General Manuel Fernández Silvestre
Manuel
Fernández Silvestre, nació en Caney (Cuba), el 16 de diciembre de 1871. Era hijo
de un militar, ya retirado. Al trasladarse la familia a Madrid, cursó estudios
en el Instituto Cardenal Cisneros, donde obtuvo el grado de bachiller. A
los dieciocho años ingresó en la Academia General Militar, pasando a
continuación a la Academia de Aplicación de Caballería en Valladolid, y
salió de 2.º teniente en 1893. Su primer destino fue en el Regimiento de
Cazadores de María Cristina n.º 27 de Caballería, que estaba de guarnición
en Madrid. En mayo de 1895 se incorporó al Escuadrón Expedicionario de Cuba
del Regimiento Tetuán 17 y en agosto tuvo su bautismo de fuego. En
noviembre ascendió, por antigüedad, a teniente y en febrero, su escuadrón, se
integró en el Regimiento de Caballería Expedicionario del Príncipe n.º 3.
En esa unidad destacó por su valor y su temperamento, participando en treinta y
un combates, amén otras acciones militares. Fue condecorado varias veces, siendo
herido el 2 de diciembre de 1888 en la Sábana de Maíz. Ascendió a capitán por
servicios en campaña y a comandante por los méritos adquiridos el 11 de enero
de 1898 en el combate del Potrero la Caridad, donde cargó en vanguardia con su
escuadrón, recibiendo dos heridas de bala, volvió a cargar y recibió tres
heridas más y varias de machete. Muerto su caballo, pudo salir con vida. En
agosto regresó a la Península; las heridas recibidas le dejaron una severa
incapacidad en el brazo izquierdo.
En diciembre de 1899 casó con Elvira
Duarte y Oteiza, de cuyo matrimonio nacerán dos hijos, Elvira y Manuel.
Con el Ejército en plena
reorganización, estuvo en Zaragoza, Guadalajara y Alcalá de Henares, hasta que,
en 1904, fue destinado a Melilla. Allí se trasladó con su familia para ocupar
el mando del Escuadrón de Cazadores. En enero de 1907 falleció
repentinamente su esposa; no recuperado de la desgracia, se refugió en su profesión
y en el estudio. Fue calificado con sobresaliente en el examen de intérprete
del idioma árabe; casualmente el examinador fue Mohamed Abd el Krim, hijo de
uno de los más influyentes notables de la tribu de los Beni Urriaguel, El
Jatabi. En julio de 1908 fue nombrado jefe superior instructor de la Policía
Xerifiana, por lo que tuvo que marchar a Marruecos y un mes más tarde, en plena
intervención franco-española, se le confió el mando de las fuerzas españolas
desembarcadas en Casablanca; entre esa ciudad, Fez, Marraquech, Tánger, Tetuán,
Larache y Ceuta pasó los años siguientes colaborando y asesorando en la
formación de tabores indígenas.
Fue ascendido a teniente coronel y
recibió, entre otras recompensas, de la presidencia de la República francesa,
la Cruz de la Legión de Honor, además de ser nombrado Gentilhombre de Cámara
con ejercicio de Su Majestad. En 1911, el Acuerdo sobre el Protectorado
estaba casi ultimado y cuando Francia anunció su propósito de llevar tropas a
Fez, debido a la descomposición del imperio marroquí, España recabó libertad de
acción en su zona. En la noche del 8 de junio desembarcaron en Larache unidades
del Primer batallón de Infantería de Marina y posteriormente otras del
Ejército de Tierra. El 19 cumpliendo orden del Ministerio de Estado, marchó a
Larache para tomar el mando de las fuerzas españolas y se entrevistó con el
Raisuni, amigo de España y cabecilla de la zona, con quien congenió. Simultaneando
ese cometido con el de la Policía Xerifiana, en febrero de 1912 ascendió por
méritos a coronel. La expulsión en Arcila del destacamento francés que tendía
una línea telefónica con Tánger provocó una seria tensión diplomática y Canalejas estuvo a punto de cesarle.
En diciembre se desplazó a Madrid para proponer el nombramiento del Raisuni como jalifa del Protectorado: no lo consiguió. Ese fracaso y ciertos roces provocaron la ruptura de relaciones amistosas con el Raisuni. La crisis estalló en enero de 1913, ya que, familiares y sirvientes del cabecilla, que habían sido detenidos por orden de Silvestre, fueron puestos en libertad, ya que el Gobierno revocó lo dispuesto por el entonces coronel; a causa de lo cual dimitió. En Madrid, no dándose por enterados, prepararon una conferencia entre ambos en Tánger, que resultó tumultuosa y sin arreglo. Pese a todo, continuó en su puesto, mientras el Raisuni se trasladaba al Zinat decidido a acaudillar la rebeldía contra España. Establecido oficialmente el Protectorado, en marzo nombraron a Silvestre comandante general de Larache.
A partir de junio el ataque rebelde
fue general en toda la Yebala, y Silvestre, que gozó de gran libertad de
acción, dirigió sus fuerzas con maestría, rechazando y derrotando al enemigo,
operó incesantemente, decidido a no darle descanso, consolidando las
comunicaciones con Tánger, por lo que fue ascendido a general de brigada por
méritos de guerra. La Comandancia general de Larache fue obra suya. La creó a
pesar de la escasez de medios con los que contaba. La amplió demostrando una
excepcional valía militar. En 1914, el territorio ocupado de su zona era de
seis a siete veces más extenso que el de Ceuta.
En 1915, en un momento en que, los
rebeldes se encontraban en claro retroceso, desanimados por las continuas
derrotas, el Gobierno dio la orden de suspender toda operación militar y
establecer conversaciones con el Raisuni. Silvestre protestó, por lo que fue
cesado. También el alto comisario general Marina dimitió. En julio Silvestre fue
nombrado ayudante de campo de su majestad Alfonso XIII, cargo que ocupará durante cuatro
años. Fue ascendido a general de división en 1918; en noviembre, al fallecer el
alto comisario, general Jordana, aspiró a sucederle, pero Romanones quería poner a un civil en ese cargo.
Al no aceptarlo ningún político, el 25 de enero de 1919 nombró a su Ministro de
Defensa, Dámaso Berenguer, compañero de promoción. En julio le
nombraron comandante general de Ceuta y en enero de 1920, propuesto por
Berenguer, de Melilla.
En opinión mayoritaria de los mandos,
era necesario ocupar Xauen en la Yebala y la bahía de Alhucemas en el Rif, si
se quería tener el minio del Protectorado, por lo que Berenguer ideó un plan,
acorde con los escasos medios de que disponía, además de los defectos del
Ejército africano, tras años de inacción. Era necesario primero solucionar el
problema en la Yebala, para luego volcarse en el Rif, que por entonces estaba más
pacífico. Con las fuerzas de Ceuta, Berenguer ocupó Xauen en octubre de 1920,
dispuesto a terminar con el Raisuni a lo largo del año 1921. Mientras,
Silvestre, que se encontraba desde enero en Melilla, aprovechándose de la
libertad de acción que le brindaba Berenguer, decidió movilizar su Comandancia.
Su plan, que recibió el visto bueno del Alto Comisario, se envió al Gobierno, el
cual lo aprobó. El objetivo consistía en aislar a los Beni Urriaguel; para lo
cual ocupó posiciones, como Dar Drius. Los medios no daban para más.
Berenguer, tras el éxito obtenido en
la otra zona, con la ocupación de Xauen, ya metidos en 1921, presentó un nuevo
plan consistente en seguir avanzando hasta llegar al territorio de los Beni
Urriaguel y conquistar Alhucemas. El plan fue aprobado en marzo por el
Gobierno, autorizándole a rebasar el río Amekran, cuya divisoria occidental era
la antesala de la bahía. Con la aprobación confirmada, Silvestre inició los
avances ocupando Sidi Dris, aunque tardó más de un mes en avanzar 25
kilómetros.
En abril se trasladó a Valladolid para
asistir a la entrega del mando del Regimiento de Cazadores Victoria Eugenia,
del que era coronel honorario, a su majestad la reina
Victoria Eugenia.
Allí pudo conversar a solas con el rey. Esa entrevista es la que ha dado pábulo
a que se dé como cierta la promesa de que el día de Santiago estaría en
Alhucemas. Quizás fuera así, dada su posterior conducta —del todo irresponsable
militarmente— a su llegada a Melilla, aunque no existen pruebas documentales.
Comenzó en abril con la ocupación de una
posición en Annual, con lo que el plan se iba realizando paso a paso; quedaba
la divisoria entre los ríos Amekran y Necor, para desde allí organizar las
columnas que tomarían Alhucemas. El 1 de julio ordenó ocupar una posición
inmediata al cabo Quilates; se tomó, pero los rifeños a las pocas horas la
reconquistaron, registrándose la muerte de todos los defensores. Debido a la obsesión
por Alhucemas, ni Silvestre ni Berenguer, que se entrevistaron el día 5,
supieron interpretar el hecho, considerándolo como un simple revés aislado.
Silvestre, obcecado, continuó con el
plan, ordenando la construcción de un fortín situado cerca de Annual,
Igueriben. El 17 de julio los rifeños iniciaron el ataque a dicha posición, que
al día siguiente empezó a ceder. La retirada sobre Annual fue trágica, el día
19, Silvestre se dio cuenta de la gravedad de la situación, pero no supo, pese
a su experiencia, qué medidas adoptar. Aun es más inconcebible, que un
comandante general se situase en Annual (primera línea) junto a su Estado Mayor
al completo.
En los mensajes radiofónicos enviados
a Tetuán y Ceuta el día 21, comunicaba que había ordenado la evacuación, con la
consigna de reunirse en Dar Drius. Envió a su hijo Manolo, que estaba en la
posición, con su coche oficial a Melilla. Silvestre dirigió, personalmente, el
repliegue de las últimas unidades y, aunque le indicaron que se uniera a ellas,
se negó. Un capitán, que fue el último en romper el cerco y también el último
en verle con vida, contó haberle visto, rodeado de su Estado Mayor, mientras
disparaban con sus pistolas al enemigo. A las 04:55 horas del día 22 se recibió
el último telegrama de Silvestre, en el cual anunciaba que intentaría
replegarse sobre Ben-Tieb, si le era posible. Hay dudas sobre si murió en el
combate o se suicidó en su tienda, incluso existe la leyenda de que sobrevivió.
Lo más seguro es que perecía el militar con la carrera más brillante de su
generación. Quien, por una promesa o por intentar emular los éxitos de
Berenguer, o ambas cosas a la vez, no advirtió la realidad. Esto le hizo perder
la vida y, lo que es peor, la de muchos españoles.
En el posterior Expediente
Picasso se calificó de temeraria su actuación y negligente la de
Berenguer.
Fuente: Archivo General Militar de Segovia, y Hoja
de Servicios de Manuel Fernández Silvestre.
Ramón Martín
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