Manuel de Falla y Matheu

 


Manuel María de los Dolores Clemente Ramón del Sagrado Corazón de Jesús Falla y Matheu, vino al mundo el 23 de noviembre de 1976, en Cádiz. Fue el primogénito del matrimonio compuesto por José María Falla Franco, comerciante de origen valenciano, y de María Jesús Matheu Zabala, hija de una familia adinerada catalana, aunque ambos habían nacido en Cádiz. Tanto Manuel como sus hermanos, recibieron una esmerada educación en casa, al tiempo que doña María Jesús daba a Manuel sus primeras clases de solfeo, ya que era una excelente pianista que, al advertir las dotes de su hijo, no dudó en confiarlo a mejores profesores. Ingresó en el Conservatorio de Madrid, siendo uno de sus maestros Felipe Pedrell, cuya influencia le sería decisiva; él le abrió las puertas al conocimiento de la música autóctona española, que tanta importancia tendría en su producción.

Tras algunas zarzuelas, los años de estudio culminaron con la composición de la ópera La vida breve, acreedora del primer premio de un concurso convocado por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. A pesare de que las bases del concurso estipulaban que el trabajo ganador debía representarse en el Teatro Real de Madrid, Falla tubo de esperar ocho años para poder dar a conocer su partitura, y ello no fue en Madrid sino en Niza. Francia iba a ser la siguiente etapa de su formación: afincado en París desde 1907, conoció a Claude Debussy, Maurice Ravel, Paul Dukas e Isaac Albéniz. Pero la madurez creativa de Falla comenzará con su regreso a España, en el año 1914. Es entonces cuando compone sus obras más célebres: El amor brujo y El sombrero de tres picos.

El estilo de Falla fue evolucionando con estas composiciones desde el nacionalismo folclorista de las primeras partituras, inspiradas en temas andaluces o castellanos, hasta un nacionalismo que buscaba inspiración en la tradición musical del Siglo de Oro español y al que responden la ópera El retablo de maese Pedro, una de sus obras maestras, y el Concierto para clave y cinco instrumentos.



Los últimos veinte años de su vida, los pasó trabajando en la que consideraba sería la obra de su vida: la cantata escénica La Atlántida, sobre un poema del poeta en lengua catalana Jacint Verdaguer. Conocida, de momento, únicamente por unos cuantos amigos, esta cantata escénica era considerada por Falla como su testamento artístico y espiritual, además de un homenaje extremo a los valores de la fe cristiana y de la civilización mediterránea, objeto de su veneración.

El estallido de la guerra civil española lo obligó a buscar refugio en Argentina, donde le sorprendería la muerte la noche del 13 al 14 de noviembre de 1946, en Alta Gracia (Argentina), nueve días antes de su setenta cumpleaños, a causa de un paro cardiorrespiratorio mientras dormía, sin poder culminar La Atlántida, tarea que, según los esbozos dejados por el maestro correspondió a su discípulo Ernesto Halffter.

Ramón Martín

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