Antonio de Escaño y García de Cáceres



    Nacido en Cartagena el 5 de noviembre de 1752, falleciendo en Cádiz el 11 de julio de 1814, en una ilustre familia de militares de Marina. Su padre Martín de Escaño Arizmendi, era natural de Córdoba, capitán de Infantería del batallón de galeras de España y alcalde perpetuo y noble de Cartagena, y su madre María Cristina García de Cáceres Garro. Tuvo cinco hermanos, Antonio, era el cuarto de los hermanos, y sentó plaza en el Cuartel de Guardias Marinas de Cádiz, el 8 de julio de 1767, siendo Jorge Juan capitán de esa única compañía. Terminado el año de estudios, embarcó en el navío Terrible y cruzó al corso entre los cabos San Vicente y Santa María. El barco pasó a hacer reparaciones al arsenal de Cartagena y allí, Escaño, es destinado al jabeque Vigilante, combatiendo contra dos escampavías argelinos. A las órdenes de Barceló se distinguió en dos encuentros contra los jabeques argelinos Las y  Sain, posteriormente agregados a la Armada con los nombres de San Narciso y Nuestra Señora del Pilar

    Al ascender a alférez de fragata en 1770, es agregado a los batallones de Marina de Cartagena y luego a ayudante del Real Cuerpo de Artillería. El 26 de octubre embarca en el Vencedor de la división del marqués de Casa Tilly, pero la necesidad de oficiales en los jabeques le lleva a embarcar en el Atrevido, con el que hace campaña. Una vez desarmados los jabeques en 1773, se le destina a la fragata Santa Clara y después al navío Astuto, a petición de su comandante Miguel Gastón, pasando a Cádiz. Ascendido a alférez de navío, un año después, embarca en el Santo Domingo, que estaba mandado por Fermín Lastarría, que se dirige al Río de la Plata. Destinado en tierra, en Buenos Aires, tuvo un duelo con un jinete del país y recibió un par de coces en el pecho. Pasada la gravedad, fue a Montevideo y, a continuación, parte para Cádiz, donde desembarca el 16 de diciembre, y se entera que ha sido ascendido a teniente de fragata. Estamos en 1776, y pasa a Cartagena a reponerse, dedicándose al estudio de la Historia y de los códigos militares.

    En 1778, ascendido a teniente de navío y recuperada la salud, se le destina a la escuadra de don Luis de Córdova, embarcando sucesivamente en los navíos Fénix y Santísima Trinidad, recibiendo el encargo del detall de armamento del San Nicolás, donde destacó, y su comandante lo recomendó para ayudante del Estado Mayor de la escuadra; empezando a poner en práctica los conocimientos que había adquirido durante su licencia. Sirvió con los mejores generales, especialmente con el que había de ser su mejor maestro don José de Mazarredo, quien se impuso a tarea de formar junto a él la mejor escuadra de la época. En el combate de cabo Espartel contra la escuadra del almirante Howe, en 1782, los ingleses quedaron admirados por la pronta formación de la línea de combate. Mazarredo dijo que la razón del éxito era la prontitud y el acierto con que Escaño hizo obedecer sus órdenes.

    Al firmarse la paz, una vez desarmada la escuadra según la costumbre de la Armada Española, asciende a capitán de fragata en 1782, dándosele el mando de una división que estaba compuesta por la fragata Colón, los bergantines Infante y Vivo y las balandras Tártaro, Primera Resolución y Segunda Resolución destinada a cruzar en el Mediterráneo. Mandando el Infante, intervino en la desgraciada expedición de Argel de 1783. El 27 de agosto de ese año fue nombrado primer ayudante del subinspector del Arsenal de Cartagena. Luego pasó a mandar la fragata Casilda, afecta a la división de jabeques del capitán de navío Joaquín de Zayas, reanudando el incesante cruzar contra moros y berberiscos. Más tarde formó parte de la división de Mazarredo, embarcado en el San Ildefonso, encargado del estudio comparativo entre los tipos de construcción inglesa y francesa. Durante las pruebas, a fin de comparar la ligereza del navío capitana y de la Casilda, mandó Mazarredo que se largase toda la vela. El navío lo aguantó bien, no así la fragata que se escoró peligrosamente. Instaban a Escaño a cortar la vela, a lo que repuso: “Al general le toca mandarlo él lo ha dispuesto y nos mira”. Continuó hasta que se rindió el mastelero mayor, y se terminó la prueba, adrizándose inmediatamente el buque. Terminado este crucero, Mazarredo se dedicó a la reforma de las Ordenanzas Generales de la Armada Naval, llevándose consigo a Escaño, al que encomendó el Tratado 3.º, Título 1.º, “Del cargo y obligaciones del comandante de un bajel”, de cuya acertada redacción dijo Mazarredo: “es lo más completo de mi obra”. Estas Ordenanzas, estuvieron en vigor hasta el último cuarto del siglo XX y sirvieron de modelo a varias marinas. El año 1789, ya capitán de navío y antes de terminar la recopilación, tomó el mando del navío Conde de Regla, en el que izaba su insignia Mazarredo como segundo jefe de la escuadra del marqués del Socorro. Escuadra reunida en 1790, a causa de la crisis hispanobritánica originada por el incidente de Nutka, pasando luego al San Hermenegildo. Pero al no moverse la escuadra, fueron enviados ambos a Madrid a continuar su trabajo, en 1791.

    En junio de 1793, terminado éste y declarada la guerra a la República Francesa, se le dio a Escaño el mando del navío San Fulgencio, de 74 cañones. En la bahía de Rosas, el barco se integra en las fuerzas que debían apoyar al general Ricardos en su campaña del Rosellón. En esta campaña pudo aplicar sus estudios de química en la lucha contra las calenturas pútridas que azotaban a las dotaciones. Estando Tolón en poder de la escuadra angloespañola, se ordenó al San Fulgencio llevar, desde Rosas a los regimientos Mallorca e Hibernia con los que el general Ricardos apoyaba a las fuerzas de las escuadras de Lángara y de Hood que defendían aquel puerto de los ataques de los revolucionarios franceses. Pasó a Génova a hacerse cargo de un convoy, con el que se remedió bastante la situación de la sitiada plaza. Al llegar a Tolón recibió orden de acoderar su navío cerca del arsenal para contribuir a la defensa, pero pronto salió en comisión hacia Cerdeña en busca de trigo, en Caller (Cerdeña), se presentaron grandes dificultades para obtener las veinte mil fanegas de trigo requeridas. Escaño se presentó ante el virrey, el cual ordenó que se embarcase el trigo. En Menorca, ordenó alistar socorros para la llegada de los buques, cuya retirada de Tolón preveía, y así sucedió, ya que al iniciarse el año 1794 llegó la escuadra española con los fugitivos de aquella plaza.

    Ascendió a brigadier por méritos contraídos en 1794 y tomó el mando del San Ildefonso, sintiendo dejar el San Fulgencio. Llevó emigrados franceses a Liorna y hasta Gaeta, donde desembarcó tropa napolitana. El embajador de España en Roma, Nicolás de Azara, dijo de él: “El comandante del navío San Ildefonso es una cabeza privilegiada; marino que nada tiene que envidiar al más engreído britano”. Regresó enfermo a Cartagena con la escuadra del general Juan de Lángara, que trajo a España al príncipe heredero de Parma, después rey de Etruria, que había de casar con la infanta María Luisa de Borbón. Se retiró a casa durante seis meses, el 15 de mayo de 1794. Ya repuesto, pasa a la Mayoría General de la escuadra del Océano, confiada al teniente general Mazarredo en 1796, que arbolaba su insignia en el navío Purísima Concepción, que se encontraba fondeado en Cádiz.

    Cuando se dio a Lángara el mando del Departamento de Cádiz, pasaría Mazarredo a hacerse cargo de la escuadra del Mediterráneo, llevándose consigo a Escaño y al navío Concepción.

    La Paz de Basilea de 1795 y el posterior Tratado de San Ildefonso de 1796 nos vuelven a ligar a Francia; el 6 de octubre España declara la guerra a Inglaterra, quien continúa con su habitual política de hostigamiento a los navíos españoles. Escaño, que siguió de mayor general de todas las fuerzas, expuso a Mazarredo el mal estado de los barcos, lo que éste elevó al Gobierno. El nuevo ministro, Pedro Varela, le quitó el mando el 18 de agosto de 1796, por considerarle partidario del ministro anterior. Escaño, pidió licencia para ir a los baños de Alhama y terminó el año 1796 entregado al estudio y confección del Diccionario de Marina que redactaba con Churruca por orden superior.

    A principios de 1797 se le da el mando del Príncipe de Asturias, un navío de 112 cañones, con el que participa en el combate del 14 de febrero contra los ingleses mandados por el almirante Jervis, frente al cabo San Vicente, arbolando la insignia del general Juan Joaquín Moreno en la escuadra de José de Córdoba. El navío se comportó eficazmente en el combate, salvando a los navíos Santísima Trinidad y Soberano de ser apresados, e impidió que los navíos Concepción y Mejicano fuesen batidos. Tuvo diez muertos y diecinueve heridos en el combate y sufrió considerables averías en el casco y en el aparejo. En el posterior Consejo de Guerra para juzgar la acción, sólo se habló de Escaño para alabar su conducta y el buen comportamiento de su barco. Recibiría por ello la Encomienda de Carrizosa de la Orden de Santiago en 1799. También Napoleón, en nombre de la República, le entregó un brillante sable y un par de magníficas pistolas de la fábrica de Versalles.

    Como consecuencia de este combate fue nombrado para mandar la escuadra el anciano general Borja, pero el rey designó a Mazarredo y éste consiguió que Escaño embarcase con él de mayor, el 1 de abril de 1797, tomando pocos días después, el mando del navío Concepción, que era el insignia. Escaño se dispuso a hacer de este barco un modelo, al tiempo que reorganizaba la escuadra y alistaba las embarcaciones necesarias de la fuerza con que Mazarredo defendió Cádiz, neutralizando a los navíos ingleses de Nelson que bloqueaban el puerto. Esperaban a los franceses para marchar sobre Menorca en poder de los ingleses. Pero, la escuadra francesa del almirante Bruix pasó de largo y embocó el estrecho de Gibraltar el 12 de mayo de 1799, la española salió de Cádiz en su seguimiento, decidida a emprender en solitario la expedición de Mahón; más un fuerte temporal en el golfo de Vera la obligó a refugiarse en Cartagena. Al llegar los franceses, un mes más tarde, se formó una escuadra que salió con dirección a Cádiz, y de allí dio la vela para Brest, donde fondeó el 9 de agosto, quedando bloqueada por tierra por los realistas vendeanos y por mar por los ingleses. El mando de la escuadra recayó en Gravina al cesar el general Mazarredo por presiones del primer cónsul sobre Carlos IV, a causa de sus discrepancias con el general. Escaño continuó como capitán de bandera y mayor general.

    Con la Paz de Amiens de 1802, regresa la escuadra a Cádiz, dejando en manos de los franceses el Conquistador y el Pelayo. Al deponerse a Mazarredo, también se relegó a Escaño al Departamento de Cádiz. Cesó el ministro Caballero y fue relevado por el general Grandallana, quien, se quedó sorprendido cuando Gravina lo llevó ante el rey para decir al Monarca: “Señor, me creo obligado a hacer presente a un rey justo la injusticia que se ha cometido con el primer oficial de la Marina española, postergándolo en una promoción que acaba de publicarse; y, sin nombrarlo, V. M. y su ministro conocerán hablo del brigadier Escaño, tan digno de ceñir la faja, por lo que postrado a los reales pies no pido gracia sino justicia”. Dos días después, con cerca de 50 años, era promovido a jefe de escuadra. Se le destinó a Ferrol como comandante de los Tercios Navales del Norte en 1803. Allí estuvo hasta febrero de 1805, ya que, al declarar España la guerra a Inglaterra el 12 de diciembre pasado, Gravina, que fue nombrado para el mando de la escuadra, pidió llevar con él a Escaño como mayor general, empezando a ejercer sus funciones en Cádiz el 19 de  marzo a bordo del navío Trinidad, pasando al día siguiente al Argonauta.

    El 9 de abril apareció en Cádiz el vicealmirante Villeneuve con la escuadra francesa, para levantar el bloqueo, incorporándose a ella la división de Gravina, ambas escuadras transportaban tropas de desembarco. Sale esta escuadra el día 10 y se dirigió a la Martinica fondeando en Fort-Royal el 14 de mayo, atrayendo hacia allí a la escuadra inglesa de Nelson, como estaba previsto, y regresando a Ferrol y a Brest para hacer posible el proyectado desembarco en Inglaterra. Al conocer que la escuadra de Nelson le seguía, Villeneuve, de acuerdo con Gravina, determinó regresar a Europa. Salieron el día 9 de junio y al amanecer del 22 de julio, con niebla muy espesa, entablarían combate, poco decisivo, con la escuadra inglesa de Calder cerca del cabo Finisterre, en el que se perdieron los navíos españoles Firme y San Rafael. En Inglaterra se publicó como una victoria, pero el almirante Calder fue separado del mando y juzgado en Consejo de Guerra.

    Villeneuve, fondeado en la ría de Ares, tenía orden de dirigirse a Brest, pero el 13 de agosto optó por llevar los barcos a Cádiz, donde entró el 20. Gravina, que tenía el mando de las fuerzas navales surtas en Cádiz, tras conocer la opinión de Escaño, le encarga a éste, armar una fuerza similar a la empleada con eficacia en 1797. Pero Napoleón había ordenado a Villeneuve salir urgentemente hacia Tolón, y así tras un borrascoso Consejo de Guerra, celebrado el 8 de octubre de 1805, se hizo a la mar el día 20, para reñir al día siguiente la desgraciada acción del 21 de octubre.

    Gravina arbolaba su insignia en el Príncipe de Asturias, donde combatió heroicamente. Le había dado una consigna a Escañó: “pelear hasta morir”, y éste mandó arribar, presentando al enemigo toda la banda. Al ser herido, el general le dice: “Continuar sin descanso la pelea”; y así se hizo. Poco después recibió Escaño un astillazo en una pierna. Cuando le advirtieron que le rebosaba la sangre por la caña de la bota, dijo, “no es nada”, y cayó desmayado. Fue bajado a la cámara y, una vez hechas las primeras curas, quiso subir de nuevo al alcázar, donde perdió otra vez el conocimiento. Al recuperarlo, llamó a consejo a los comandantes de los navíos próximos, para acordar las medidas necesarias y socorrer a los navíos naufragados. El Príncipe tenía acribillados los palos mayor y mesana, y sin jarcias, a pesar de lo cual, no cesó el fuego ni arrió la insignia. Organizando la retirada de los buques que pudieron librarse del desastre y él mismo, a remolque de la fragata Thémis, entró en Cádiz, la noche del día 22 junto a ocho barcos más. Una vez fondeados en Rota, manda hacer una salida, frustrada por el mal tiempo, saliendo de nuevo el 23 para salvar los restos de la escuadra y represar a los que habían quedado en manos de los ingleses. Regresan con el Santa Ana y el Neptuno español. Escaño fue promovido a teniente general de la Armada. Pero fue ésta su última campaña marítima, aunque continuó desempeñando la mayoría general de la escuadra hasta el 1 de mayo de 1806. Gravina moriría en sus brazos en Cádiz de resultas de sus heridas pronunciando estas palabras: “Mi bastón de mando, aquel que nunca se ha separado de mi lado se entregue en cuanto fallezca, al dignísimo general Escaño, como prueba pública de haberlo empuñado bajo mi nombre”.

    El 3 de marzo de 1807, es designado por Godoy ministro del Consejo Supremo del Almirantazgo recién creado y, al mes siguiente, se le nombra honorario de la Real Academia de la Historia. Al estallar el movimiento de independencia de 1808, se negó a jurar al rey intruso, rechazando varios destinos, entre ellos el que le ofrecía el general Murat de mandar una escuadra que llevaría tropas desde Ferrol al Río de la Plata, que estaba siendo amenazado por una expedición inglesa. Se resistió hasta a los deseos de su amigo el general Mazarredo, nombrado ministro de Marina, al abrazar la causa de José Bonaparte.

    El 31 de julio, los franceses salieron de Madrid y la Junta Central Suprema y Gubernativa del Reino, se instaló el 24 de septiembre en Aranjuez nombrando a Escaño secretario de Estado y del Despacho de Guerra el 15 de octubre de 1808; por lo que se trasladó al Real Sitio haciéndose cargo del Ministerio. En el dio nuevas pruebas de su gran valía. La Junta Central quiso recompensarle por su celo, nombrándole, el 8 de febrero de 1809, virrey y capitán general de las provincias de Buenos Aires, a lo que pidió que se le eximiese de aceptar el cargo por hallarse la nación en peligro.

    La guerra con los franceses, trajo consecuencias encaminadas al establecimiento de un régimen constitucional en España. Merecen citarse las Regencias, en las que formaron parte oficiales de la Armada, siendo Escaño uno de los cinco Regentes, lo cuales a partir de la reunión de las Cortes el 24 de septiembre, cayeron en desgracia, y estas mismas Cortes que ellos habían convocado, los desterraron, obligándoles a abandonar Cádiz y la Isla de León el 28 de octubre de 1810. A Escaño se le mandó al reino de Murcia, aunque se aplazó indefinidamente la ejecución de esta orden y continuó en Cádiz siguiendo de cerca los acontecimientos. En su retiro, continuó sus estudios y se dedicó a escribir sobre las acciones en las que había intervenido.

    En 1814, próximo su fin, otorgó testamento. Su colección de instrumentos náuticos fue repartida entre personas que los apreciasen y los usasen. Murió el 12 de julio de un ataque de apoplejía cuando estaba sentado a la mesa para almorzar; contaba sesenta y un años y llevaba cuarenta y siete de servicio.

    El 15 de julio de 1814 el director general de la Armada traslada a Escaño el nombramiento de capitán general de Cartagena que el Rey se ha servido conferirle, ignorando su defunción. El 10 de enero de 1815, su albacea, el brigadier Ramón de Herrera, recibió del ministro de Marina un oficio pidiéndole la remisión del manuscrito original del Tratado de Táctica Naval de Escaño, así como sus opúsculos y toda su obra inédita, orden que el albacea cumplimentó el día 27. Antonio de Escaño murió soltero.

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