerte que también corrieron los supernumerarios Gómez Hermosilla y Juan Antonio Llorente. Los académicos afrancesados: Iriarte, González Arnao, Meléndez Valdés, Conde y Llorente, siguieron a las tropas francesas en su retirada: Valencia, Madrid, y evacuación definitiva a Francia. Allí, en la ciudad de Montpellier, abatido y solo, falleció Meléndez Valdés el 24 de mayo de 1817. En 1866, sus restos retornaron a Madrid por iniciativa de la Real Academia Española, para reposar en el Panteón de Hombres Ilustres del cementerio de San Isidro, junto con sus amigos Goya y Moratín.

Ramón Martín

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