Jheronimus van Aken, el Bosco

 


Nació en 's-Hertogenbosch o Bois-le-Duc, hacia 1450-1460-1516. Era hijo de Antonio van Aken y nieto de Jan van Aken, ambos pintores. Se supone que debió aprender el oficio en el taller de su padre. Por primera vez, aparece vinculado a éste, cuando la cofradía de Nuestra Señora encarga un retablo en 1475 al escultor Adrian van Wesel para una capilla en la colegiata de la ciudad.

     Antes de junio de 1481 casa con Aleyt, quién, disfrutaba de una buena situación económica familiar. En 1486 es admitido en la cofradía, importante y de élite, dedicada a la Virgen María, integrada por miembros en diversas ciudades de los Países Bajos. Aunque nadie conserve ninguna pintura de esta época, suponemos que ya se dedicaba a la misma, puesto que se mencionan misiones y actos en los que partici­pa de forma activa. En esta primera parte de su vida llevaría a cabo obras como La extracción de la piedra de la locura, expuesta en El Prado y Prestidigitador, en el Musée Municipal de Saint-Germain-en-Laye, en las que se manifiesta su personalidad.

    Adquirido un amplio prestigio en el país, comenzaba a firmar sus obras como «Bosch» o «Iheronimus Bosch», apelativo que fue motivado por su creciente fama, como alusión a su residencia. Entonces Felipe el Hermoso le encarga un Juicio Final, posiblemente un tríptico, hoy desaparecido, donde se le llama taxativamente «Jeronimus van Aeken dit Bosch», aunque se ha intentado identificar sin resultado con pinturas conservadas, entre ellas, la más famosa, es la de la Akademie der Bildenden Künste en Viena, en exceso restaurada, sobre todo el ala izquierda, una de sus composiciones más imaginativas y pesimistas, donde el Infierno prima sobre un Paraíso casi inexistente. Por entonces, ya había realizado, obras como los Pecados capitales, en el Museo de El Prado, Las bodas de Caná, en el Boijmans van Beuningen Museum de Róterdam, o la Nave de los locos, en Musée du Louvre de París.

    Se encontraba abierta la cantería de la colegiata de Nuestra Señora, luego catedral, cuyas obras dirigió durante algún tiempo Alart de Hameel, con quien debió de tener una buena amistad, porque después de una ausencia el arquitecto volvió a la ciudad y trabajó como grabador en algunas estampas con modelo proporcionado por el pintor. Quizás ya firmaba sus obras con el sobrenombre de «Bosch»; con anterioridad al contrato con Felipe el Hermoso, los cofrades se refieren a él por su verdadero nombre. Felipe de Guevara afirma que en esta etapa final de su vida apareció un imitador que falsificaba su firma. Muere en 1516, muy considerado por sus cofrades, en una buena situación económica y siendo apreciada su pintura. En esta etapa de madurez realiza los trípticos El carro de heno en El Prado y El jardín de las delicias, también en el Museo de El Prado. Ambos trípticos, el padre Sigüenza, los llama «pintura macarrónica», donde su capacidad creadora y su imaginación son más evidentes. Sin duda, pintó cuadros de altar, al igual que sus contemporáneos, pero muchas de sus pinturas formaron parte de colecciones particulares.

    Si la identificación propuesta es la correcta, El jardín de las delicias estuvo en el palacio que Enrique de Nassau tenía cerca de Bruselas y no en su capilla. En los años finales, se suelen fechar dos obras maestras: los trípticos de La Adoración de los Magos, en el Museo de El Prado y el extraordinario de Las tentaciones de san Antonio, en el Museu Nacional de Arte Antiga de Lisboa, dedicado a un tema que repitió en varias ocasiones. Realiza también cuadros devocionales, muy expresivos, en los que no falta la caricatura y algún detalle de humor cáustico, como la Coronación de espinas con dos ejemplares: uno en El Escorial, Madrid, y, el otro, en la National Gallery de Londres; o algunos con paisajes delicados, San Juan en Patmos, en el Museo Lázaro Galdiano de Madrid.

    Su fama no disminuyó con la muerte, aunque algunos consideraron que estaba loco, surgiendo una cierta «boscomanía». Influyó en Pieter Bruegel el Viejo. Felipe II le tuvo gran aprecio, interpretándolo en clave devota, afirmando que si todos pintaban a los hombres como querían ser, él los pintaba como eran. Por ello la más importante colección de obras suyas se conserva en España, singularmente en el Museo del Prado.

Ramón Martín

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