Dionisio Alcalá-Galiano y Pinedo
Nace este ilustre marino en la villa de Cabra (Córdoba) el 8 de octubre de 1760. Pronto demuestra su interés por las cosas del mar, y a los 11 años ingresó como guardiamarina en la Real Armada. Enseguida se distinguió como cartógrafo, siendo destinado a cooperar en la formación de las cartas marinas. En 1776 embarcó en la fragata “Júpiter”, la cual un año después, formaba parte de la expedición de una escuadra, que, al mando del marqués de Casa Tilly, se enfrentó a los portugueses, tomando la isla de Santa Catarina. en la costa de Brasil.
Pasó después a Montevideo, participando como oficial de órdenes del comandante del Rio de la Plata, don Gabriel de Guerra, en el bloqueo y rendición de la Colonia de Sacramento que estaba ocupada por los portugueses. Poco después embarcó en el paquebote “San Cristóbal”, sirviendo durante dos años en aguas del archipiélago de las Islas Malvinas, donde el gobierno español hacía valer su soberanía diez años después del intento francés con Louis Antoine de Bougainville.
Corría el año 1778 cuando es ascendido a alférez de fragata. Se encuentra en Montevideo en el momento de ser declarada la guerra a Gran Bretaña. Con patente de corso apresa a una fragata enemiga. Su regreso a la Península lo hace a borde de la fragata "Santa Bárbara", haciendo su entrada en Cádiz.
Firmada la paz con Gran Bretaña, el Ministerio de Marina entiende la necesidad de perfeccionar los levantamientos topográficos de las costas españolas redactando su derrotero. Para esta misión se nombra a Vicente Tofiño y el personal a sus órdenes en el Observatorio de Marina, asignándole una fragata y un bergantín. Durante los años 1784 y 1785 formó parte Galiano de esta comisión, embarcado en la fragata "Luisa" pasando a continuación destinado al departamento de Cádiz. En 1785 se encarga al capitán de navío Antonio de Córdova, comandante de la fragata "Santa María de la Cabeza", la realización de una expedición al estrecho de Magallanes, con objeto de experimentar si valía la pena acometer su paso a pesar de los fuertes vientos y corrientes, o bien doblar el cabo de Hornos y desafiar los temporales de mar abierto. Galiano, ya teniente de fragata, fue designado para formar parte de dicha expedición, por expresa recomendación de Tofiño. Otra expedición fue la que determinó la verdadera posición de las islas Terceras.
Nuevamente vemos a Galiano metido de lleno en una expedición. Esta vez fue en la llevada a cabo en 1789 por el capitán de navío Alejandro Malaspina, con las corbetas “Descubierta” y “Atrevida”, la primera mandada por Malaspina, jefe de la expedición y la segunda por José de Bustamante y Guerra. Esta expedición se efectuaba no sólo con fines hidrográficos y astronómicos sino también para estudio de la botánica y de las ciencias naturales en general, a cuyo efecto embarcaron naturalistas y dibujantes. Otro importante objeto era conocer el estado de las colonias españolas y sus necesidades. Galiano en esta expedición, trabajó con su ahínco acostumbrado y publicó al final una interesante “Memoria” con el resultado de sus observaciones astronómicas y cálculos náuticos.
Buenos colaboradores de Galiano fueron entre otros los tenientes de navío De la Concha y Vernaci. Los buques de Malaspina costearon la costa de América del Sur, tocando diferentes puertos y fondeando en diversas bahías; exploraron parte de las costas occidentales de América del Norte y regresaron a Acapulco. Donde recibieron la orden de efectuar una detallada exploración para comprobar la idea de la existencia del Paso del Norte, unión entre los océanos Atlántico y Pacífico, como había asegurado el navegante español Ferrer de Maldonado y también Juan de Fuca.
Se propuso al virrey que los capitanes de fragata don Dionisio Alcalá Galiano y Cayetano Valdés dejasen la expedición de Malaspina, tomasen el mando de las goletas “Sutil” y “Mejicana” y llevasen a cabo un extenso reconocimiento del estrecho de Juan de Fuca. Como segundos iban los tenientes de navío Vernaci y Salamanca; Galiano, como más antiguo, mandaba la expedición. Ambos buques eran de muy poco calado, idóneos para navegar por canales de poco fondo; la “Sutil” aparejada de bergantín y la “Mejicana” de goleta, bien pertrechadas de instrumentos astronómicos, antiescorbúticos y de objetos de rescate para regalar y cambiar a los indios.
Visitaron el puerto de Nutka, donde había un puesto español con varios buques españoles. Obtuvieron la longitud de Nutka y procedieron a efectuar los reconocimientos ordenados luchando con las rápidas corrientes y los fuertes vientos encajonados entre altas montañas. Encontraron buques británicos y con los oficiales de dicha nacionalidad puso Galiano de manifiesto sus dotes diplomáticas. Trabó conocimiento y cortés amistad con el célebre explorador Vancouver. Con él los españoles cambiaron información sobre los descubrimientos realizados y una vez reconocidas todas las calas, y no hallada salida alguna, dieron por terminadas estas exploraciones, demostrándose el carácter apócrifo del viaje que daba al estrecho de Fuca como canal de unión entre los dos océanos. Volvieron a California y fondearon en el puerto de San Blas. Desarmadas las goletas, Galiano regresó a España vía México y Veracruz, llegando en los últimos meses del año 1794; había sido ascendido a capitán de navío en enero de ese mismo año. Se considera a Galiano como inventor del procedimiento de hallar la latitud por observación de altura polar, de un astro a cualquier distancia del meridiano. Mendoza, en la edición de sus tablas de 1809, se atribuye la paternidad del procedimiento. Quizá fuese también inventor por su lado, pero lo cierto es que Galiano lo fue antes, como queda demostrado en la “Memoria” de sus observaciones de longitud y latitud publicadas en 1796. Trata en ella, de cómo hallar la longitud de un lugar por dos alturas del Sol observadas fuera del meridiano; deducirla por algunas estrellas en los crepúsculos, aunque estén distanciadas de él; hallar la longitud por la distancia de la Luna al Sol o a una estrella.
De regreso a la corte obtuvo el hábito de la Orden de Alcántara por cédula real de 5 de diciembre de 1795. La fama adquirida en sus anteriores trabajos le hizo ser designado para levantar el nuevo mapa topográfico de España, una vez firmada la Paz de Basilea. Cuando todos los preparativos estaban ultimados, la desgracia en que cayó Malaspina arrastró a los que eran sus amigos, incluso los no complicados en la conspiración contra Godoy, que le llevó a la prisión y al destierro. Galiano fue destinado al departamento de Cádiz en cuyo puerto le fue conferido el mando del navío “Vencedor”.
El Tratado de San Ildefonso renovó las alianzas con Francia el 18 de agosto de 1796. Ello trajo consigo el ataque a Cádiz por los británicos, una escuadra al mando de Nelson intentó el bombardeo de la ciudad, en cuya defensa Galiano tomó parte principal y decisiva, al mando de algunas de las famosas “cañoneras”. En 1798 Galiano es comandante del navío “San Fulgencio” y con él, en una noche tempestuosa, fuerza el bloqueo de Cádiz, realizando un viaje a América en busca de caudales de que estaba tan necesitada la Hacienda. A los veintiocho días de la salida llegó a Cartagena de Indias, continuando después a Veracruz. De allí, con varios buques regresó a España, pasando antes por La Habana donde quedaron las fragatas “Juno” y “Anfitrite”, entrando en Santoña pese a la persecución de que le hicieron objeto los británicos. Para burlarles remontó hasta cerca de los bancos de Terranova. Componía su división los navíos “San Fulgencio” y "San Ildefonso" y las fragatas “Esmeralda”, “Clara” y “Medea”; trajo en ellos un total de siete millones de duros (monedas de a ocho reales) y diversos productos coloniales.
El buen éxito de la expedición hizo que se pensase en repetirla y para ello pasó Galiano a Ferrol y sin ver a los suyos, se dispuso a volver a América, en el navío “San Pedro de Alcántara” cuyo mando había tomado. A la ida burló a sus perseguidores, pero no así a la vuelta, pues habiendo entrado en La Habana, procedente de Veracruz como la vez anterior, cuando llegó la hora de salir, encontró vientos contrarios, así como a fuerzas británicas en superior número. En La Habana le sorprendió la Paz de Amiens; después de firmada ésta, se encomendó a Galiano la traída de la segunda remesa de plata, que vino a España.
A su regreso a Cádiz le fue conferido el mando del navío "Bahama" de 74 cañones: "Feo en su exterior, lo describe su hijo Antonio, aunque hecho de soberbio maderaje de cedro con tablazón de grandes dimensiones, encogido de proa y popa, mal configurado así como airoso de costado, muy velero navegando a un largo, aunque ciñendo el viento no era de los más finos y buque por otra parte destinado a servir, al que en esta ocasión tomaba su mando, de glorioso teatro de sus hazañas y muerte en un memorable y fuerte combate". El buque formaba parte de una escuadra que debía ir a Nápoles a buscar a la futura princesa de Asturias, pero la boda con el príncipe don Fernando se aplazó y la escuadra entró en Argel en visita de miras diplomáticas.
La escuadra pasó seguidamente a Cartagena y allí el "Bahama" fue incorporado a la escuadra del marqués del Socorro destinada a ir a Nápoles a buscar a la princesa María Antonia. Con motivo de la boda de los príncipes ascendió Galiano a brigadier, no quedando contento por considerar que no debía recibir como merced entre las conferidas a muchos, lo que en justicia y como distinción le correspondía. Manifestó su disgusto a Godoy y poco después se le comunicó que S.M. concedía a su hijo la gracia de alférez de fragata, con el privilegio que fuese educado precisamente a las órdenes de su propio padre; pero Galiano, tenía otros planes para su hijo, y no aceptó esta gracia. Estando en Nápoles a donde llevaron a los príncipes de aquel reino, Galiano transbordó a la fragata “Soledad”, con orden de dirigirse a los mares de Grecia y Turquía y levantar las cartas del Mediterráneo Oriental; de cuyos parajes no había entonces en Europa, más que una mala carta británica con errores capitales, hasta en las latitudes de las islas y escollos que las forman.
Entre ellos navegó en el mes de diciembre; marcó y situó astronómicamente todas aquellas islas e islotes y continuó su camino hasta Buyukdere y embocadura del mar Negro. De regreso a España, formó la carta de aquellos parajes, viajando al efecto a Madrid llamado por real orden.
Otra real orden le desterraba de la corte con destino a Cádiz, donde estaba el 16 de septiembre de 1805 ocupado en escribir la relación del viaje, que no había podido terminar en la capital. Ya desde el 12 de diciembre de 1804 existía estado de guerra con el Reino Unido, por la injusta agresión llevada a cabo contra cuatro fragatas españolas a la altura del cabo de Santa María.
Cuando empezaron los armamentos en el departamento de Cádiz, Galiano se dirigió al Príncipe de la Paz, rogándole le confiriese un destino que pudiese servir a su Patria con las armas. Se le dio el mando del navío "Glorioso", que permutó por el “San Leandro”, y a finales de mayo tomó de nuevo el mando del "Bahama". La escuadra combinada entró en Cádiz después de la expedición contra la Martinica, y las fuerzas del general Álava quedaron a las órdenes de Gravina La débil escuadra bloqueadora de Collingwood se fue reforzando más y más. Galiano se ofrece de nuevo para forzar el bloqueo e ir a América en busca de caudales. Ordenada por Napoleón a Villeneuve la salida de la escuadra, se convocó a bordo del buque insignia un consejo de guerra al que asistieron Churruca y Galiano como únicos brigadieres, el segundo en calidad de comandante del Cuerpo de Pilotos.
Al refutar la opinión general de los españoles, expuesta por Escaño, de ser contrarios a la salida sin esperar un debilitamiento de los británicos, el contralmirante Magón se expresó de manera harto inconveniente. Galiano, de carácter vehemente, le replicó con acaloramiento, llegando al punto de temerse un duelo entre ambos.
Galiano había acompañado a su familia, dos días antes a Chiclana, con la idea de volver pronto, pues era cosa decidida que la escuadra no saldría. No obstante, en la madrugada del día diecinueve de octubre salió el "Bahama" formando parte de una división avanzada mandada por Magón. Ya fuera toda la escuadra, el "Bahama" formaba parte de la segunda división de la escuadra de observación mandada por Gravina. En la mañana del día 21 quedó en la línea a retaguardia, entre el "Plutón" y el “Aigle”, ambos franceses.
Galiano presentía el duro golpe que iba a recibir España en su marina y estaba resuelto a perecer con honor. Dirigiéndose al guardiamarina Brutón, su pariente, y señalándole la bandera, le dijo: "Cuida de no arriarla, aunque te lo manden, porque ningún Galiano se rinde y ningún Brutón debe hacerlo". El "Bahama" se batió heroicamente con dos navíos enemigos y en algún momento con tres. Galiano recibió primero una contusión en la pierna a consecuencia de un balazo que le dobló el sable; después un astillazo en la cara que le hacía perder mucha sangre, negándose a dejar su puesto; otra bala le arrebató el anteojo de las manos y por último otra de mediano calibre le destrozó la cabeza quitándole la vida.
Desarbolado el buque y todo cubierto de cadáveres, el teniente de navío en quien recayó el mando, juzgando toda resistencia inútil y hallándose ya el navío falto de todo poder combativo, ordenó arriar la bandera, cosa que no tuvo que hacer el guardiamarina Butrón que ya había sido herido gravemente. El furioso temporal que siguió al combate arrojó al "Bahama" contra la costa.
Recibió sepultura en la mar y su recuerdo es perpetuado en el Panteón de Marinos Ilustres con una lápida, colocada en la tercera capilla del Oeste, que dice lo siguiente:
A la memoria
del Brigadier de la Armada
Don Dionisio Alcalá Galiano,
muerto gloriosamente sobre el navío de su mando
el Bahama en el combate de Trafalgar
el 21 de octubre de 1805
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