Andreu Nin Pérez

 


Nacido el 4 de febrero de 1892 en el Vendrell (Tarragona), era hijo de un zapatero y una campesina. La familia se trasladó a Barcelona poco antes de estallar la Primera Guerra Mundial; dedicándose a impartir clases en una escuela laica y libertaria, aunque pronto dio el salto al periodismo y a la política. En aquellos tiempos, en Cataluña, se desarrollaban los primeros movimientos del nacionalismo de izquierda, que abogaban por una mayor autonomía y la mejora de las condiciones de vida de los trabajadores. Esto fue clave para su formación ideológica, vinculándose al republicanismo nacionalista catalán.

    En 1913, Nin dará un paso más en su compromiso político, afiliándose a la Agrupación Socialista de la ciudad de Barcelona. Partido que representaba una corriente de izquierda abogando por la transformación radical de la sociedad, primer indicio de su inclinación por el socialismo. Aunque, en la búsqueda de una solución que mejorara a la clase trabajadora, Nin se acercó a la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), una organización anarcosindicalista que tenía como objetivo la revolución social a través de la lucha de clases.


Su papel en el seno de la política española fue clave para el desarrollo de la izquierda revolucionaria. En 1921, fue elegido Secretario General de la Central anarcosindicalista, lo que le permitió jugar un rol fundamental en la organización de los trabajadores españoles. Esta militancia en la CNT lo llevó a participar en algunos de los eventos más importantes del movimiento obrero internacional. Como delegado de la CNT, asistió al Congreso Constitutivo de la Profintern; organización que agrupaba a los movimientos revolucionarios comunistas, y al Tercer Congreso de la Internacional Comunista en Moscú, donde estuvo en contacto con figuras de la talla de Lenin y Trotsky. Durante su estancia en Moscú, se unió al Partido Comunista de España, lo que le permitió profundizar en su militancia política y en sus ideas revolucionarias.

    A lo largo de los años, Andreu Nin desarrolló una visión muy propia del marxismo, siendo su papel dentro del Partido Comunista de España clave a lo largo de la década de 1920, participando en 1925 activamente en la dirección del partido. Sin embargo, su visión del marxismo le fue separando de la ortodoxia soviética, lo que llevó a su expulsión de la URSS en 1929. Las ideas de Nin, más próximas a las de Trotsky, fueron incompatibles con las políticas de Stalin, lo que marcó el principio de un distanciamiento con el liderazgo soviético.

    En 1930, a su regreso a España, tras la proclamación de la Segunda República Española, Andreu Nin continuó su lucha política. En 1932, fundó la Izquierda Comunista de España (ICE), una organización de orientación trotskista que se distanciaba tanto del Partido Comunista como de la CNT, y que proponía una estrategia revolucionaria autónoma. A partir de este momento, Nin se fue consolidando como uno de los referentes más importantes de la izquierda española, abogando por la unidad de los trabajadores y la superación del sistema capitalista. Nin se había encontrado un país muy distinto al que había dejado, y en enero de 1933, colaboró con la insurrección anarcosindicalista, siendo detenido en Valencia el día 20 de enero, de donde, la policía le trasladó a Madrid. En 1934 formando parte de la Alianza Obrera, intervino en las sucesos de octubre de 1934 que tuvieron lugar en Cataluña. Tras las críticas recibidas, acabó rompiendo con Trotski. Al fusionarse en 1935 su grupo con el Bloque Obrero y Campesino de Joaquín Maurín destinado a fundar el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), fue nombrado miembro del comité ejecutivo de dicho partido y director de su publicación, La Nueva Era; al año siguiente fue elegido secretario general del POUM.

    En mayo de 1936, fue elegido secretario general de la Federación Obrera de Unidad Sindical (FOUS), de fuerte implantación sindical en las provincias de Lérida, Gerona y Tarragona.



Tras el estallido de la guerra civil española, ya como máximo dirigente del POUM. Partido que, hasta julio de 1936 había tenido una presencia muy limitada en el ámbito político catalán y aún menor en el resto de España, Nin junto a otros líderes del POUM empezaron a hacerse conocidos fuera de sus feudos tradicionales. El 2 de agosto, en declaraciones al diario La Vanguardia, Nin declaró: “La clase obrera ha resuelto el problema de la Iglesia sencillamente, no dejando en pie ni una siquiera”.

    Tras formar parte del Consell d'Economia de Catalunya entre agosto y septiembre de 1936, el 26 de septiembre, fue nombrado consejero de Justicia de la Generalidad. El 14 de octubre de ese mismo año, implantó los Tribunales Populares; a pesar de lo cual, su gestión como consejero de Justicia fue bastante discutida. Durante aquellos meses las ejecuciones extrajudiciales continuaron produciéndose, sin que Nin tomara cartas en el asunto. Las milicias del POUM contribuyeron a la represión de los fascistas y enemigos del pueblo. En otoño, Nin había planteado al presidente de la Generalidad, Lluís Companys, la posibilidad de acoger refugiado a León Trotski, que había salido de Noruega por las presiones soviéticas. Esto no era del agrado de los comunistas del PSUC, también participantes en el gobierno de la Generalidad. El 24 de noviembre el PSUC entregó a la CNT una propuesta sobre el establecimiento de un nuevo gobierno de la Generalidad, que incluía la salida de Nin como consejero de Justicia. Muchos miembros anarquistas no tenían demasiado aprecio a Nin, al que consideraban un renegado de la CNT, por lo que resolvieron que se trataba de un conflicto entre marxistas, por lo que, Nin siguió ejerciendo el cargo hasta el 16 de diciembre, cuando fue apartado tras la remodelación del consejo, Josep Tarradellas le advirtió del peligro que corrían tanto el POUM como sus líderes.

    Durante la primavera de 1937 la policía republicana localizó una supuesta carta escrita por Nin dirigida a Francisco Franco, en la que el líder trotskista respaldaría un plan de sublevación de la quinta columna madrileña; la carta, una falsificación realizada por el NKVD, fue una de las principales pruebas de la acusación contra Nin. Tras los Sucesos de Mayo, la campaña comunista contraria al POUM se intensificó, siendo sus dirigentes acusados de ser fascistas y conspirar con Franco. El 28 de mayo las presiones comunistas consiguieron que las autoridades suspendieran la circulación del periódico del partido, La Batalla.

    El 14 de junio el director general de Seguridad, el coronel Antonio Ortega Gutiérrez, militante del PCE, comunicó al ministro de Educación y Sanidad que el jefe del NKVD en España, Alexander Orlov, le había indicado que debía detenerse a todos los dirigentes del POUM. El ministro, que era el comunista Jesús Hernández, fue a hablar con Orlov sobre este asunto. El jefe del NKVD alegó que existían pruebas que relacionaban al partido trotskista con el espionaje franquista y que era necesario que el gobierno no tuviera conocimiento de este plan porque el ministro de gobernación, Julián Zugazagoitia, era amigo de algunos de los líderes del POUM. El 16 de junio las autoridades republicanas clausuraron la sede del POUM en el Hotel Falcón y la cúpula del partido fue detenida por la policía. Según el testimonio de Julián Gorkín, la policía republicana estuvo acompañada por dos extranjeros, posibles agentes del servicio secreto soviético. Nin fue separado del resto de la cúpula del partido, que fue recluida en prisión. Tras ser separado del resto, Nin desapareció. La última militante del POUM que le vio con vida fue Teresa Carbó.




Según hemos podido saber, Nin fue trasladado a la ciudad de Alcalá de Henares; una importante base de los soviéticos en la España republicana, por lo que ofrecía garantías de seguridad. Allí fue sometido a interrogatorios, sufriendo torturas. Hay quienes sostienen que murió en Alcalá de Henares, aunque diversas circunstancias alrededor de su muerte, permanecen por esclarecer. Según Paul Preston, Nin fue asesinado el 22 de junio mediante desollamiento, por orden de Orlov y con ayuda de Iósif Grigulévich. Existen pocas dudas de que la orden de ejecución de Nin provino de Moscú. Hugh Thomas afirma que pudo ser asesinado en el parque de El Pardo, cerca de Madrid, pero el destino final de sus restos continúa siendo un misterio.




A los pocos días de su detención, empezó a correr el rumor de que Andrés Nin había sido asesinado. Se extendió una campaña con el lema: «¿Dónde está Nin?». La antigua ministra de Sanidad, la anarquista Federica Montseny, fue una de las primeras en plantear la cuestión en público. En el propio gobierno republicano no estaban muy seguros de lo que había ocurrido: varios ministros socialistas preguntaron a los dos ministros comunistas, que aseguraron desconocer todo lo relacionado con este asunto. La versión semioficial que empezó a circular fue que Nin había sido liberado de la checa por la Gestapo. Algo que también sostuvo Juan Negrín, jefe del Gobierno de la República. Desde los círculos comunistas se empezó a responder «En Salamanca o Berlín» a la pregunta sobre el auténtico paradero del líder trotskista. De acuerdo con Hugh Thomas, el caso Nin en realidad se trataba de un «asunto sucio», pero que los líderes republicanos resolvieron que era mejor no importunar a los soviéticos para así poder seguir recibiendo la preciada ayuda militar. Hay que considerar que, los líderes y ministros republicanos no sentían un especial aprecio por el líder de este pequeño partido, al que consideraban un grupo de agitadores que perjudicaba el esfuerzo bélico.


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Ramón Martín

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