Francisco Antonio Mourelle de la Rua
Nacido
en San Adrián de Corme (A Coruña), el 17 de julio de 175. Fue un afamado marino
del s. XVIII. Desde joven sintió la llamada del mar pero la exigua fortuna
paterna no le permitió ingresar en la gaditana Real Compañía de
Guardiamarinas y hubo de conformarse con ingresar en la Academia de
Pilotos del Ferrol en 1763, obteniendo en 1766 su título de piloto.
En
1772 sale para la isla Trinidad como segundo piloto de la corbeta “Dolores“.
En enero de 1775 es nombrado primer piloto del puerto de San Blas en México,
punto de partida para los reconocimientos hidrográficos españoles en Alta California.
Allí conoce a Juan Francisco Bodega con quien hará un excelente binomio,
navegando juntos a partir de 1775 explorando la costa de California y tomando
posesión del puerto de la Trinidad, la rada de Bucarelli y el puerto de los
Remedios entre otros.
En
1779 embarca en la fragata “Favorita” como segundo oficial.
El mando lo ejerce Bodega. Su misión es llegar a la máxima altura
posible de las costas de Alaska. En ella llegaron al cabo San Elías donde se
alza el monte del mismo nombre, el segundo más alto de Estados Unidos, llegando
a alcanzar más tarde la latitud de 60º 13' en la isla que ellos bautizan como Puerto
de Santiago tomando posesión para la Corona, recibiendo la visita de los
naturales, los llamados “umiaks“ de raza esquimal. Aunque su
intención era llegar hasta Siberia violentas tempestades se lo impidieron obligándoles
a regresar siendo, posteriormente, destinado a Manila.
En
septiembre de 1780 el gobernador de Filipinas Jose Basco y Vargas le
confió el mando de la fragata “Princesa“ y le ordena llevar
ciertos documentos importantes para el virrey de México. Durante este viaje atravesará
el océano Pacífico descubriendo numerosas islas en la zona de las islas Salomon
como la Isla Ermitaño, cuyo nombre perdura y otras islas que el llamó San
Francisco, San Jose y San Antonio pero que hoy se llaman Simberi, Mabua, Tabar
entre otras. Su descubrimiento más importante fue el del grupo de las Vavao en
el archipiélago de Tonga. Allí tuvo ocasión de conocer a un numeroso grupo de
isleños que veían por primera vez al hombre blanco. Los indígenas se mostraron
en todo momento amables y los nuestros les contentaron con la quincalla
habitual en estos casos. El “Tubou" o reyezuelo de las
islas mantuvo gran amistad con Mourelle, llegando a ofrecerle a su hija que
nuestro hombre rechazó cortésmente y les permitió aprovisionarse de agua y
de fruta. Los españoles estuvieron un mes en este paradisíaco lugar, sin
ningún incidente con los indígenas. Según el historiador norteamericano Donald
C. Cutter “sus relaciones y mapas relativos a esta expedición le
colocan a la misma altura que los capitanes Cook, Bougainville, Malaspina y La
Pérouse en las exploraciones del Pacífico".
Visitó
Canton en China en 1786 y 1787. Pero es menos conocida su faceta puramente
militar cuando a partir de 1797 ejerció el mando de las lanchas cañoneras del
apostadero de Algeciras llevando a cabo numerosas acciones de mérito. El 3 de
diciembre de 1797 participa en un combate de 7 cañoneras contra un convoy
ingles protegido por tres fragatas con apresamiento del Bergantín
corsario “Prince William”. El 15 de marzo siguiente logra la
rendición de otro bergantín corsario inglés tras un duro combate, el 1 de abril
de 1798 apresa un místico y una urca bajo el fuego de las baterías de
Gibraltar. El 26 de mayo recupera una fragata mercante española que había sido
capturada por corsarios ingleses, tras ahuyentarlos.
Pero
quizás su más brillante victoria fue el 19 de enero de 1799 contra un fuerte
convoy enemigo amparado por un navío de 74 cañones, un bergantín de 18 y 3
lanchas cañoneras, acción en la que Mourelle capitaneando 14 lanchas y un
místico se batió bravamente, y logró hundir 1 cañonera inglesa y apoderarse de
1 fragata, 2 bergantines y otra cañonera con un total de 120 prisioneros. Este
hecho le valió el ascenso a capitán de fragata.
En
carta dirigida a Mazarredo, Bruno
de Heceta jefe del apostadero de Algeciras decía de él: “Asistió a más
de 40 combates contra las fuerzas anglicanas entre los que se cuentan 14 de la
mayor nota, esto es, batiendo con 10 o 12 cañones fuerzas que nos atacaban con
500, no en guerra galana, si no siempre a tiro corto de metralla y algunas
veces de fusil y pistola y aun abordando de día las murallas de Gibraltar.
Durante 3 años estuvo de comandante de las lanchas de fuerza y empeñó por
consiguiente los combates y mandó mucha parte de ellos “. Tras
enumerar sus éxitos acababa diciendo literalmente “los méritos de
Mourelle son superabundantes“. En total Mourelle asistió a más de 40
combates y hundió o apresó 16 naves enemigas durante este periodo en
Algeciras.
La
guerra seguía. El 31 de enero de 1801 nuestro hombre participa con sus lanchas
en la llamada batalla de Algeciras en la que siete navíos ingleses
luchan contra 4 franceses más las cañoneras españolas y las baterías de
costa también españolas; combate en que los ingleses pierden un navío. Según su
hoja de servicios Mourelle luchó como siempre con valor y en primera línea de
fuego. En 1803 le nombran fiscal de guerra, cargo que ejerció con
contundencia logrando la condena del comandante y la tripulación del jabeque
español “Gamo”, que se había rendido vergonzosamente ante un bergantín
inglés llamado “Speedy”. Pero el veterano marino gallego era hombre
de acción y no de escritorio y pidió volver a la lucha. A principios de
1805 le nombran jefe del apostadero de Algeciras, que tan bien conocía.
No es de extrañar que su familia acabara echando raíces definitivamente en esta
ciudad gaditana. Así pues no participó en la batalla de Trafalgar pero sin
duda, sentiría la tragedia como si hubiera estado allí.
La
lucha contra los ingleses siguió. El 4 de enero de 1.806 obtuvo Mourelle una
nueva victoria al apresar una fragata corsaria inglesa pese a la oposición de
varios buques salidos de Gibraltar, metiéndola en Algeciras. Trasladado al
apostadero de Málaga siguió prestando valiosos servicios. Como el
ocurrido el 14 de julio de 1.806 cerca de la Atunara. Mourelle había salido de
Málaga en dirección a Cádiz a bordo del navío “Glorioso” junto
con un místico y una falúa. Guiaba 27 mercantes que conducían municiones, armas
y abastecimientos, destinados al Rio de la Plata para ayudar a Liniers y
sus hombres a recuperar Buenos Aires y Montevideo tomadas por los ingleses en
un golpe por sorpresa, tras la huida del cobarde virrey Sobremonte. Una
formación enemiga muy superior cerca de la Atunara integrada por 4 cañoneras 2
buques de guerra y varios corsarios intentaron apoderarse del convoy. Tras un
combate que duró doce horas Mourelle logró pasar sin perder ni una sola unidad.
Dicho convoy debió ser sin duda una eficaz ayuda para el valeroso Liniers
y los suyos que pronto expulsarían a los ingleses. Este combate le valió el
ascenso a capitán de navío.
Pasaron los años. En 1820 Mourelle, ya jefe de Escuadra, debía dirigir la gran expedición que debía transportar un potente ejército para sofocar la rebelión en las posesiones americanas. Expedición que se frustró como es sabido debido a la sublevación del coronel Riego, para su golpe de Estado liberal. Mourelle no solo no colaboró sino que desembarcó parte de las tropas para oponerse a Riego en Cádiz. La aceptación de los hechos por Fernando VII frustró sus esperanzas. Asqueado por los acontecimientos, tan adversos para España moría, en Cádiz, nuestro héroe el 24 de mayo de 1820. Fue el último representante de la estirpe de grandes marinos españoles de finales del XVIII, junto con Barceló, Mazarredo, Gravina, Churruca, Alcalá-Galiano etc. Desde 1890 con toda justicia sus restos reposan en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando (Cádiz) como el gran navegante y explorador y también el excelente soldado que fue.
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