Cosme Damián Churruca
Nació en Motrico (Guipúzcoa), el 27 de septiembre de 1761. Era hijo de don Francisco de Churruca y doña María Teresa de Elorza. Los primeros estudios los recibió en el seminario conciliar de Burgos, allí conoció a un joven oficial de Marina, sobrino del arzobispo de Burgos, con el cual despertó en él su afición a las cosas de la mar. Al concluir sus estudios, corrió junto a sus padres, para solicitarles permiso para lanzarse en busca de los peligros, fatigas y escaseces de la vida del marino.
El 15 de junio de 1776 vistió el uniforme de guardiamarina con sus quince años. Su ascenso a alférez de fragata fue el premio a los brillantes estudios realizados en las escuelas navales de Cádiz y Ferrol durante dos años, sobresaliendo entre todos sus compañeros. Pero no es hasta octubre de 1778, cuando pone el pie por primera vez en la cubierta del navío "San Vicente", que está al mando del bailío don Francisco Gil y Lemus, dando a conocer sus admirables disposiciones de marino. Es aquí, donde Cosme, pone en evidencia su arrojo frente a los peligros y su aptitud para aminorar los riesgos mediante el estudio de las maniobras. El 13 de diciembre de 1781 pasó a la fragata "Santa Bárbara", al mando de don Ignacio de Álava.
En el sitio de Gibraltar se distinguió acudiendo a apagar el incendio de las flotantes y llevando socorro, con el bote de la fragata, a las tripulaciones de los buques incendiados, entre un diluvio de metralla que despedían las baterías de la plaza y las explosiones de las baterías que ardían. Al suspenderse la lucha, con la paz firmada en 1783, solicitó y obtuvo el ingreso en la Academia de Ferrol. Su admisión a pesar de no haber vacante, se le añadió el cargo de ayudante de guardiamarinas. Al año siguiente sustituía a los profesores de varias clases, y en 1787 se granjeó la admiración del numeroso auditorio.
El gobierno determinó que, el capitán de navío don Antonio de Córdoba continuase sus exploraciones del estrecho de Magallanes, pidiendo a don Cosme, ya teniente de navío, que le acompañase. A él le cupo la parte astronómica y geográfica de aquella expedición científica. Grandes fueron los peligros y penalidades en mares en los que reina casi de continuo el vendaval. En unión de su compañero de armas y de estudios don Ciriaco Cevallos, hizo un trabajo completo de reconocimiento del estrecho en dirección al océano Pacífico. Grandes fueron las penalidades, que acabaron con su salud. Cayó gravemente enfermo y sintió amagos de escorbuto, que felizmente no fueron a más. En 1789 es agregado al Observatorio; si bien aún convaleciente. Al año es llamado a ser ayudante del mayor general de la escuadra, el marqués del Socorro; hace la campaña y vuelve a su puesto.
El ministro de Marina determinó que saliera una expedición científica formada por dos secciones, una de las cuales debía recorrer las islas y costas del golfo mejicano y la otra el resto de las del continente, con el fin de formar el atlas marítimo de la América septentrional. Consultó el ministro, la elección del oficial que debía mandar la interesante expedición, al ilustre marino, José de Mazarredo, el cual, sin titubear propuso a Churruca. Una real orden de 10 de noviembre de 1791 puso término al descanso del hábil marino, sin que fueran obstáculo ser capitán de fragata, y tener treinta años, cuando tantos oficiales de más alta graduación y de más años podían reclamar el honor que se le concedía. Nadie murmuró, nadie puso en duda lo acertada de la elección.
Fue a Madrid a conferenciar con el ministro y con Mazarredo, para informarse de los objetivos que pretendía el gobierno. Cumplida esta primera parte, se embarcó en Cádiz el 17 de junio de 1792 y dio la vela en ese día con su grupo, compuesto de los bergantines "Descubridor" y "Vigilante". Dos años y cuatro meses duró la campaña científica, con todos los incidentes ordinarios, a los cuales vino a sumarse la guerra marítima con Francia. Cumplió plenamente su misión, y sus trabajos merecieron el aplauso universal y fue nombrado general. Publicadas sus Memorias, se asentó entre los más afamados en el mundo científico. Mas tan dura como gloriosa campaña no se realizó, sin grave menoscabo de su salud, de suyo poco robusta.
Se embarcó en la Habana y regresó a España en el navío "Conquistador", de segundo comandante. De Cádiz, donde arribó, pasó a Madrid, donde recibió en premio de sus servicios el ascenso a capitán de navío, con fecha anterior de casi dos años. Su mala salud no le permitió concluir la historia de su campaña y esa misma circunstancia hizo postergar la publicación de las treinta y cuatro cartas esféricas y mapas geométricos. En 1802 publicó la carta esférica de las Antillas; la geométrica de Puerto Rico salió poco después. Así en los años sucesivos, fue publicando otros trabajos.
En 1797 fue nombrado mayor general de la escuadra al mando de Mazarredo. Cosme, fue el encargado, a instancias de Mazarredo, de examinar algunas llaves de artillería para poder introducirlas en la Real Armada y modernizarse en este apartado. Churruca ideó una llave que parecía aventajarse a la que utilizaban otras marinas extranjeras, por lo que fueron aceptadas y aprobadas, comunicando por R.O. del 14 de abril de 1801 para que se generalizase su uso en los buques de S.M. Aunque para Trafalgar no hubo suficientes para surtir más que a un par de buques. En 1798 obtuvo el mando del navío "Conquistador", el cual estaba en un estado lastimoso, tanto con respecto al armamento como a su tripulación. En poco tiempo hizo del navío a su mando un modelo en todos los sentidos.
Nuestra alianza con Francia exigió que una escuadra española se incorporara a otra francesa en el puerto de Brest. Pasó con el navío y la escuadra de que formaba parte, de Cádiz a Brest, donde fondeó el nueve de agosto de 1799. Allí escribió una instrucción militar, que imprimió y repartió a sus compañeros, estableciendo en la Armada una más completa y severa disciplina. Durante su estancia en el general de la escuadra mandó que entrase en uno de los diques de Recouvrances, cuando un buque de guerra va a entrar en dique, tiene el jefe de ingenieros que prepararle “la cama”, o sea los piques en que ha de ajustar su quilla en la forma conveniente para que, el quebranto del buque no se aumente cuando quedando en seco y apuntalado, descansa toda su mole sobre dichos piques. Para formar la línea de éstos en relación con el referido quebranto, pidió el ingeniero Guignard al comandante los calados de popa y proa y también de su batería. Deseoso Churruca de saber cómo utilizaba el ingeniero aquellos datos, se lo preguntó; más el francés se negó a satisfacer su curiosidad, diciéndole que era un secreto.
Picado en su amor propio como científico, por tan necia negativa, se encerró en su cámara durante dos días enteros, haciendo cálculos que le diesen el resultado del famoso secreto del francés. Lo halló y radiante de alegría, salió al alcázar, exclamando: ¡lo encontré!, ¡lo encontré! Efectivamente, había encontrado ese secreto, mediante una fórmula matemática, hoy ya muy conocida, merced a la cual se preparó la línea de piques, para que el navío entrase a carenar sobre ellos.
Siempre ocupado por mejorar cuanto se relacionara con la Marina, empleaba su permanencia en Brest a perfeccionar y simplificar las maniobras. Cuando recibió del gobierno el encargo trasladarse a París con una misión científica, el primer cónsul Bonaparte, quiso verle y le acogió con las mayores demostraciones de aprecio. Su estancia en la capital, debía dejar en Churruca recuerdos muy gratos. El primer cónsul le hizo entrega de un sable de honor, prenda muy estimada para un valiente. El general Gravina, comandante de la escuadra, salió a recibir al comandante del "Conquistador", cuando regresó desde París a Brest, acto que decía a toda la población el alto aprecio en que el general en jefe tenía a uno de sus subordinados, parecía que nada faltaba para la completa satisfacción de éste. Más hecha la paz, el gobierno español cedió a Francia seis navíos de línea. La fama del "Conquistador" era tanta, que considerándolo los marinos franceses como un modelo, le pidieron nominativamente entre los seis navíos que se les había de entregar. Churruca, a quien todos los halagos del primer cónsul no le halagaban ni poco ni mucho, desaprobaba la cesión, por lo que su dolor no tuvo límites cuando hubo de separarse de su amado navío que, en cierto modo él había creado, al cabo de tres años de esfuerzos constantes.
Volvió a Cádiz como pasajero en el navío "Concepción", el 25 de mayo de 1802. Obtuvo una licencia para descansar, tiempo que aprovechó par dar una vuelta por su pueblo y realizar un viaje al mediodía francés. En su recibió la vara de alcalde de Motrico. En noviembre de 1803 se le dio el mando del navío "Príncipe de Asturias". El mando la organización de este navío, no fueron obstáculo para que revisase, en compañía de don Antonio de Escaño, el Diccionario de Marina. El gobierno le encargó hacer experiencias de puntería por lo que redactó un tratado de puntería para la Armada, que en España y en el extranjero ha servido mucho tiempo de guía.
Resuelta la organización de su navío, pidió el mando del "San Juan Nepomuceno", que había sido carenado de nuevo. El gobierno accedió a la demanda, añadiendo por Real Orden, un permiso especial del Almirantazgo para armarlo y prepararlo a su conveniencia, cosa que no pudo hacer a su entera satisfacción debido a envidias y dejadez de los mandos del Arsenal.
En medio de esta su carrera, un día pensó en su propia felicidad, buscando una digna compañera, casando con doña María de los Dolores Ruiz de Apodaca, hija de don Vicente, brigadier que fue de la Armada y sobrina carnal del capitán general conde del Venadito. Pero contados estaban los días del sabio español y esposo.
Amaneció el infausto día 21 de octubre, mandó clavar la bandera y sólo se arrió, cuando la muerte vino a coronar esa vida, honra de España y honra de la humanidad.
Antes de dar por finalizada esta breve biografía de tan insigne marino, quiero hacer mención a la Historia del sable de Churruca.
Esta posiblemente sea una de las historias más destacadas del honor que mantenía la gente de mar. Nos debemos situar en la famosa batalla de Trafalgar, el Brigadier Cosme Damián Churruca y Elorza, mandaba el "San Juan Nepomuceno".
Como pudimos ver anteriormente, estaba recién casado con una bella joven de diecinueve años, situación que tan solo le duró siete meses. La vida cotidiana era muy dura, ya que a Churruca al igual que al resto de sus compañeros le debían dinero de su paga, concretamente cuando se embarcó para combatir en la famosa batalla de Trafalgar, le debían nueve pagas, por ello tenía que dar clases para conseguir algo de dinero. En general, la situación era tal que en esa época, los comandantes pagaban de su bolsillo, empeñándose en la mayoría de las veces, la pintura de sus barcos para no tener que avergonzarse de su estado delante de los franceses.
A bordo de su barco, Churruca se preparó para la batalla sabiendo de antemano la ardua tarea que le esperaba, pero sin perder el valor en ningún momento. Tal era su determinación que, un día antes de entrar en combate, envió una carta a su hermano en la que se despedía diciendo: “Si llegas a saber que mi navío ha sido hecho prisionero, di que he muerto”. No había duda, para el marino era la victoria o la muerte. El destino fue cruel con este valiente marino, mientras se encontraba en su puesto de combate, una bala de cañón le arrancó la pierna derecha por debajo de la rodilla, sin embargo, ni siquiera una herida tan grave pudo inmovilizar a Churruca, que se mantuvo en su puesto. Además, se dice que al perder la pierna y no poder mantenerse en pie ordenó que trajeran un cubo con harina (o con arena en otras versiones) y allí metió el muñón para mantener la estabilidad.
Al final, y para desgracia de sus marineros, Churruca acabó muriendo desangrado. De él se dice que no se quejó en ningún momento y se mantuvo estoico hasta el final. De hecho, ordenó clavar la bandera de su barco para que no fuera arriada tras el abordaje inglés. A su vez, dio órdenes antes de fallecer, que nadie se rindiera mientras en su cuerpo hubiera un leve aliento de vida.
Finalmente, el marino protagonizó una curiosa anécdota incluso después de muerto. Esta se produjo cuando los seis capitanes ingleses pidieron al oficial de mayor rango del "San Juan Nepomuceno" que entregara, como era tradicional, el sable del capitán vencido a aquel de ellos que hubiera derrotado a Churruca. En ese momento, y para sorpresa de todos, el español les dijo que, entonces, debería partir el arma en seis trozos pues, de haber atacado uno a uno, no habrían vencido al marino nunca.
Finalmente este buque fue conducido a Gibraltar donde quedó como pontón bajo el nombre de "HMS San Juan". Se dice que las autoridades británicas ordenaban descubrirse a quienes visitaban la cámara del Comandante Churruca, en cuya memoria se colocó una placa, finalmente fue vendido y desguazado en 1818.
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