General José Marina Vega

 


José Marina Vega, nació en Figueras (Gerona), el 13 de abril de 1850. Era el hijo menor de un capitán, teniendo que seguir las vicisitudes familiares por motivo de la profesión paterna: de Figueras, con seis años, se trasladaron a Filipinas; a los doce le encontramos en Madrid. Meses antes de cumplir los trece, su padre, varió la fecha de su nacimiento para poder ingresar, a la vez que sus dos hermanos mayores, como cadete en el batallón de Cazadores de Llerena. Desde entonces, el 20 de diciembre de 1848 es la fecha que figura como la de su nacimiento en la documentación militar oficial. Pasados tres años, su padre es ascendido y destinado a Filipinas y el subteniente José Marina Vega consiguió destino en esas islas, obteniendo en 1866 el grado de teniente, pese a un incidente con un alférez al que hirió levemente; por lo que le impusieron seis meses de arresto en un castillo.

Desde entonces, como oficial y jefe pasó por veintiocho destinos en Filipinas, Cuba y Península, y ya de general desempeñó catorce destinos, ostentó cuatro cargos políticos: gobernador civil de Barcelona, subsecretario y dos veces ministro de Guerra y uno político-militar: alto comisario. En su Hoja de Servicios figuran ocho travesías marítimas, lo que le supuso estar embarcado más de un año. En 1872 regresó a la Península pasando en el Norte los cuatro años de Guerra Carlista, donde coincidió, trabando gran amistad con el conde de Serrallo, don Ramón Echagüe. Obtuvo además de diversas condecoraciones, tres ascensos de grado (capitán, comandante y teniente coronel) y dos de empleo (capitán y comandante). Terminada la Guerra Carlista, estuvo seis años en el batallón de Cazadores de Puerto Rico n.º 19 destinado en Madrid. Fue este su destino más largo. En Madrid, conoció y se casó con Concepción Aguirre y Echagüe, hija del subsecretario del Ministerio de Guerra. Tuvieron seis hijos: José, Francisco, Luis, María, Ángeles y Concepción.

Pronto aparecieron las dificultades económicas, siendo la única solución para un militar, las colonias. En 1882 consiguió destino en la isla de Puerto Rico, regresando a la Península para restablecer su salud. Durante un año fue profesor de la Academia General Militar, regresando a la colonia. En 1890 volvió a España, pasando por varios destinos hasta que, tras dieciséis años de comandante, fue ascendido, volviendo a Filipinas para participar en las operaciones contra los tagalos. Durante casi dos años mandó el Regimiento Legazpi, pero al enfermar de paludismo, regresó a la Península. En febrero de 1893 ascendió a coronel y en mayo volvió a Filipinas, siendo nombrado gobernador de Mindanao. Herido en los combates que tuvieron lugar el día 10 de noviembre de 1896, ascendió por méritos de guerra a general. Obtuvo el mando de una brigada, pero tuvo que volver a la Península a causa del paludismo y la herida.

Una vez recuperado, aprovechó la marcha a Cuba del general Blanco, con quien había servido en Filipinas, para ofrecerse a él. En febrero de 1898 estaba en La Habana; al mando de una brigada de operaciones, combatió sin descanso, recibiendo felicitaciones. Pero el desenlace de aquella campaña era imparable y pronto llegó la orden de suspender las hostilidades. El 1 de enero de 1899, en Matanzas, sufrió la humillación de ver arriar la bandera española e izar la norteamericana. Fue uno de los últimos militares en abandonar la isla. Regresó a la Península, y casi sin tiempo para reponerse, el 4 de marzo de ese mismo año, Silvela le nombró gobernador civil de Barcelona. Aunque no deseaba un cargo político, el general Polavieja le convenció. Las campañas del movimiento catalanista y el descontento ante los impuestos creados por Villaverde provocaron disturbios. Marina hizo intervenir a la fuerza pública para restablecer el orden, pero aquello no iba con su temperamento. El 18 de julio cesó.





 

Tras el Desastre del 98, había un clamor general contra la institución militar, motivado por las excesivas recompensas concedidas ante tantos fracasos, pero el prestigio de Marina era tan alto entre los altos mandos, que en 1901 le ascendieron a general de división, por los méritos contraídos en Cuba. En los años siguientes fue gobernador militar de Vizcaya y Valencia, director del Colegio General Militar y, durante unos días, Subsecretario del Ministerio de la Guerra. En septiembre de 1905 le dieron, en Madrid, el mando de una división para instrucción, pero al cabo de un mes fue disuelta, y a los tres días fue nombrado gobernador militar de Melilla. En el desempeño de dicho cargo, pronto iba a ser conocido en todos los rincones de España.

En 1905 Melilla no estaba amenazada militarmente, pero en su entorno la situación era compleja y muy difícil de manejar, ya que los territorios circundantes, considerados por los marroquíes como belab-essiba (país rebelde al Sultán), estaban mandados por el misterioso Roghi (pretendiente), que se había proclamado amigo de los españoles y mantenía una sorda lucha con varias cabilas que no estaban conformes con su liderazgo; por otro lado el Sultán reclamaba su autoridad, exigiendo que no se ayudase al rebelde, para completar el cuadro, estaban los rifeños hostiles a ambos y a España.

Nada más llegar se encontró con el incidente de los franceses establecidos en La Restinga, un pequeño desembarcadero situado en la Mar Chica, a unos 25 kilómetros de Melilla, para traficar con armas. El Gobierno lo solucionó por vía diplomática con Francia. Durante los tres primeros años, Marina gobernó demostrando gran prudencia, no inmiscuyéndose en las luchas entre rifeños y el Roghi. Por entonces creó el germen de las futuras fuerzas indígenas.

El acuerdo hispanofrancés de 1904 repartía Marruecos, y en 1906, la Conferencia de Algeciras, establecía dividir Marruecos en dos Protectorados. En junio de 1907 se acordó con el Roghi explotar las riquezas minerales de Guelaya. Para que la producción minera saliese por Melilla, se comenzó a tender desde el puerto un ferrocarril, y un año después se habían explanado diecisiete kilómetros. Ese mismo año, bajo sus auspicios, se creó policía indígena.

El Sultán había enviado a la zona, una mehal-la para luchar contra los rebeldes de la zona. Pero una vez allí se olvidó de ellos, por lo que se refugiaron en La Restinga, pero pasado el tiempo, hambrientos y desmoralizados, la abandonaron. El 14 de febrero de 1908, Marina, con autorización del Gobierno, situó una guarnición en la factoría sin oposición del pretendiente, ya que no se podía consentir que, desde allí, se traficara con armas. A finales de año la derrota y desaparición del Roghi fueron fundamentales para el posterior desarrollo de los acontecimientos. España no podía haber elegido peor momento para comenzar la penetración civilizadora, ya que los rifeños la veían como una invasión. La agresión a un centinela el 23 de enero de 1909 fue el principio de los incidentes. Al llegar el verano Marina solicitó al Gobierno refuerzos, y el ministro de la Guerra, Arsenio Linares, movilizó a los reservistas.

El proceso es similar a los sucesos que tuvieron lugar entre 1893 y 1894; cada día se acumulaban más moros armados en actitud hostil, y a primeros de julio comenzaron los atentados hasta desembocar en un ataque general. El general, consciente de lo que se avecinaba, una vez informado de la proclamación de guerra santa, pidió permiso para ocupar posiciones en las estribaciones del monte Gurugú, para poder proteger las obras del ferrocarril y los convoyes a La Restinga. El 1 de julio, Maura,  presidente del Consejo de Ministros, le ordenó no ocupar nuevas posiciones sin motivo justificado. Marina insistió en ocupar, por lo menos, el Atalayón, pero el Gobierno, admitiendo la necesidad militar de esa acción, prohibió realizarla.

El 9 de julio numerosos rifeños intentaron tomar la importante posición de Sidi Ahmed el Hach, situada a 9 kilómetros de Melilla. Marina comunicó al ministro, que se trasladaba allí con su Cuartel General, dejando la plaza al mando del general 2.º jefe; el ataque fue rechazado. Ese valiente acto se divulgó rápidamente por España, por lo que recibió felicitaciones, el ascenso a teniente general y un elogioso telegrama personal del rey Alfonso XIII. Posteriormente, algunos historiadores militares españoles y extranjeros han criticado esta acción. Marina la justificó diciendo, que para evitar que los indígenas combatientes del lado español se pasaran al enemigo, nadie mejor que él podía darles ejemplo. El general disponía únicamente de 5.470 hombres por estar las unidades con plantillas reducidas.

El Gobierno en un plazo récord colocó en Melilla más de 30.000 hombres, pero sin la suficiente instrucción y socialmente afectados por la Semana Trágica de Barcelona. Eran carne de cañón, si se les enviaba apresuradamente al combate. La tragedia del Barranco del Lobo, fue una sangrienta llamada de atención. Desde ese momento la instrucción de las tropas pasó a ser tan importante como luchar contra el enemigo. Tras duras luchas los insurrectos empezaron a ser batidos, Nador y el famoso monte Gurugú, además de otras zonas, pasaron a poder español.

Era el momento de explotar el éxito, pero al haberse prometido repatriar pronto a los soldados, Marina recibió orden de establecer conversaciones de paz. En julio de 1910, Melilla fue convertida en Capitanía General y se le otorgó el mando de la misma. En agosto dimitió del cargo por razones de salud, estableciéndose en Madrid rodeado de admiración y simpatía. En noviembre de 1911 le nombraron capitán general de la 1.ª Región Militar (Madrid). En agosto de 1913 y en plena Campaña de la Yebala, al cesar el general Alfau, el Gobierno consideró que Marina era la persona idónea para ocupar los puestos de Alto comisario de España en Marruecos y Comandante en jefe del Ejército de África. Durante su mandato organizó administrativamente el Protectorado y reorganizó las tropas indígenas existentes, Regulares, Policía y Mehala jalifiana.

Su actuación durante la campaña fue excelente, su serenidad y dotes de mando volvieron a manifestarse; además de dar seguridad a las plazas de Ceuta y Tetuán, castigando duramente a los rebeldes, por lo que su actividad prácticamente desapareció a finales de año. Durante 1914 amplió algo el territorio hacia el sur, pero tuvo que parar al recibir orden de repatriar unidades y establecer contactos para intercambiar prisioneros. En 1915, Madrid, ordenó establecer conversaciones con el Raisuni. El general Silvestre, indignado, protestó, por lo que fue cesado en julio, y Marina dimitió. El día 13 de ese mes, le concedieron la Gran Cruz laureada por su actuación en las dos estancias en África. A finales de año volvió a ser nombrado jefe de la 1.ª Región Militar. Su popularidad era enorme. En 1917 pasó a mandar la 4.ª Región (Barcelona). Como en África años antes, sustituyó al general Alfau inculpado de tibieza ante los componentes de la rebelde Junta de Defensa de Barcelona, los arrestó en el castillo de Montjuic, pero el Gobierno de García Prieto capituló, reconociéndoles carácter oficial.

El 18 de octubre fue nombrado ministro de la Guerra del Gabinete de Dato, pero por razones familiares el 3 de noviembre dimitió. El 22 de marzo del año siguiente, de nuevo se hizo cargo del Ministerio, dimitiendo en noviembre. La fecha de pasar a la reserva estaba oficialmente a sólo un mes vista. En la reserva fue nombrado Senador Vitalicio por Real Decreto el 1 de junio de 1919. Falleció en Madrid el 30 de enero de 1926.

 

 

Fuente: Archivo General Militar de Segovia, Hoja de Servicios de José Marina Vega.

Ramón Martín


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