Rodrigo Díaz de Vivar (El Cid)
Como en los casos de una inmensa mayoría de los personajes de la Edad Media, es difícil encontrar datos exactos del lugar o fecha de nacimiento de Rodrigo Díaz de Vivar. Es probable que naciera en Vivar del Cid, una pequeña población situada a nueve kilómetros al norte de Burgos. En esa época, la aldea estaba en el límite de Castilla, siendo su padre un noble fronterizo, que en el año 1054, tras morir despeñado en el barranco de Peñalén el rey Sancho de Pamplona, recuperaría de manos navarras las fortalezas de Ubierna, Úrbel y La Piedra. En lo que respecta a la fecha de su nacimiento, se supone debió ser entre los años 1048 y 1050. Su linaje arranca con Laín Calvo, la familia paterna no se contaba entre la más alta nobleza de Castilla; aunque, en cambio sí que pertenecía a esta, la familia materna; por lo que es muy posible que fuera a completar su formación en la corte de Fernando I junto a algunos de sus hijos; la Historia Roderici nos dice que Rodrigo fue criado junto a Sancho, rey de toda Castilla; allí se formaría en las artes militares, en la escritura, y asistiendo a algunas actuaciones de la Curia Regia.
En 1063, acompañó, como paje o armado caballero, al infante don Sancho a Zaragoza para cobrar las parias, cuando el rey aragonés Ramiro I estaba atacando Graus. El infante don Sancho, con su hueste, acudió en ayuda de su tributario al-Muqtadir, resultando muerto en dicho encuentro el rey Ramiro. La Historia Roderici no atribuye ninguna participación especial al joven Rodrigo.
El 27 de diciembre de 1065 moría el rey Fernando I, y Sancho asumía el gobierno de la parte del reino de León que le había correspondido, Castilla. A su lado se encontraba el joven Rodrigo que crecía y se hacía un guerrero fuerte. Según el Carmen Campidoctoris el título de Campeador le fue atribuido con ocasión de su victoria en combate singular con un guerrero navarro, posiblemente en el año 1067. Desconocemos si en 1067 actuaba ya como alférez o abanderado de la hueste castellana.
Las victorias conseguidas por el rey Sancho, el año 1068 contra el rey Alfonso en Llantada y el 1072 en Golpejera, lo condujeron a su coronación en León el 12 de enero de 1072 como rey emperador de todo el reino leonés, incluida Galicia; únicamente su hermana Urraca, en Zamora, se negaba a obedecer sus órdenes, por lo que al final del verano de 1072 Sancho, llevando a Rodrigo, puso sitio a la plaza. Durante el asedio Bellido Delfos, a traición, dio muerte a Sancho. Rodrigo acompañó al cuerpo de su rey hasta el monasterio de Oña en Burgos, lugar elegido por el difunto para su sepultura. Con Sancho, Rodrigo perdía al señor que le había criado y distinguido; pero según la Historia Roderici, el Campeador no entró con mal pie junto al nuevo monarca, ya que el rey Alfonso lo recibió con honores. No hay ni una sola mención sobre la Jura de Santa Gadea, posible invención juglaresca. Rodrigo no era un súbdito más del nuevo rey, siendo recibido en el círculo íntimo y reducido de los fideles y vasallos personales de Alfonso VI.
Por entonces era obligación del señor el procurar un buen matrimonio a sus vasallos y Alfonso cumplió, con Rodrigo Díaz, este deber señorial al procurarle el enlace con una dama asturiana, Jimena Díaz, hija de Diego, conde de Asturias y hermana de otros tres condes, y biznieta, del rey leonés Alfonso V, abuelo del rey Alfonso VI, del que era, por lo tanto, sobrina; pertenecía a un linaje de la más alta nobleza del reino. La carta de arras, de 19 de julio de 1074, está conservada en la catedral de Burgos. En ella Rodrigo la otorga a fuero de León la mitad de todos sus bienes: cuatro villas íntegras y parte de otras 39 sitas entre Burgos y Torquemada. Una vez celebrado el enlace Rodrigo acompañará en 1075 al rey Alfonso VI en un viaje por Asturias, donde por delegación del rey actuará como juez en dos pleitos.
Tras tres años en Castilla, el año 1079 surgirá el primer incidente con Alfonso VI; ese año, el rey enviaba dos embajadas a cobrar las parias anuales a los reyes de taifas; una presidida por el Campeador se dirigió a Sevilla, otra por el conde García Ordóñez y otros nobles navarros tuvo como destino Granada. Ambos reyes de taifas estaban en pugna; y el de Granada, aprovechando la presencia de la embajada de Alfonso VI y con su auxilio, penetra en Sevilla, que reclama el auxilio de Rodrigo. Éste envió cartas a los intrusos rogándoles que por respeto al rey desistan, pero ellos confiando en su superioridad no sólo no acceden, sino que se burlaron de ellos y continuaron su avance saqueándolo todo hasta alcanzar el castillo de Cabra. Informado Rodrigo parte de Sevilla y derrota al ejército granadino, apresando al conde García Ordóñez y a los nobles que le acompañaban, a los que tras retenerlos tres días como prisioneros y despojarlos de sus bienes les permitió marchar libres, mientras él regresaba a Sevilla. De este episodio nacería una perdurable enemistad entre Rodrigo y García Ordóñez, quien le acusaría ante el rey de haberse quedado con parte de los regalos del rey de Sevilla.
El año 1081 Alfonso VI había salido en campaña por tierras toledanas. Rodrigo enfermo se quedó en su casa, cuando los musulmanes atacaron por sorpresa Gormaz; enterado Rodrigo, reunió una mesnada para perseguir a los atacantes, penetrando en el reino toledano y regresa trayendo consigo unos 7.000 cautivos. Este episodio es considerado por el rey como una traición destinada a provocar a los musulmanes. El rey irritado decreta el destierro de Rodrigo. La expulsión del reino era la pena usual cuando un vasallo incurría en la “ira del rey”; no llevaba consigo la pérdida de los bienes ni afectaba a los familiares próximos del desterrado. Consultada la Historia Roderici sabemos que marchó a Barcelona a ofrecer sus servicios a los condes de aquella ciudad, los hermanos Ramón II y Berenguer II, atraído por las aspiraciones de aquellos. No habiendo llegado a un acuerdo, se dirigió a Zaragoza, donde reinaba al-Muqtadir, que acogió a Rodrigo con satisfacción, pensando que con ello podría ahorrarse las parias. Pero al poco de llegar a Zaragoza muere al-Muqtadir, dividiendo el reino entres sus dos hijos. La guerra que se desata entre los dos hermanos va a revalorizar los servicios de Rodrigo, que sigue a las órdenes de al-Mu’tamin, mientras Alfagit conseguirá la ayuda del rey de Aragón Sancho I Ramírez y del conde de Barcelona Berenguer Ramón II. El choque entre Rodrigo con los cristianos aliados del rey moro de Lérida se hace inevitable; enfrentadas las huestes de Zaragoza y Lérida, Rodrigo convence a al-Mu’tamin a que curse propuestas de paz y acceda a pagar un censo por el castillo de Almenara, pero los aliados del rey de Lérida con una superioridad numérica aplastante rechazan todas las propuestas. Solo queda el combate en el que la hueste cidiana resulta vencedora poniendo en fuga al ejército de Alfagit y sus aliados catalanes; entre los cautivos se contaba el conde de Barcelona y muchos de sus caballeros, que fueron entregados por Rodrigo a al-Mu’tamin, que a los cinco días los dejó volver libres a su tierra.
La gran victoria de Almenar, el año 1082, pondrá fin a la primera campaña de Rodrigo al servicio del rey moro de Zaragoza, siendo recibido con grandes honores por parte del rey. Ese mismo año el alcaide del castillo de Rueda (Zaragoza), abandonó la obediencia a al-Mu’tamin y ofreció la entrega de la fortaleza a Alfonso VI, que acudió a tomar posesión el 6 de enero de 1083, pero cayeron en una celada, muriendo muchos nobles y caballeros. Al tener noticia Rodrigo, que se encontraba en Tudela, acude en auxilio de su rey, que lo recibe con los brazos abiertos y lo invita a regresar con él a Castilla; iniciado el regreso, el Campeador ciertas reticencias, por lo que decidió no continuar hacia Castilla y regresó a Zaragoza.
En este su segundo período al servicio de al-Mu‘tamin, Rodrigo, por orden de aquel, realizará partiendo desde Monzón una algara de cinco días por tierras de Sancho I Ramírez sin que este monarca llegara a enfrentarse con él; otra campaña de Rodrigo se dirigirá contra las tierras de Morella, sometidas al rey de Denia-Lérida. Gracias a estas campañas se estrechan, aún más, los lazos entre el rey de Aragón y el musulmán de Lérida, hasta tal punto que unidos deciden marchar a tierras de Morella para acabar con el Campeador. Éste no rehúsa la batalla que tuvo lugar el 14 de agosto de 1084 y dio el triunfo a la hueste cidiana, que puso en fuga a ambos monarcas, el recibimiento en Zaragoza fue apoteósico, entrando en la ciudad entre las aclamaciones de la población. El año 1085 fallece el rey al-Mu‘tamin y le sucede su hijo al-Musta‘Ìn II, pero la posición de Rodrigo no sufre ningún cambio.
El 25 de mayo de 1085 Alfonso VI incorporaba a su territorio el reino musulmán de Toledo. Es entonces cuando los reyes de taifas, alarmados ante el avance cristiano, reclaman el socorro de los almorávides africanos; que pasarán el Estrecho y el 23 de octubre de 1086 se enfrentarán con Alfonso VI en Zalaca o Sagrajas (Badajoz), infligiéndole una severa derrota. Rodrigo, recibida la noticia, abandona la taifa de Zaragoza y se presenta en Toledo. Será en el año, 1087, cuando Alfonso VI envíe al Campeador a Valencia para asegurar en el trono de aquella ciudad a al-Qªdir, antiguo rey de Toledo, al que el cristiano había ofrecido Valencia a cambio de Toledo. El Campeador pasa por Zaragoza donde refuerza su mesnada y se le añade el rey al-Musta‘in que también aspiraba a adueñarse de Valencia; la llegada de Rodrigo obliga a retirarse a Berenguer Ramón II que estaba sitiando la ciudad; al-Musta‘in quiere apoderarse de Valencia, pero el Campeador se lo impide alegando que sólo obedece órdenes de su rey Alfonso. al-Qªdir honra a Rodrigo como a su salvador.
El año 1088 Alfonso VI ordenará a Rodrigo que una su mesnada al ejército real que marcha hacia Aledo (Murcia) para levantar el asedio que habían puesto los almorávides, pero la reunión de ambos ejércitos no tuvo lugar por algún mal entendido acerca de las rutas a seguir. Fallo que aprovecharon los enemigos de Rodrigo para culparlo de traición; el monarca declaró reo de este delito al Campeador, confiscando sus bienes y apresando a su mujer e hijos. De nada sirvieron las ofertas de probar su inocencia; y lo único consiguió fue la liberación de doña Jimena y de sus hijos. Declarado traidor, a partir de este momento el Campeador tendrá que sobrevivir en territorio musulmán mediante su espada; tampoco volverá a servir a ningún otro príncipe taifa entre 1081 y 1086, cuando se puso al servicio del rey de Zaragoza. En enero de 1089 ataca por sorpresa el castillo de Polop (Alicante) apoderándose del tesoro del rey de Denia depositado en esa fortaleza; esto le permitirá invernar y reforzar y sostener a su mesnada en su marcha hacia Valencia. En el verano de ese mismo año se instala en la huerta de Valencia donde es agasajado por al-Qªdir y recibido por el rey de Lérida, que se traslada a Sagunto para entrevistarse con él, sin que llegara a un acuerdo. Rápidamente el Cid somete a todos los alcaides de las fortalezas de la zona al pago de una tributación o parias. El gran poder adquirido en Levante alarmó al rey de Lérida, que reclamó la ayuda del conde de Barcelona Berenguer Ramón II, que no podía olvidar la derrota sufrida a manos del Cid cinco años atrás. En la primavera de 1090 Berenguer se puso en camino con un poderoso ejército; Rodrigo buscó refugio en las montañas de Morella, hasta donde le seguirá el conde catalán. Tras cruzarse unas cartas desafiantes, ambos contendientes inician el combate un día de junio de 1090; superados unos primeros momentos difíciles para Rodrigo, que fue derribado del caballo, la lucha acaba con la más estrepitosa derrota de Berenguer II que cayó prisionero de Rodrigo. La libertad del conde y la de Giraldo Alamán fue convenida mediante el pago de un rescate; los demás cautivos tuvieron que pactar cada uno de ellos el precio de su libertad. Poco después los dos enemigos, Rodrigo y Berenguer Ramón, llegan a un acuerdo de paz por el que este pone en manos de aquel las tierras de su protectorado levantino.
El año 1091 la reina Constanza que deseaba reconciliar al rey con el Cid, comunicó a éste, que el monarca proyectaba una operación militar contra Granada, sugiriéndole que se sumara a esa campaña para ganarse así el favor del rey. Rodrigo, deseoso de volver a la gracia del Rey, partió con su mesnada hacia Granada acompañando a la hueste real. La expedición no alcanzó sus objetivos y el resentimiento de Alfonso contra Rodrigo se desató de nuevo; ciertas decisiones del Campeador fueron interpretadas como fanfarronerías, provocando la ira del rey que trató de apresar al Cid, pero este logró escapar, maldiciendo el haber seguido el consejo de la reina y regresando rápidamente a Levante. Debido a la irritación de Alfonso contra el Cid, se decidirá a organizar una coalición para acabar de una vez para siempre con su molesto vasallo. A mediados del verano de 1092 Alfonso VI con todo su ejército se puso en marcha hacia Valencia para atacarla por tierra, al mismo tiempo que 400 naves de Pisa y Génova la aislarían y atacarían por mar. El ataque así planeado fracasó por falta de coordinación y porque el Cid había abandonado la ciudad, dejándola en manos de al-Qªdir y de un visir de su confianza, mientras marchaba hacia Borja. Desde aquí, tras enviar un mensaje al rey proclamando su inocencia y fidelidad, manifestaba que no quería luchar contra su rey, pero que se vengaría en los malos consejeros y enemigos suyos. Cumpliendo su amenaza desencadenó una terrible algara de represalia contra La Rioja, gobernada por su rival y enemigo el conde García Ordóñez, que no osó hacerle frente, asolando y saqueando todas las comarcas desde Alfaro hasta Haro y Nájera. Había llegado para Alfonso la hora de rendirse a la realidad por lo que no lo dudó, y dejando a un lado los pasados conflictos, envió a Rodrigo su perdón, devolviéndole todos sus bienes. Desde entonces nunca más se alteró la concordia entre ambos.
Algunos musulmanes de Valencia, deseosos de acabar con el gobierno de al-Qªdir y el protectorado cidiano, aprovecharon la ausencia de Rodrigo para llamar a los almorávides a los que abrieron las puertas de Valencia el 28 de octubre de 1092, asesinando a al-Qªdir. Esto será el origen del gran duelo de nuestro héroe con estos imbatidos africanos. Habiendo regresado el Cid a Levante en el mes de noviembre, tras reforzar su protectorado en toda la región comenzó a preparar el asedio de la ciudad de Valencia. Año y medio duraron estas operaciones hasta que finalmente el 16 de junio de 1094, tras un terrible cerco, Valencia se rindió sin condiciones. Mientras el Cid asediaba la ciudad, el emir almorávide envió en enero de 1094 contra Rodrigo un gran ejército que llegó hasta Almusafes y que sorprendentemente retrocedió sin atreverse a atacar a la mesnada del Cid, atrapada entre las murallas de Valencia y el ejército almorávide.
Este fracaso dolió enormemente al emir Yñsuf b. TªëufÌn, que pocos meses después enviaba otro segundo ejército contra el Cid, cuando éste era ya dueño de la ciudad; Rodrigo se preparó a resistir tras las murallas; las fuerzas almorávides llegaron hasta el arrabal de Cuarte e iniciaron el asedio entre bravatas y amenazas, pero la mañana del 21 de octubre de 1094, sorprendidas por una salida de los sitiados y por una emboscada tendida durante la noche, al ver perdido su campamento, presas del pánico se dieron a la fuga abandonando un inmenso botín. Todavía insistieron, por tercera vez, los almorávides sobre Valencia, sufriendo un nuevo descalabro: fue en la batalla de Bairén, cinco kilómetros al norte de Gandía, en enero de 1097. En esta ocasión junto al Cid lucharía el infante aragonés, futuro Pedro I, quedando aniquilado el ejército almorávide; pero las alegrías del triunfo se verían amargadas el 15 de agosto, cuando en la derrota cristiana muera el joven Diego Rodríguez, único hijo varón del Cid, luchando al lado de Alfonso VI en los campos de Consuegra (Toledo). Dos años más tarde, el 10 de julio de 10099, estando en el máximo de su poder, cinco días antes de la toma de Jerusalén por los cruzados, moriría de muerte natural don Rodrigo Díaz de Vivar, dejando el señorío de Valencia y su mesnada en manos de doña Jimena. Además del hijo muerto en Consuegra dejó el Cid dos hijas: la mayor, Cristina, casaría con el infante navarro Ramiro Sánchez, y un vástago de este matrimonio sería García Ramírez el Restaurador, rey de Navarra; la otra de nombre María enlazaría con el joven conde de Barcelona Ramón Berenguer III el Grande, y las dos hijas de este último matrimonio, María y Jimena, casarían con el conde de Foix y el conde de Besalú respectivamente.
Tras la muerte del Cid doña Jimena vivió dos años pacíficamente en Valencia, pero el año 1101 de nuevo los almorávides se presentaron ante la ciudad; iniciado el asedio, la mesnada cidiana resistió desde septiembre hasta marzo del año siguiente, en que doña Jimena solicitó el auxilio de Alfonso VI. Llegado este a Valencia fue acogido con la máxima alegría, pero tras analizar la situación juzgó indefendible la plaza y ordenó su evacuación, dejando tras de sí algunos incendios. Con el rey Alfonso abandonaron Valencia doña Jimena, el obispo don Jerónimo y la mesnada cidiana llevando consigo los restos mortales de Rodrigo, que fueron depositados en el Monasterio de San Pedro de Cardeña, junto a Burgos.
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Ramón Martín
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