Agustín José de Argüelles Álvarez
Don Agustín José de Argüelles
Álvarez, nació en Ribadesella (Asturias), el 28 de agosto de 1776. Fue el
segundo hijo de José Argüelles Oria y de su segunda esposa Teresa Álvarez y
González, ambos de familia distinguida, pero sin grandes recursos económicos. A
pesar de que, de su niñez y juventud tenemos pocas noticias, se sabe que su
padre, con máximo esfuerzo, le procuró una esmerada educación. Gracias a lo
cual, pudo estudiar en Oviedo el bachillerato de Humanidades, Filosofía, Latín
y Griego, inglés, francés e italiano. Posteriormente acometió la carrera de
Leyes, en la Universidad de Oviedo, en la que obtuvo excelentes calificaciones.
Una vez terminada, ejerció como secretario de su paisano Pedro Díaz Valdés,
obispo de Barcelona, de agosto a noviembre de 1799.
A
comienzos de 1800, se trasladó a Madrid buscando abrirse camino, su carácter le
hizo hacerse con las personalidades más destacadas de la época, tanto en lo
referido a las letras como a las ciencias, siendo especialmente valorado por
Gaspar Melchor de Jovellanos y Leandro Fernández de Moratín. Es a través de
éste último que, obtuvo el empleo de intérprete en el Ministerio de Estado,
gracias a sus conocimientos de inglés, francés e italiano. En este trabajo, en
su opinión, monótono y de poco prestigio, permaneció sólo unos meses. De allí
pasó, en 1805, a las oficinas de Consolidación de Vales Reales, dependientes
del Ministerio de Hacienda; desempeñando este empleo con tanta aptitud que su
jefe, Manuel Sixto Espinosa, director de la Caja de Amortización, le propuso a
sus superiores para llevar a cabo una importante misión en Londres, la cual
consistía en solicitar la alianza inglesa con España para frenar los planes de Napoleón; delicada misión que,
años después, dio a conocer el conde de Toreno, al publicarlo en su Historia
del levantamiento, guerra y revolución en España. Aunque, por motivos
políticos, esta misión fue estéril, su estancia en Londres fue una etapa muy
positiva, pues además de perfeccionar el idioma, pudo estudiar en profundidad
el mecanismo del sistema parlamentario inglés, ya que asistía diariamente a las
sesiones de dicho Parlamento. Allí nació su amistad con lord Holland, además de
establecer conocimiento con elementos de la masonería, a la que perteneció
desde muy joven, llegando con el tiempo a ser nombrado Oriente español.
Al
estallar la Guerra de
la Independencia Española, recibió la orden de regresar a España, lo que
hizo en noviembre de 1808. Al llegar, se dirigió a Asturias, pasando al poco tiempo,
a formar parte de la Junta Asturiana. A mediados de 1809 se trasladó a Sevilla,
y un año después a Cádiz, siendo este año (1810), el que marcó el inicio de su carrera
política, ya que fue elegido, a los 34 años, diputado por el Principado de
Asturias en las Cortes de
Cádiz,
convirtiéndose en uno de los personajes más destacados en aquellas Cortes, que tuvieron
su inicio el 24 de septiembre de 1810, en la Isla de San Fernando (Cádiz), mientras,
casi todo el territorio nacional estaba ocupado por los franceses. Tres días
después, el 27 se septiembre, fue nombrado secretario de la Junta de Real
Hacienda y Legislación. A partir de ese momento, empezó a trabajar con intensidad
en las sesiones de las Cortes, donde puso en práctica el modelo de
parlamentarismo que había conocido en el Parlamento de Inglaterra. El 18 de
agosto de 1811, leyó el Discurso Preliminar del Proyecto de Constitución, que
había sido redactado por él. Discurso que fue aplaudido tanto por los diputados
liberales como por los espectadores que abarrotaban las galerías. El 25 de
agosto, tuvo lugar el comienzo de los debates que duraron más de cuatro meses.
Argüelles,
con sus discursos, se ganó la fama de ser el orador más elocuente de las Cortes
de Cádiz, por lo que, empezó a conocérsele por “el Divino Argüelles”. Por
sus elocuencia y por sus ideas, se convirtió en el máximo representante del
liberalismo, encabezando el grupo de diputados liberales, del que formaban
parte: el conde de Toreno, José María Calatrava, Evaristo Pérez de Castro,
Manuel Luján, Diego Muñoz Torrero y Juan Nicasio Gallego.
Fue uno
de miembros, integrantes de la comisión que redactó la Constitución de 1812, y
su mayor defensor. Los discursos pronunciados por él dejaron una profunda
huella en los debates de las Cortes de Cádiz. Siendo los más destacados los que
defendían la Soberanía Nacional y el reconocimiento de los Derechos Individuales.
El 23 de enero de 1812, se dieron por terminados los debates sobre la nueva
Constitución, que fue jurada por los diputados y hecha pública el 19 de marzo.
Liberado Madrid de los invasores franceses, el 15 de enero de 1813, las Cortes
se instalaron en la capital, celebrándose las sesiones en el Teatro de los
Caños del Peral, hasta que el 2 de mayo de 1814, en que se trasladaron a la
iglesia del convento de María de Aragón.
Nada más
iniciar Fernando
VII la
primera etapa absolutista de su reinado (1814-1820), acusó a las Cortes de
Cádiz de usurpadoras, condenando a muerte a quienes defendiesen la Constitución.
Por el Real Decreto de 4 de mayo, convocó Cortes tradicionales; acto seguido
mandó encarcelar a los diputados liberales más destacados. Argüelles fue
detenido el 10 de mayo de 1814, siendo llevado preso al Cuartel de Guardias.
Junto a él, fueron detenidos: Francisco
Martínez de la Rosa,
Diego Muñoz Torrero y José Calatrava. Argüelles no sólo tuvo que soportar el
estar preso, sino que, durante su cautiverio, tuvo que enfrentarse a la acusación
que le hizo el supuesto militar francés, general Audinot. En realidad se
trataba de una campaña de difamación, orquestada por los absolutistas en contra
de los liberales que habían destacado en las Cortes de Cádiz, evidenciando
hasta qué punto se había degradado la vida política al regresar Fernando VII a
España.
La
acusación consistía en lo siguiente: A últimos de febrero de 1814, se había
detenido, en las cercanías de Baza (Granada), a un extranjero que dijo llamarse
Luis Audinot, general napoleónico, portador de documentos que ponían en
evidencia la existencia de un plan secreto entre Napoleón y personalidades
españolas, entre ellas Agustín Argüelles, para establecer una república en
España, con el nombre de Iberiana. Para esclarecer este asunto, se sometió a
Argüelles a un careo con el impostor general Audinot y la participación en una
rueda de presos comunes para ser reconocido por un testigo. No le fue difícil a
Argüelles rebatir las acusaciones que se le habían hecho y durante el careo
hizo confesar al falso Audinot, que no era general francés, que su verdadero
nombre era el de Juan Barteau, que se había dejado detener y que todos los
documentos que portaba eran falsos. A los siete meses de su detención, por Real
Decreto de 15 de diciembre de 1814 dado por Fernando VII, se le sentenció a
servir como soldado ocho años en el Regimiento del Fijo de guarnición de Ceuta,
permaneciendo incomunicado. Pero, debido a que padecía una enfermedad bronquial
crónica, el gobernador del Fijo le declaró inútil para el servicio,
permitiéndole vivir en una domicilio particular en compañía de su amigo Juan
Álvarez Guerra, ministro de Gracia y Justicia durante la Regencia, que había
sido condenado a ocho años de reclusión en el Presidio de Ceuta. Allí vivió durante
cuatro años, siendo ayudado económicamente por su amigo, ya que él carecía de
recursos. A mediados de 1818, mediante otro Real Decreto, fue deportado al
fuerte militar de Alcudia (Mallorca), donde empeoró de su afección bronquial. Aunque,
en este caso, el gobernador, también le permitió vivir en una casa particular
con su amigo Juan Álvarez, que había sido trasladado con él.
Meses
después de producirse, el 1 de enero de 1820, la Sublevación
militar de Riego en Cabezas de San Juan pudo regresar a Madrid, donde fue
nombrado ministro de la Gobernación en el primer Gobierno del Trienio
Constitucional (1820-1823). Estuvo en el cargo ocho meses, proclamando una
amnistía y convocando elecciones, siempre demostrando su fidelidad a la
Constitución de 1812, aunque tuvo que afrontar los problemas derivados de las
tensiones de la nueva situación política, tras salir de una etapa absolutista y
los que surgieron por la composición de las nuevas Cortes. Éstas, aunque en su
mayoría liberales, pronto evidenciaron la existencia de dos grupos antagónicos:
los doceañistas, de claro matiz liberal moderado, partidarios de realizar las
reformas dentro del marco constitucional, y los veinteañistas, fracción radical
del liberalismo, que proclamaban la necesidad de acelerar las reformas.
Uno de
los problemas más delicados, fue el relacionado con la disolución del Ejército
de la isla de León, el llamado Cuerpo de Observación de Andalucía. Este numeroso
ejército, estaba mandado como general en jefe, por el general Quiroga, siendo
su segundo, el general Riego. El pretexto era que mantener este ejército no era
rentable, cuando, en realidad era una prueba de fuerza entre moderados y
exaltados. Riego se trasladó a Madrid, lo que excitó a los elementos más
radicales y al finalizar el banquete ofrecido para agasajarle en La Fontana de
Oro, arengó a sus partidarios entonando el “Trágala perro”. Por aquellos
sucesos acaecidos en la noche del 3 de septiembre de 1820, Argüelles, ministro
de la Gobernación, le decidieron a tomar medidas contra la radicalización de Riego,
que fue destinado a Asturias en situación de cuartel. Para Argüelles, como para
el resto del Gobierno, tomar aquella medida no resultó fácil, aunque no podían
tolerar que el radicalismo de los liberales exaltados pusiese en peligro la
restauración de las libertades y reformas, que con tanto esfuerzo se estaban
realizando. Sin embargo, a partir de entonces, y a pesar de que Argüelles
explicó los motivos con un discurso en sesión de Cortes, el 7 de septiembre de
1820, los dos grupos, liberales moderados y liberales exaltados, adquirieron
solidez de partidos políticos antagónicos.
Las
relaciones entre el Gabinete y el rey Fernando VII, se fueron deteriorando;
hasta tal punto que con motivo del discurso de apertura de las Cortes, el 1 de
marzo de 1821, el Rey, añadió un párrafo criticando la actuación de sus
ministros y quejándose de los ultrajes cometidos contra su dignidad. Atónito el
Gobierno, decidió presentar, en bloque, la dimisión, pero Fernando VII, se adelantó
y les cesó a todos. Argüelles se retiró a Asturias, donde fue, de nuevo,
elegido diputado para las nuevas Cortes en febrero de 1822, la Universidad de
Oviedo le confirió el grado de doctor en Derecho, regresando a Madrid pocos
días después para ocupar su escaño.
Las
Cortes de 1822 estuvieron presididas por la desconfianza entre doceañistas, y
veinteañistas, y por las presiones de una Europa dominada por la Santa
Alianza.
Los liberales moderados, tras dos años de gobierno, tuvieron que cederlo a los
liberales exaltados, mientras que, en Cataluña, Navarra, Galicia y el
Maestrazgo, surgieron partidas absolutistas que plantearon una situación de
guerra civil. A partir de entonces, la situación se radicalizó. Iniciada la
invasión de España por las tropas francesas de los Cien Mil
Hijos de San Luis,
las Cortes trasladaron al Rey y a la Familia Real a Sevilla y después a Cádiz;
a lo que, el Rey, se resistió, dando motivo, en la sesión de Cortes de Sevilla del
11 de junio de 1823, un grupo de diputados, entre los que se encontraba
Argüelles, apoyaran la propuesta del diputado Alcalá Galiano, para declarar
incapaz al Rey y el nombramiento de una Regencia Provisional.
Unos días
después, gracias a la intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis, Fernando
VII, recuperaba su absolutismo. Por Real Decreto de 1 de octubre de 1823,
declaró nulo todo lo decidido por las Cortes y el Gobierno durante el Trienio
Constitucional, dando paso a una represión feroz, que los liberales llamaron
Década
Ominosa (1823-1833). Argüelles, junto a varios diputados liberales, huyó a
Gibraltar, desde donde pasó a Inglaterra, siendo muy bien recibido por sus
antiguos amigos. No quiso aceptar la pensión que el Gobierno inglés concedió a
los emigrados españoles, vivió con su amigo Cayetano
Valdés,
y lord Holland, le nombró bibliotecario suyo dándole un pequeño sueldo. Así pasó
los once largos años que duró su exilio, conspirando contra el absolutismo
fernandino. El 29 de septiembre de 1833, un año después de la muerte de
Fernando VII, regresó a España. Quiso incorporarse a la vida parlamentaria pero
no pudo hacerlo, ya que no poseía los 12.000 reales exigidos para obtener un
escaño en el Estamento de los Procuradores. Pero los electores de Oviedo,
considerando que merecía ocupar un escaño en las Cortes, por lo que pagaron la
cantidad necesaria, con lo que Argüelles finalmente obtuvo su escaño.
Volvió
con su mismo celo a favor de las instituciones liberales, tomando parte, a
partir del 13 de marzo, en los debates para la redacción de la Constitución
de 1837.
Tras la renuncia a la Regencia hecha por la reina María
Cristina de Borbón, el 12 de octubre de 1840 y su, posterior exilio en
Francia, se planteó la elección de una nueva Regencia, dado que la reina Isabel II sólo tenía diez años.
Largas fueron las sesiones para elegir la nueva Regencia, tanto en el Senado
como en el Congreso, desde el 28 de abril hasta el 8 de mayo de 1841. La opción
de la Regencia única tenía como candidato al general Espartero, mientras que en contra
estaba la opción de un triunvirato formado por Espartero, Argüelles y Mendizábal. En la sesión del 8 de mayo
de 1841, reunidas las Cortes en el Palacio del Senado, se votó la Regencia del
duque de la Victoria, con lo que Baldomero Espartero, fue nombrado Regente del
Reino. La ausencia de la Reina, la incapacitaba para ser la tutora de sus
hijas, por lo que las Cortes procedieron a votar un tutor para éstas. Senado y
Congreso, se reunieron el 10 de julio de 1841, siendo elegido Agustín Argüelles
que, además debía compatibilizar este cargo con el de presidente del Congreso
de los Diputados, que ya desempeñaba desde el 28 de marzo de 1841.
La misión
de tutor era nueva para Argüelles. A sus sesenta y cinco años era el encargado
de velar por la educación y el bienestar de la reina de España y de su hermana
la infanta. Se rodeó de personas de fuertes convicciones liberales: la condesa
de Espoz y Mina, camarera mayor de Palacio y Martín de los Heros, responsable
del Patrimonio y la Real Casa. A pesar de su excelente gestión, en el desempeño
de este cargo también conoció momentos difíciles: fue espectador del intento de
rapto de las niñas, en la noche del 7 de octubre de 1841; el pronunciamiento
moderado gestado en el círculo de la reina María Cristina desde París y
protagonizado por un grupo de militares entre los que se estaban los generales Diego de León y Manuel Gutiérrez de la
Concha, que intentaron asaltar el Palacio para raptar a la reina Isabel
II y a su hermana la infanta Luisa Fernanda y devolverlas a la custodia de su
madre. Tanto la Reina como la infanta corrieron auténtico peligro.
Pocos
días después de producirse el movimiento revolucionario que terminó con la
Regencia del duque de la Victoria y devolvió el poder a los moderados, el 30 de
julio de 1843, Argüelles presentó la renuncia de su cargo de tutor. Aunque pensó
en trasladarse a Oviedo, sus amigos le persuadieron de que se quedase en
Madrid, siendo elegido diputado por esta ciudad en las elecciones de 1844. Meses
después, moría a causa de un derrame cerebral a los sesenta y siete años, en la
noche del 26 de marzo de 1844 en su casa de Madrid. Al conocerse la noticia, se
produjo un sentimiento de consternación general, acudiendo a su entierro una
afluencia masiva de gente, lo que puso de manifiesto la popularidad, admiración
y respeto de que gozó siempre incluso de sus adversarios políticos. Murió
pobre, como había vivido, pues fue un hombre de una honradez extrema, sin
herederos directos, pues nunca contrajo matrimonio ni tuvo hijos. Fue enterrado
en el desaparecido cementerio de San Nicolás. Unos años después, por deseo expreso
de Isabel II y costeado por ella, se levantó un monumento fúnebre llamado Panteón
de la Libertad, en honor de quien fue su tutor, realizado por el escultor
Zabaleta, donde se colocaron sus restos. Posteriormente, dicho monumento fue
trasladado al Panteón
de Hombres Ilustres, donde se encuentra en la actualidad.
Otro artículo biográfico espléndido Ramón! 😉 Muy interesante la vida de Argüelles, que refleja las décadas de decadencia estrepitosa de España. Saludos! 🙋♂️🙋♀️
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