Francisco Javier de Uriarte y Borja
Nace
nuestro personaje de hoy en El Puerto de Santa María (Cádiz), un cinco de
octubre de 1753. Era hijo de Miguel de Uriarte y Herrera, un caballero
de la Orden de Santiago, y de María de Borja y Lastrero, descendiente de
los duques de Gandía. Desde muy joven se sintió atraído por el mar, despertando
en Uriarte, una vocación que le hizo sentar plaza como guardiamarina en Cádiz,
el año 1774. Un año más tarde ascendió a alférez de fragata, participando en la
campaña de Argel, y más tarde, en la campaña que Pedro Antonio de Cevallos
llevó a cabo en la isla de Santa Catalina, en Brasil, que estaba en poder de Portugal.
Ascendió a alférez de navío en 1778 y a teniente de fragata en 1781. Embarcado
en el navío Firme en las fuerzas de Luis de Córdova y
Córdova,
participó en el bloqueo de Gibraltar y en la batalla de Cabo Espartel. Ascendiendo el 21 de
diciembre de 1782 a teniente de navío.
Entre
1788 y 1789, tomó parte en una expedición científica al estrecho de Magallanes
con los paquebotes Santa Casilda y Santa Eulalia, para hacer levantamientos
cartográficos de la parte occidental del estrecho, desde el cabo Lunes hasta
los cabos Pilar y Victoria. La expedición estaba al mando del capitán de navío Antonio
de Córdoba, que designó al teniente de navío Uriarte, como segundo comandante
del Santa Eulalia. La expedición partió de Cádiz en octubre de 1788 y llegó
al puerto de San José. Se puso su nombre a un puerto, llegando hasta el cabo Pilar,
en la costa de Tierra de Fuego. Terminados los trabajos, regresó a Cádiz, donde
entró en mayo de 1789.
En
septiembre de 1789, ascendió a capitán de fragata y participó en la campaña del
Rosellón, ascendiendo en 1794 a capitán de navío. Ese mismo año al mando de la
fragata Lucía, realizó un viaje de Cádiz al Río de la Plata, burlando la
vigilancia de los ingleses, donde dejó importantes documentos al virrey, y con igual
fortuna regresó a la Península. Siendo segundo comandante del navío Concepción
mandó el castillo San Antonio el Chico, defendiendo a los ciudadanos de
Tolón perseguidos por los revolucionarios. En 1797, mandó el navío Terrible de
la escuadra de José de Córdoba; en 1799 el Concepción de la escuadra de Mazarredo, el Príncipe de Asturias, el Guerrero y
el Argonauta. También en esta época
prestó servicios en Brest, y el primer cónsul de la República Napoleón Bonaparte le regaló un sable
de honor.
Ascendió
a brigadier en 1802. Al mando del Santísima
Trinidad, participó en el combate
de Trafalgar, enarbolando la insignia del jefe de escuadra Baltasar
Hidalgo de Cisneros. Los ingleses tomaron al Santísima
Trinidad por el buque insignia de la flota franco-española,
concentrando sobre el, todo el esfuerzo enemigo. Uriarte se batió con bravura
contra varios navíos ingleses, causando graves daños al Victory,
insignia de Nelson. El Santísima
Trinidad tuvo que hacer frente a varios navíos enemigos al mismo tiempo;
tras varias horas de combate, sin municiones, desarbolado y con la mitad de la
dotación muerta o herida, fue apresado, Uriarte, que había sido herido en el
pecho y en la cabeza, fue hecho prisionero y trasladado a Gibraltar. El Santísima
Trinidad se hundió al día siguiente a la altura de punta Caramiñal
cuando los ingleses lo llevaban a remolque.
Estando
Uriarte aún convaleciente de sus heridas, el almirante inglés Collingwood
—sucesor de Nelson— se enteró del gran aprecio que el marino español tenía por
el sable que le había regalado, entonces realizó una búsqueda, hasta encontrarlo,
y se lo devolvió a Uriarte como testimonio del valor demostrado por el marino
español en el reciente combate. Una vez liberado Uriarte, Collingwood, le
entregó un cuadro que representaba al Santísima
Trinidad, que había estado en la cámara de popa del navío español, y
los restos de la bandera del barco. Hoy el sable y el cuadro se encuentran en
el Museo Naval de Madrid.
En noviembre de 1805, Uriarte ascendió a jefe de escuadra y fue nombrado mayor general de la Armada y consejero de Guerra. En 1808, al producirse el alzamiento contra los franceses, se encontraba en Madrid, dimitiendo de su cargo el 3 de julio. La dimisión no fue aceptada por el director general de la Armada Mazarredo y le pidió que se presentara en palacio para jurar fidelidad a José I como Rey de España. Uriarte se negó en un escrito del 22 de julio, alegando haber prestado juramento a su legítimo rey Fernando VII. Esta respuesta, no iba dirigida contra Mazarredo, sino que iba dirigida contra el invasor francés, puso en peligro la integridad de Uriarte, que se trasladó a Sevilla y se presentó a la Junta Central. La Junta lo designó, de inmediato, jefe de la junta de inspección de la Armada.
En 1809
fue nombrado gobernador militar de la isla de León, asistiendo al sitio al que
fue sometida. Para evitar la entrada de los franceses, cortó el puente Zuazo,
desmontando los sillares del ojo principal, decisión que el tiempo demostró,
haber sido muy acertada. También realizó diversos trabajos de fortificación en
Gallineras y Santi Petri. Al entrar el duque de Alburquerque en la Isla de León,
Uriarte fue nombrado gobernador militar y político de Cartagena, aunque renunció,
enérgicamente, al nuevo cargo, alegando que prefería estar cerca del enemigo.
Accedió La Junta y lo destinó a la escuadra de la bahía mandada por el teniente
general Juan María Villavicencio, quién lo nombró comandante general de La
Carraca y de sus fuerzas de defensa. Este destino, en el que Uriarte se
desenvolvía muy bien, le duró poco, ya que la Junta lo volvió a nombrar
gobernador militar y político de Cartagena, en enero de 1811; esta vez el
nombramiento fue con carácter forzoso.
Desempeñó
el cargo en medio de grandes estrecheces por la falta de recursos de todo tipo,
y su salud se resintió. Se agravaron sus males, por lo que renunció a su puesto
de consejero de guerra para el que había sido nombrado, y en 1814, ya como teniente
general, solicitó permiso para curarse
en su ciudad natal. El permiso le fue concedido y se retiró a El Puerto de
Santa María, donde se encontraba cuando, el repuesto Fernando
VII, lo envió de nuevo a Cartagena en 1816, como capitán general del
departamento. Ante el estado lamentable del arsenal, Uriarte, se puso a
recuperarlo. Alistó diques y talleres, reparó edificios, organizó trabajos,
llevó a cabo las carenas de varios barcos, al tiempo que comenzaba la construcción
del bergantín de veintidós cañones Jason, y logró que el arsenal
volviera a estar operativo.
En
Cartagena estuvo algo más de cinco años, pero el gran ritmo de sus trabajos, y
la mala situación en que se encontraba la ciudad, agravaron sus dolencias, por
lo que solicitó la licencia, que le fue concedida por Real Orden de 26 de abril
de 1822, retirándose a El Puerto de Santa María. En su retiro, su salud mejoró
sensiblemente, y en 1836 fue ascendido a capitán general de la Armada, siendo
nombrado presidente del Almirantazgo. Al ascender, renunció al sueldo extra que
le correspondía por su nuevo nombramiento —como ya había hecho en anteriores
ocasiones— en aras de las circunstancias por las que pasaba España, inmersa en la
Guerra
Carlista. El 29 de noviembre de 1842, falleció en El Puerto de Santa María,
a los ochenta y nueve años, habiendo conservado su cabeza lúcida, hasta el
último momento. Su muerte fue muy sentida, su cadáver estuvo expuesto en el
oratorio de su casa, recibiendo los honores por la milicia de la ciudad. Fue
enterrado en el cementerio de Santa Cruz, del Puerto de Santa María, donde
permaneció hasta ser trasladado al Panteón
de Marinos Ilustres de San Fernando el 25 de noviembre de 1983.
Fuentes
utilizadas: WikipediA, Todo a babor y Real Academia de la Historia-
La imagen de WikipediA
Ramón Martín
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