ESPAÑA: La monarquía española a través de sus reyes y reinas.
Cinco siglos de nuestra Historia. Desde Carlos I hasta Felipe VI.
En estos cinco siglos de existencia, la corona ha pasado por las manos de las siguientes familias: Casa de Austria, Casa de Borbón y Casa de Saboya, se realizaron dos Restauraciones —ambas de Borbones—, se expulsó a una reina (Borbón) y dimitió un rey (Borbón); además hubo dos periodos de sendas Repúblicas, y un rey perteneciente a la Familia Bonaparte. Vamos un compendio de páginas algunas rosas, que llenarían los medios actuales.
Comencemos con el relato de una de las más longevas monarquías.
Hemos de situarnos en el año 1504, concretamente en el día 26 de noviembre. Ese día será recordado por qué, en Medina del Campo, una ciudad que ha gozado y gozará de una gran importancia dentro de la Corona de Castilla, fallece de hidropesía, la reina Isabel I de Castilla. El 12 de octubre anterior, la reina había otorgado testamento; en el hacía constar que, aunque la heredera era su hija Juana, consideraba que no debía ser coronada, ya que no confesaba ni iba a misa, tal y como ordenaban los preceptos de la religión católica, por lo que sería su marido Fernando II de Aragón quién gobernaría en su lugar. Pero Fernando no estaba dispuesto a apartar a su hija del trono castellano por lo que la nombró reina, aunque él seguiría gobernando en su nombre. Pero el marido de Juana, Felipe I, no consentiría en renunciar fácilmente a la Corona, por lo que, apoyándose en la nobleza castellana, exigió a su suegro firmar, el 27 de junio de 1506 la Concordia de Villafáfila, por la cual y con unas grandes compensaciones económicas, Fernando tuvo que retirarse a su Aragón, donde aún conservaba la titularidad de la Corona. Felipe, duque titular de Borgoña, como Felipe IV, y rey consorte de Castilla, fue proclamado por las Cortes Castellana, rey de Castilla con el título de Felipe I. De cualquier manera, la Corona en aquellos momentos recaía sobre Juana I, Felipe I y Fernando II, este en nombre de su nieto Carlos, hasta que éste alcanzara la mayoría de edad.
Poco le duraría a Felipe I el Hermoso, el peso de la Corona Castellana, ya que, en la madrugada del 24 al 25 de septiembre de 1506, en la Casa del Cordón, moría tras una breve enfermedad, cuyos orígenes, aún hoy, no han sido aclarados. Hay quienes apuntan la posibilidad de que fuera envenenado, posiblemente por su suegro; otros afirman que fue a causa de haber bebido agua helada, justo al acabar una partida de pelota que estaba celebrando en Burgos el día 16 de ese mismo mes. Quedaban así al frente de Castilla, Juana I y su padre, este último siempre en nombre de su nieto Carlos.
El mismo día 24 de septiembre, víspera de la muerte de Felipe, los nobles castellanos se pusieron de acuerdo para nombrar un Consejo de Regencia, presidido por el cardenal Cisneros, y formado por el almirante de Castilla, el condestable de Castilla, el duque de Nájera, el duque del Infantado, el embajador del emperador Maximiliano, y el mayordomo mayor del rey Felipe I. Comenzaba así un periodo de enfrentamientos entre os dos bandos: de un lado los que apoyaban que la regencia, hasta la mayoría de edad del príncipe Carlos, la ejerciera el emperador Maximiliano; y del otro, los que apoyaban a Fernando el Católico, tal y como figuraba en el testamento de Isabel la Católica y lo acordado y dispuesto en las Cortes de Toro de 1505. Pero Juana no tenía ningún interés por aceptar ninguna de las dos proposiciones e intentó restaurar el Consejo del Reino, tal y como funcionaba en época de su madre.
Fernando se reunió con su hija, y tras la entrevista, asumió el poder en el reino de Castilla, ordenando en febrero de 1509 encerrarla en Tordesillas, en un claro intento de evitar que, los nobles, se pusieran de parte de ella; encierro que mantendrá Carlos al llegar a la península.
El 10 de julio del año 1512 Fernando el Católico decidió invadir el reino de Navarra, lo que efectuó a lo largo de aquel verano encontrando bastante resistencia. Las Cortes navarras aceptaron, en 1513, la anexión, y en 1515, Fernando integró Navarra a la Corona de Castilla. Fue este el último territorio peninsular en incorporarse al reino de España.
En mi opinión es, con la esta incorporación de Navarra, cuando se consolida el reino de España, y por lo tanto será Carlos quien comenzará a reinar en España al frente de la Casa de Austria.
CASA DE AUSTRIA
A lo largo de los siglos XVI y XVII, la dinastía de la Casa de Austria fue la que con más fuerza marcó la historia europea, siempre dividida en dos ramas familiares que, por separado, actuaban desde las cortes de Madrid y Viena. Ambas ciudades eran las sedes del Monarca católico, líder del linaje, y del Emperador. La influencia de ambas ramas afectó, además de a los reinos hispánicos y al Imperio, a los Países Bajos, al norte de Italia, a mantener la frontera con el Imperio otomano y al continente europeo, en general. El monarca español encabezaba la lealtad a la dinastía y la defensa del catolicismo contrarreformista.
A consecuencia de esto último, el tercer elemento de enorme importancia fue el Papado, que marcaba el rumbo espiritual de las dos grandes cortes católicas, además de pretender intervenir en los objetivos políticos de la Casa de Austria. El siglo XVII marcó el punto máximo de la influencia de los Austrias, sobre todo con la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), donde se llegó al cenit en lo referente a la colaboración entre ambas ramas familiares, así como su fracaso definitivo, que culminaría con la desaparición de la rama española tras la Guerra de Sucesión de 1713, y la llegada de la Casa de Borbón.
Y aquí tenemos al primer rey de España, perteneciente como hemos podido ver a la Casa de Austria, don Carlos I, al que sucederá, tras su abdicación el 16 de enero de 1556, su hijo Felipe II; uno de los titulares de la monarquía española que más poder ostentó, ya que fue, además de rey de España, rey de Portugal, Nápoles, Sicilia, Cerdeña, duque de Milán, soberano de los Países Bajos y duque de Borgoña, rey de Inglaterra e Irlanda iure uxoris. Un imperio del que llegó a decirse, durante los siglos XVI, XVII y XVIII, que nunca se ponía el sol. A Felipe II le sucederá su hijo Felipe III, conocido como el Piadoso. Al ser muy aficionado al teatro, a la pintura y a la caza, delegó el gobierno de sus extensas posesiones, en manos de su valido, el duque de Lerma, que, en 1618 sería sustituido por el duque de Uceda. Tras su muerte, será declarado sucesor su hijo, del mismo nombre, por lo que ascenderá al trono de aquel vasto Imperio como Felipe IV, conocido como el Grande o el rey Planeta, que reinó durante 44 años y 170 días, el más largo de la casa de Austria. Los éxitos obtenidos durante los primeros años de su reinado auguraban la preeminencia los Austrias, pero la constante guerra entre la Europa protestante y la católica, condujeron al declive de la Monarquía española. En el momento de su fallecimiento el 17 de septiembre de 1665, su hijo y heredero Carlos II, tiene 4 años, por lo que hasta su mayoría de edad, proclamada en 1675, sera su madre Mariana de Austria la que ejercerá la Regencia. Doscientos años matrimonios consanguíneos hicieron que aquel niño creciera raquítico, enfermizo y con escasa inteligencia muy corta, además de ser estéril, lo que significó la extinción de la Casa de Austria en el trono de España. Alguien dijo: “Carlos I fue guerrero y rey, Felipe II sólo rey, Felipe III y Felipe IV hombres nada más, y Carlos II ni hombre siquiera”.
Un balance imparcial de los monarcas de la Casa de Austria, me lleva a esta reflexión:
Hemos tenido dirigiendo nuestros destinos a un padre y su nieto que han encerrado en Tordesillas a su hija y madre, respectivamente, por la ambición de reinar.
Un fanático religioso que se encuentra, por herencia, con un Imperio donde no se pone el sol. Lo lleva a la bancarrota y, eso si, confiesa todas las faltas a los Mandamientos de su Iglesia.
Un falto de carácter —no lo digo solamente yo, o dijo su padre—, que ante el desinterés de gobernar se pone en manos de validos, una y otra vez; trasladando la capital de Madrid a Valladolid y de Valladolid a Madrid por el interés personal de ellos.
Un lujurioso empedernido que dejando el gobierno en manos de un valido, solo piensa en “encamarse” con cualquier mujer que se le ponga por delante.
Y por último un disminuido fisio y mental que pone punto final a la presencia de la Casa de Austria en España.
Triste balance para el mayor Imperio existente en ese momento.
Al morir Carlos II sin dejar descendencia, en Europa comenzó a oírse un intimidante ruido de sables. Aunque, en un principio, Carlos II, había designado sucesor a su sobrino-nieto José Fernando de Baviera, por ser bisnieto de Felipe IV, a través de su hija Margarita Teresa; éste tuvo que ser descartado por fallecer, por lo que el monarca optó por otro de sus sobrino-nietos, Felipe, duque de Anjou, bisnieto también de Felipe IV, hijo de la reina María Teresa de Austria, esposa de Luis XIV de Francia.
Quedaban así establecidas las candidaturas: de una parte, el archiduque Carlos de Austria, que contaba con el apoyo de la Gran Alianza (Austria, la República neerlandesa y Gran Bretaña); y de otra, Felipe de Anjou, al que apoyaba Francia y la mayor parte de España. Pues bien, aquel intimidante ruido de sables se transformo en una cruenta guerra que, trasladada a territorio español duró desde 1701 hasta la firma del Tratado de Utrecht en 1713. Una vez que, al morir en 1711 el emperador José I, el archiduque Carlos le sucedió como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, abandonando sus pretensiones a la Corona Española. Libre de competencia, Felipe de Anjou será coronado como Felipe V. Se entronizaba en España la Casa de Borbón española, una rama de la dinastía francesa de los Borbones, originaria del señorío de Bourbon-l’Archambault en Francia.
CASA DE BORBÓN
El 16 de noviembre de 1700, Luis XIV anunciaba su aceptación a la voluntad de Carlos II, presentando a su nieto, de diecisiete años, a la Corte francesa, con estas palabras: «Señores, he aquí el Rey de España», y dirigiéndose a su nieto: «Pórtate bien en España, que es tu primer deber ahora, pero recuerda que naciste en Francia, para mantener la unión entre nuestras dos naciones, es esta la manera de hacerlos felices y preservar la paz de Europa». Tras lo cual, el Imperio español y todas las monarquías europeas —a excepción de la Casa de Austria— reconocieron al nuevo rey. Felipe V dejó Versalles el 4 de diciembre y entró en España por Irún el 22 de enero de 1701, realizando su entrada triunfal en Madrid el 18 de febrero de ese mismo año.
A pesar de las condiciones personales y de su enfermedad, la cual le sumía en intermitentes y largas demencias, se mantuvo en el trono desde el 16 de noviembre de 1700 al 15 de enero de 1724, cuando abdicó en su hijo Luis I. Pero Luis enfermó de viruela a finales de agosto de aquel 1724, y a pesar de los cuidados recibidos falleció el 31 de agosto, a los 17 años. Su reinado había durado 230 días, y, su esposa Luisa Isabel de Orleans, sería enviada de regreso a Francia. A causa de esta muerte, Felipe V retornará al trono, donde permanecerá durante 21 años más, hasta su fallecimiento el 9 de julio de 1746. Habrá completado en esos dos periodos un reinado de 45 años y 3 días, siendo el de mayor duración de la Monarquía Española.
A Felipe V le sucederá en el trono su cuarto hijo varón Fernando VI, tras la muerte de sus tres hermanos mayores. No había transcurrido una semana de la muerte de su padre, cuando ordenó a su madrastra, la reina Isabel de Farnesio, que fijará su residencia en el Real Palacio de La Granja de San Ildefonso. Al protestar la reina, Fernando VI le contestó: «Lo que yo determino en mis reinos no admite consulta de nadie antes de ser ejecutado y obedecido». Pero el reinado de Fernando tampoco será muy extenso (13 años), y le sucederá en el trono su hermanastro Carlos III, que en ese momento era rey de Nápoles y Sicilia; regresando a Madrid —su lugar de nacimiento—, el 9 de diciembre de 1759. Durante su reinado España continuó con la alianza francesa, interviniendo, junto a Francia, en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica, contra Gran Bretaña. Asedió Gibraltar sin éxito; aunque por el Tratado de París, se pudo recuperar Menorca, Florida y la costa de Honduras. En orden interno, en marzo de 1766 se produjo el Motín de Esquilache. La realidad es que, la manipulación de sectores nobiliarios y eclesiásticos lo contra la política reformista de los ministros extranjeros del gobierno real.
En mi opinión Carlos III no fue uno de los peores reyes, pero hay algo imperdonable: ser el padre de uno de los reyes más simples y nefastos de nuestra historia, su graciosa majestad don Carlos IV, un personaje más preocupado por los relojes que por la moral de su esposa, los desvaríos de su hijo Fernando o los desatinos de su valido Manuel Godoy. Con Carlos IV se romperá, brevemente la continuidad de la presencia de la Casa de Borbón, durante los años que se produjo la invasión de los ejércitos franceses (1808 a 1814), y el gobierno, como rey de España y todas sus posesiones de ultramar, de José I Bonaparte, desde el 6 de junio de 1808 al 11 de diciembre de 1813, aquel “patriota” que, despechado, le pillaron en Vitoria con un convoy de obras de arte, que intentó sacar de nuestro suelo patrio para que les diera el aire de allende los Pirineos. Es entonces cuando aparece en escena su hermano Napoleón Bonaparte, un excelente estratega, que tuvo la “feliz idea” de devolvernos al heredero de la Corona, don Fernando VII. ¡Se lo podía haber quedado! Es posible que le hubiera alegrado y hecho más llevaderos los malos momentos de reclusión y destierro.
El regreso de “el Deseado” Fernando VII a España, fue lo peor que le podía pasar a este país, su llegada la hizo derogando la Constitución liberal de 1812, que tantas esperanzas había creado en muchos sectores de la población; ejerció una implacable y cruenta persecución a los liberales y volviendo a instaurar el absolutismo de épocas anteriores. Fueron casi veinte años de decisiones arbitrarias, para terminar dejando al país inmerso en una guerra civil, ya que al no tener un descendiente varón, hizo que la heredera del trono fura su hija Isabel II. Algo que no agradó a don Carlos María Isidro, también hijo de Carlos IV, lo que provocó el estallido de la Primera Guerra Carlista, que continuará con la Segunda y la Tercera, y que abrió heridas no totalmente curadas a lo largo de muchos años más.
El reinado de Isabel II fue un reinado característico del siglo XIX español, donde se suceden los presidentes del Consejo de Ministros, tanto durante la Regencia de su madre, la reina María Cristina de Borbón-Dos Sicilias como la del general Baldomero-Espartero, pero, sobre todo los escándalos que la reina se encarga de mantener. La Revolución conocida como La Gloriosa de septiembre de 1868 puso fin a su reinado y dio inicio al Sexenio Democrático. La reina, que se encontraba en San Sebastián, tuvo que abandonar España y exiliarse en Francia, bajo la protección del emperador Napoleón III. En en país comienza una búsqueda frenética para encontrar un nuevo rey que no fuera de la recién exiliada Casa de Borbón. El prestigioso general Prim propone a Amadeo de Saboya, el cual es aceptado en votación realizada en las Cortes. Su reinado durará dos años y cuarenta días. Al parecer, el 11 de febrero de 1873 le comunicaron su «despido», recogió a su familia, renunció al trono y, sin esperar la autorización de los diputados (exigencia del artículo 74.7 de la Constitución de 1869), se refugió en la embajada italiana. Es entonces cuando se proclama la Primera República Española, que terminaría el 29 de diciembre de 1874. Serán 687 días de conflictos, que terminarán con el pronunciamiento del general Arsenio Martínez Campos en Sagunto.
En dicho pronunciamiento se proclama rey al hijo de Isabel II, Alfonso XII, que llegó a España el 9 de enero de 1875, siendo proclamado rey ante las Cortes Españolas. Nada más comenzar su reinado se aprobó la Constitución de 1876 y se finalizó la Guerra Carlista, dirigida por el pretendiente Carlos VII. En definitiva fue un monarca popular, a partir de agosto de 1885 se agravó la salud del rey, padecía tuberculosis, encontrándose cada día más débil. Su ajetreada vida nocturna había agravado su enfermedad. Al morir el rey el 25 de noviembre de 1885, la reina María Cristina de Habsburgo-Lorena se encontraba embarazada, lo cual provocó una crisis a la espera de que diese a luz. Cuando el 17 de mayo de 1886 dio a luz a un varón, este fue reconocido, inmediatamente como rey, siendo un caso único en la historia.
En 1902, al cumplir los dieciséis años, fue declarado mayor de edad y asumió las funciones constitucionales de jefe de Estado. Durante su reinado, en España se dieron cuatro problemas que darían al traste con la monarquía liberal: la falta de representación política de algunos grupos sociales, la pésima situación en que se encontraban las clases populares, la guerra del Rif y el catalanismo. Esta situación heredada del desastre del 98 impidió que se pudiera implantar una verdadera democracia liberal, lo que condujo a la dictadura de Miguel Primo de Rivera, que había sido aceptada por el monarca. Al fracasar esta, Alfonso XIII, intentó volver a la normalidad democrática, y así regenerar el régimen, pero fue abandonado por la clase política en general. En tal situación, abandonó España, por voluntad propia, tras las elecciones municipales de abril de 1931. Falleció en Roma y sus restos fueron trasladados en 1980 al Panteón de los Reyes del Monasterio de El Escorial.
El 14 de abril de 1931, se proclama la Segunda República Española, y el 17 de julio un grupo de militares sediciosos, con el dinero aportado por algunos civiles, organizan un levantamiento militar que dará pie a una dictadura de cuarenta años en manos del general Francisco Franco, que en un intento de perpetuar su obra, nombrará, como miembro de una “nueva” dinastía a don Juan Carlos de Borbón y Borbón. En realidad como podemos comprobar por sus apellidos, no es una “nueva” dinastía, es la misma del anterior rey Alfonso XIII, la Casa de Borbón, instaurada en España en 1700 por Felipe V. De este nuevo rey habría mucho que decir, pero lo dejaré en que era un rey mujeriego, pero que demostró poco amor a su patria —desde que la monarquía se hizo constitucional—, dejó de ser algo propio del titular de la corona, algo que yo creo que él nunca llegó a entender, ya que le gustaba demasiado “meter la mano en el cajón”. El 18 de junio de 2014, abdicó en su hijo Felipe VI, y partió cobardemente, como antes hicieran: Carlos IV, Fernando VII, Isabel II y Alfonso XIII, hacia Abu Dabi, donde reside en la actualidad.
En estos momentos la Casa de Borbón está representada en España por don Felipe VI.
Al acabar la Casa de Austria hice una reflexión imparcial sobre cada uno de los titulares de la misma. Ahora toca hacer lo mismo con la Casa de Borbón:
El primero, Felipe V, demostró con el tiempo ser un deficiente mental que confundía la noche con el día.
Su hijo Luis, poco podemos decir de él, pues murió muy joven de viruelas.
Su otro hijo Fernando VI, fue un rey bastante anodino, aun que nos dejó las Salesas Reales, donde está enterrado junto a su mujer, obviando la tradición de descansar en el Panteón de Reyes del Monasterio de El Escorial.
Carlos III también hijo de Felipe V, aunque de distinta madre, fue un rey querido por el pueblo, sobre todo de Madrid, ciudad que, bajo su reinado, experimentó una gran transformación.
Llegamos a uno de los peores reyes borbónicos españoles. Nada le importó su país, además de no estar preparado para regirlo, como tampoco para templar los ardores de su esposa, ni las ambiciones de su hijo.
Fernando VII, un niño mal criado, un pésimo gobernante que como una veleta se movía según soplara el viento. Tramposo y pendenciero, hizo uso de too el poder que le otorgaba la corona para masacrar a su pueblo, llegando a provocar una segunda invasión del país, esta vez a cargo de los Cien Mil Hijos de San Luis, solamente por mantener el más rancio absolutismo.
Isabel II, una mujer que, posiblemente, padeciera de furor uterino, pues a pesar de casarse con un homosexual, tuvo doce partos. ¿Todos fruto del matrimonio? Según las malas lenguas no. Y que abandonó el país, para vivir, a costa del erario público español en París.
Su hijo Alfonso XII, un vividor que moriría de tuberculosis agravada por su vida licenciosa, ya que fueron varias las amantes. Para visitar a las cuales hizo abrir una puerta secreta —o no tan secreta—, en los jardines del Campo del Moro en el Palacio Real de Madrid.
Alfonso XIII, otro figura: vividor, obsesivo por el porno y el dinero. Su mente obsesionada por las hazañas de tantos y tantos mitos como ha habido en la Historia de España, fue la causa de los más de 20,000 muertos que España se dejó en África del Norte, bajo las órdenes de un ejército dirigido por militares corruptos e ineptos, los mismos que en 1936-1939, ayudados por los fascistas italianos y alemanes, y ante el mirar para otro lado de las potencias europeas, se apuntaron una de las mayores y vergonzosas masacres, que ha tenido que sufrir nuestro país.
Juan Carlos I, personifica el deshonor y el libertinaje al más caro precio. Poco más se puede decir de él.
Y por último Felipe VI, al que como en la mili, cuando se habla del valor, pone: SE LE SUPONE, a éste en cuanto a honradez podemos decir lo mismo.
También en este caso un triste balance, aunque ya, y que no nos sirva de consuelo, no era un Gran Imperio, ni nada parecido. Situación a la que nos llevaron, en un principio, a partir de Felipe III —cuando da comienzo la decadencia—, pero sobre todo tras la Guerra de la Independencia, cuando no supimos, ni quisimos recoger las tendencias de la Ilustración europea.
A continuación, por orden cronológico todos los reyes y reinas:
Don Carlos I: (1516 a 1556) y su esposa Doña Isabel de Portugal
Don
Felipe II:
(1556-1598) y sus esposas Doña
María Manuela de
Portugal, doña
María Tudor, doña
Isabel de
Valois y doña
Ana de
Austria
Don
Felipe III:
(1598-1621) y su esposa doña
Margarita de
Austria-Estíria
Don
Felipe IV:
(1605-1665) y sus esposas doña
Isabel de Borbón y doña
Mariana de Austria
Don
Carlos II:
(1665-1700) y sus esposas doña
María Luisa de
Orleans y doña
Mariana de
Neoburgo
Don
Felipe V:
(1700-1724 y 1724-1746) y sus esposas doña
María Luisa Gabriela de
Saboya y doña
Isabel de
Farnesio
Don
Carlos III, el
Pretendiente y
su esposa doña
Isabel Cristina Brunswick-Wolfenbüttel
Don Luis I: (1724) y su esposa doña Luisa Isabel de Orleans
Don
Fernando VI:
(1746-1759) y su esposa doña
Bárbara de
Braganza
Don
Carlos III:
(1759-1788) y su esposa doña
María Amalia de
Sajonia
Don
Carlos IV:
(1788-1808) y su esposa doña
María Luisa de Parma
Don
Fernando VII:
(1808 y 1814-1833) y sus esposas doña
María Antonia de
Nápoles, doña
María Isabel de
Braganza, doña
María Josefa Amalia de
Sajonia y doña
María Cristina de
Borbón-Dos Sicilias
Don
José I Bonaparte:
(1808-1813) y su esposa doña
Julia Clary
Doña
Isabel II:
(1833-1868) y su esposo don
Francisco de
Asís de Borbón
Don
Amadeo I:
(1871-1873) y su esposa doña
María Victoria dall
Pozzo della Cisterna
Don
Alfonso XII:
(1874-1885) y sus esposas doña
María de las Mercedes de
Orleans y doña
María Cristina de
Austria
Don
Alfonso XIII:
(1886-1931) y su esposa doña
Victoria Eugenia de
Battenberg
Don
Juan Carlos I:
(1975-2014) y su esposa doña
Sofía de
Grecia
Don Felipe VI: (2014-...) y su esposa doña Letizia Ortíz
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