Fernando de Rojas

 


    Nacido en La Puebla de Montalbán, hacia 1470, procedía de una familia acomodada de judíos conversos, que fue perseguida por la Inquisición. Estudió derecho en Salamanca, donde cursó tres años, obligatorios, en la Facultad de Artes, donde conoció los clásicos latinos y la filosofía griega. En posesión del título de bachiller en Leyes, comenzó a ejercer como abogado en Talavera, de donde llegó a ser alcalde.

    Parece ser que, escribió un solo libro, pero de una importancia fundamental en la historia de la literatura: La Celestina. La primera edición fue publicada anónimamente en 1499, en Burgos, con el título de Comedia de Calisto y Melibea. Está escrita como una pieza de teatro, en forma dialogada, y dividida en actos; la primera edición tenía dieciséis actos, y las de 1502, tituladas Tragicomedia de Calisto y Melibea, veintiuno. Pese a ser una abra dramática, su extensión la hace casi irrepresentable. En realidad, fue escrita para ser leída en voz alta; se sabe que el manuscrito circuló bastante antes de que el autor lo entregase a los impresores. Se calcula que de 1499 a 1634 se publicaron 109 ediciones en castellano, no sólo en España sino también en otros países de Europa, donde además fue traducida a diversas lenguas.

    En la Carta del autor a un su amigo, que precedió a la obra en la edición de 1500, Rojas declara que, encontró escrito el primer acto y le gustó tanto que decidió completar la obra. El acto I de La Celestina, habría sido escritor por una autor desconocido, aunque Rojas mencionó en la Carta a Juan de Mena y Rodrigo Cota como posibles autores. También aclaró que los argumentos o resúmenes que preceden a cada acto fueron añadidos por los impresores. A lo largo de las sucesivas ediciones del siglo XVI, el libro sufrió innumerables modificaciones, probablemente no debidos a Fernando de Rojas. Desde un primer momento, el público rechazó el título de Comedia (dado por el primer autor). Pronto se obvió el de Tragicomedia y empezó a llamarse Celestina o La Celestina al libro destinado a ser, uno de los más famosos de la literatura universal.




La Celestina

    A pesar de su forma dialogada, La Celestina no es estrictamente una obra teatral, sino que se inscribe en una tradición que arranca del teatro romano de Terencio y que continúa con la comedia elegíaca y la comedia humanística, obras escritas en latín. Pero el género con el que La Celestina guarda mayor similitud es, sin duda, la comedia humanística, creada en Italia en el siglo XIV por Petrarca a quien Rojas conocía. La Celestina es una historia de amor trágica, compuesta "en reprensión de los locos enamorados [...] y en aviso de los engaños de las alcahuetas y malos y lisonjeros sirvientes". Resulta fácil resumir el argumento: el joven Calisto entra en un jardín para recoger a su halcón, se encuentra con Melibea y queda deslumbrado por su belleza. Calisto le declara su amor, pero Melibea le rechaza. El lugar de este primer encuentro, se cree que tiene lugar en un templo, lo que explica las irreverentes hipérboles sacras con que Calisto pondera su amor.


    Calisto regresa a su casa y se abandona a la melancolía causada por el rechazo. Desde el primer momento se advierte el extravío de Calisto, cuya extrema pasión amorosa le lleva a la blasfemia: "Melibea soy y a Melibea adoro y en Melibea creo y a Melibea amo", responde cuando su criado Sempronio le pregunta si es cristiano. Siguiendo el consejo de éste, Calisto decide valerse de los servicios de una vieja alcahueta, llamada Celestina, para obtener el favor de Melibea. Su otro criado, Pármeno, previene a Calisto sobre el oficio y malas artes de Celestina: la reputación de la vieja es tal que su sola presencia es un deshonor para la casa. Pero Calisto ignora su consejo, la recibe en su casa y le cuenta su mal. Celestina acepta el encargo y le promete concertar una cita con Melibea. Ello será, por supuesto, a cambio de dinero, que Celestina acuerda repartir con Sempronio y también con Pármeno, a quien logra poner de su lado.

    Con un pretexto que le proporciona una de sus múltiples actividades, Celestina penetra en casa de Melibea y logra hablarle a solas. Melibea, cuando llega comprender las intenciones de la vieja, se cierra en su orgullo de mujer, indignándose de que haya dudado de su honestidad. Pero Celestina le explica que ha venido a pedirle su amuleto para curar a Calisto, que sufre de un terrible dolor de muelas. Melibea le presta el amuleto y llega a rogar a Celestina que vuelva a verla, para darle una oración contra el mal de su protegido; superado el rechazo inicial al que le obligaba su pundonor, la pasión irá también apoderándose de Melibea.

    Celestina informa de la buena marcha de sus tercerías a Calisto, que, contentísimo, le da nuevos regalos. En la siguiente visita de Celestina a Melibea, la joven ya no puede ocultar su amor por Calisto, y queda concertada una cita nocturna en el huerto de Melibea. Celestina recibe por ello su salario final: una cadena de oro. Los criados Pármeno y Sempronio visitan a Celestina para exigir su parte de los beneficios, conforme a lo pactado. Pero Celestina, cegada por la codicia, se niega. Los criados la matan y, capturados por la justicia, son decapitados.

    Pese al escándalo, Calisto se reúne con Melibea, cuando llegan desde la calle los gritos de su criado Sosia, que pelea con unos rufianes. Al ir Calisto a ayudarle, cae desde el muro a la calle y se mata. Sabedora de su muerte, Melibea se encierra en una torre, desde la que confiesa todo lo ocurrido a su padre, Pleberio. Melibea se suicida arrojándose desde lo alto de la torre. La obra termina con el impresionante lamento de Pleberio, una desconsolada imprecación contra los males del mundo y el poder destructor de las pasiones.

    A pesar de la intención moralizante, la riqueza significativa de la obra parece desbordar este planteamiento. La finalidad moral de la ficción literaria predominó durante toda la Edad Media y seguiría predominando en el Renacimiento. Ello no ha impedido detectar una fuerte carga crítica en la obra: el converso Rojas trazaría un agrio retrato de una sociedad que se dice cristiana pero que en modo alguno actúa como tal: todos los personajes se mueven por el egoísmo, por el propio interés; a unos los ciega la pasión, a otros las lujuria, a otros la codicia, la envida o el odio; y todos persiguen el dinero o el placer. Y no es que solo obren de forma egoísta, en muchos casos, piensan que es así como hay que obrar. Antes de arrojarse desde la torre, Melibea no piensa en que su suicidio supondrá su condenación eterna; en su lugar, lamenta amargamente no haber disfrutado más del placer.

    Otras interpretaciones, ven en La Celestina el retrato de una sociedad en crisis: una sociedad que ha perdido ya los valores del antiguo sistema feudal (el honor y la dignidad en los señores, la lealtad en los vasallos, la moral y el concepto de vida cristianos) sin hallar en su lugar ningún otro valor fuera del individualismo. Los jóvenes amantes, olvidan su honor y su dignidad, prescindiendo de los mayores y de los usos sociales; los criados, convertidos en meros asalariados, sólo persiguen su interés; el inframundo celestinesco atiende a lo inmediato y prescinde igualmente de toda moral. La Celestina sería así el reflejo de un mundo en descomposición.


Fernando de Rojas, muere en Talavera de la Reina, en 1541.

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