Francisco José de Goya y Lucientes

 


Nace el que sería famoso pintor, el 30 de marzo de 1746, en la zaragozana Fuendetodos. Fueron sus padres, Braulio José Goya y Franque dorador de origen vasco, y de Gracia Lucientes Salvador, de una antigua familia de la pequeña nobleza que había venido a menos. Instalada la familia en Zaragoza, Francisco entro a aprender el oficio de pintor en el taller de José Luzán, hasta que decidió establecerse por su cuenta y "pintar de mi invención"

    Fueron transcurriendo los años, atendiendo los encargos que le permitían una existencia desahogada. En 1771 viaja a Italia, a partir del cual sufrirá una interesante evolución, presente en La gloria del nombre de Dios, del Pilar de Zaragoza. En esta época, dedica más tiempo a sus francachelas nocturnas que cuidarse de su profesión. Apenas pinta algunos encargos de sus amigos Ramón, Manuel y Francisco Bayeu, y su hermana Josefa, con la que contraerá matrimonio en junio de 1773. 

    Poco después, siendo asiduo de la tertulia presidida por Leandro Fernández de Moratín, a la que acudían los más grandes y afrancesados ingenios de su generación, obtuvo el encargo de diseñar cartones para la Real Fábrica de Tapices de Madrid, donde recibe un salario de 8.000 reales. Reside en el número 12 de la calle del Espejo y tiene dos hijos: Eusebio Ramón y Vicente Anastasio. En abril de 1777 es víctima de una grave enfermedad que pudo acabar con su vida, pero se recupera y comienza a recibir encargos del futuro Carlos IV

    En 1779, solicita sin éxito el puesto de primer pintor de cámara, cargo que es concedido a Mariano Salvador Maella. En 1780, Josefa da a luz un nuevo hijo, Francisco de Paula Antonio Benito, y Goya ingresa en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y conoce al mayor valedor de la España ilustrada Gaspar Melchor de Jovellanos, con quien lo unirá una estrecha amistad. El 2 de diciembre de 1784 nace el único de sus hijos que sobrevivirá, Francisco Javier, y el 18 de marzo siguiente es nombrado subdirector de pintura de la Academia de San Fernando, obteniendo, el 25 de junio de 1786, junto a Ramón Bayeu el título de pintores del rey. El 25 de abril de 1789 será nombrado pintor de cámara de los nuevos reyes Carlos IV y doña María Luisa de Parma

En el invierno de 1792, cayó gravemente enfermo en Sevilla, tras meses de postración, empezó a recuperarse, aunque había perdido capacidad auditiva. Además, andaba con dificultad y presentaba algunos problemas de equilibrio y de visión. Se recuperaría en parte, pero la sordera sería ya irreversible de por vida. 

    Tuvo que dimitir como director de pintura de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en 1797, y un año más tarde de su profesión en la Real Fábrica de Tapices por hallarse tan sordo que tenía que comunicarse gesticulando. 

    El 9 de junio de 1796 muere el duque de Alba, Goya se traslada a Sanlúcar de Barrameda con la duquesa de Alba, con quien pasa el verano. La duquesa firmará un testamento por el cual Javier, el hijo del artista, recibirá de por vida un total de diez reales al día. 


La Inquisición condena algunos de sus trabajos 

En esta época, Goya pinta La maja vestida y La maja desnuda, que son condenadas por la Inquisición como obscenas, y se dice que fueran retratos de doña Cayetana de Alba. Se supone, con probabilidades de ser cierto, que ambos cuadros fueran anverso y reverso del mismo bastidor, pudiéndose mostrar, a conveniencia una u otra pintura, algo que por entonces era algo muy común en los ambientes ilustrados de Francia. Ambas obras se hallaron en 1808 en la colección de Godoy; siendo conocidas por el nombre de "gitanas".

    No debió gustar a la Inquisición el contenido de la colección de ochenta aguafuertes. Me refiero a Los Caprichos. Goya se adelantó a lo que pudiera venir, retirándolos de la venta que, durante un tiempo pudieron adquirirse en la perfumería ubicada en la misma casa del pintor, en la calle Desengaño de Madrid. 

    De estos episodios debió nacer la antipatía del aragonés hacia los mantenedores de las viejas supersticiones y censuras, entregándose, desde entonces, a inspirados ejercicios de dibujo, reservando la mayoría para su selecto grupo de allegados. 


Los horrores producidos por la guerra 

El 2 de mayo de 1808, el pueblo de Madrid se revela contra el ejército francés que ya ocupa la capital. Tiene Goya 62 años, y no está para pelear en las calles, pero si para observar todo lo que está ocurriendo por las mismas. Con los detalles recogidos realizará algunos de los cuadros más interesantes de su intensa producción. Destacaremos: La carga de los mamelucos en la Puerta del Sol de Madrid o Los fusilamientos del 3 de mayo en la montaña del Príncipe Pio de Madrid
 
    A partir de aquí, el pesimismo le irá haciendo mella. El 11 de marzo de 1811, jura fidelidad a José I al recibir la Orden Real de España. En 1812 tras morir su esposa, publicará entre 1816 y 1818 publica sus series de grabados, La Tauromaquia y Los Disparates; en 1819 adquiere una villa a orillas del Manzanares, que se conocerá como la Quinta del Sordo, y la decora con monstruos y sórdidas tintas, son las llamadas Pinturas Negras. En 1823, tras la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis, se ve obligado a esconderse y escapar a Burdeos, refugiándose en casa de su amigo Moratín. 

    En 1826, regresó a Madrid, donde permaneció dos meses, durante esta estancia, Vicente López Portaña, realiza un Retrato de Goya, cuando éste contaba ya con ochenta años y antes de partir, de nuevo, a Burdeos, donde morirá el 16 de abril de 1828, siendo enterrado en Francia. En 1899 sus restos mortales fueron trasladados a la ermita de San Antonio de la Florida, cien años después de que pintara los frescos de dicha iglesia, en 1798. 


La sordera del maestro 

En 1793, contrajo una enfermedad no diagnosticada, que le llevó a permanecer durante varios meses en cama, sufrió alucinaciones, dolores de cabeza constantes, pérdida de audición y apenas podía caminar. Con el tiempo casi todos los síntomas desaparecieron, excepto la sordera. Es muy posible que padeciera una enfermedad autoinmune llamada síndrome de Susac o que contrajera la sífilis. Aunque también pudo deberse al saturnismo producido por la inhalación de plomo, presente en la mezcla con el óleo, pero Goya tuvo un mezclador, de modo que esa posibilidad se vuelve lejana. O quizá se debió a su elevado consumo de quina, procedente de Perú. 



Las mujeres y Goya 

El maestro tuvo dos relaciones serias. La primera con su esposa Josefa Bayeu y la segunda con Leocadia Zorrilla. De su esposa nacieron ocho hijos, aunque solo llegaría a edad adulta uno de ellos, Javier. Al morir Josefa, aparece en la vida del pintor Leocadia, aunque no llegaron a casarse. Leocadia tuvo una hija, aunque no se puede asegurar que lo fuera también de Goya. Este tenía una gran predilección por esta niña, y es posible que sea la que figura en una de sus últimas obras: La lechera de Burdeos

    Otra de las mujeres que merecen atención es su madre, la cual, al quedar viuda, se trasladó a Madrid a casa de su hijo, aunque pronto, regreso a Fuendetodos. Goya nunca pintó un retrato de su madre, como tampoco lo hizo de su esposa Josefa. Sin embargo, es posible que Leocadia aparezca en alguna de las pinturas de la Quinta del Sordo

    No existe certeza de que tuviera alguna relación con la duquesa de Alba, salvo la realización de sus retratos. 


La cabeza de Goya 

No quiero dejar este artículo, sin mencionar un misterio que ha llegado hasta nuestros días. Me refiero a la desaparición de la cabeza, de los restos mortales del artista. 

    Como veíamos anteriormente, por razones políticas se desplazó a Francia, estableciéndose en Burdeos, donde falleció. Sus restos fueron enterrados en esa ciudad, hasta que el cónsul Joaquín Pereyra descubrió su paradero y solicitó la exhumación y envío de los restos a España. Pero tras descubrirlo se identificó la falta de la cabeza del pintor. Inmediatamente empezaron indagaciones, pero nadie supo aclarar donde se encontraba el cráneo. Desde entonces, han surgido múltiples teorías, unas aseguran que la cabeza fue extraída por profanadores de tumbas o que se perdió antes de su entierro. 

    Una de las teorías implica al pintor Dionisio Fierros, quien en su lienzo llamado Vanitas retrata un bodegón en el que al fondo se ve un cráneo sin mandíbula con la inscripción: Cráneo de Goya pintado por Fierros. También aparece el nombre del marqués de San Adrián, un maestro y mercader de los dos pintores, que era aficionado a la frenología, lo que motivó el mito de que Francisco de Goya le haya donado la cabeza en su lecho de muerte. Otra teoría surgió en un artículo de Eugenio Gallego, en el que asegura que el cráneo se encontraba en la Universidad de Salamanca y fue usado para un experimento en el que explotó. 

Ramón Martín

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