Antonio de Gaztañeta e Iturribalzaga

 


    Teniente General de la Real Armada Española. Nació en Motrico en el año 1656. Desde muy joven salió a navegar, ya que embarcó por primera vez en el año de 1672, con su padre que era capitán de la Armada, el cual se preocupó de su formación, profundizando en matemáticas, cosmografía y pilotaje, en los que llegó a sobresalir. Viajó a Veracruz, en un navío mandado por su padre, que falleció en esta ciudad. De regreso a Pasajes, se hizo cargo de marcar la derrota. Embarcado en navíos sueltos o en flotas de galeones, realizó dos viajes a Buenos Aires, cinco a Tierra Firme y cuatro a Nueva España. En el año de 1682 se le concedió el grado de capitán de mar.

Al final del artículo están los enlaces correspondientes a todos los nombres que figuran en negrita.

    En el año de 1684 se enroló en la Armada Real del Océano, en calidad de piloto mayor, para dirigir las derrotas de las fuerzas navales. Su pericia quedó demostrada al salvar a una escuadra española, que viajaba de regreso a España desde Nápoles y que a la altura de Mahón le esperaba otra francesa muy superior, que se les quedó esperando. Por este hecho fue nombrado capitán de mar y guerra de la capitana Real. Prosiguió navegando por el Mediterráneo y por su acierto y experiencia, se le concedieron títulos y honores de almirante de esta escuadra, otorgándosele poco después el grado de almirante Real de la Armada, sin dejar por ello su cargo de piloto mayor, que siguió ejerciendo en la flota al mando del general del Océano don Pedro Fernández de Navarrete, en la expedición que realizó para expulsar a los escoceses del Darién en el año de 1699.

    Dirigió las derrotas de las escuadras españolas, en todas las campañas navales que tuvieron lugar hasta el año de 1701. Una de sus mejores acciones, fue el alistar en menos de nueve días una flota, para transportar a tres mil soldados al reino de Nápoles. Conocedor el rey Felipe V, le encomendó una labor que nada tenía que ver, con los castillos, toldillas y alcázares de los navíos. En el año de 1702 fue nombrado superintendente general de los astilleros de Cantabria, con amplias facultades para la organización de la maestranza y de la contabilidad e intervención de materiales y jornales; aún no siendo su profesión, se puso a trabajar con ahínco, dirigiendo con toda pericia la construcción de un galeón de 74 cañones, que llevaba el nombre de Salvador, así como la de otros buques, tanto si eran por encargo del Gobierno o bien por el Consulado de Sevilla, siendo siempre muy elogiada su labor.



    De especial alabanza fue la construcción de seis galeones de 60 cañones, que iban a ser utilizados en los tornaviajes a Buenos Aires, realizándose ésta en el año de 1713. A tal punto llevó la perfección de los buques que se construían bajo su dirección, que habiendo los holandeses apresado una de aquellas fragatas, ordenando el Almirantazgo que, se construyeran otros semejantes con destino a sus Indias Orientales.

    El día 19 de junio del año de 1718, salió de Barcelona al mando de una flota compuesta por: doce navíos, diecisiete fragatas, siete galeras, dos brulotes, dos bombardas que acompañaban en convoy a doscientos setenta y seis transportes y ciento veintitrés tartanas, que transportaban un ejército de 16.000 hombres y 8.000 caballos, al mando del marqués de Lede, realizando la travesía en doce días, hasta Sicilia y en la que iba de plenipotenciario Patiño; siendo el objeto de tanto despliegue, el evitar que la Cuádruple Alianza se quedará con aquella isla, en nombre del archiduque Carlos; desembarcaron los nuestros sin resistencia, dándoles los habitantes una buena acogida, sólo hubo unos combates con la guarnición Piamontesa de Messina.

    Si todo había ido muy bien en la travesía y en la toma de la isla, el día 11 de agosto de 1718, las cosas se torcieron. A la altura del cabo Passaro, apareció en el horizonte la escuadra británica del almirante Byng, creyendo que venía en misión de mediador, pues en esos momentos no se estaba en guerra con el Reino Unido, no se habían tomado las prevenciones oportunas, Gaztañeta, al percatarse de la hostilidad de los movimientos de la escuadra enemiga, dio órdenes para formar la línea, ayudando con las galeras a los navíos más sotaventados, más ya no daba tiempo, los enemigos cortaron a la retaguardia, que estaba al mando del marqués de Mari y que estaba compuesta por casi la mitad de la fuerza, generalizándose el combate.

    Por la popa del navío capitana el Real San Felipe, aprovechando la noche y siguiendo sus fanales, se le habían aproximado dos navíos británicos de 70 cañones, uno por cada banda, el primero se batió por la aleta de estribor, disparando una andanada a la que respondió el Real San Felipe, dejándolo muy mal parado y con muchas averías, mientras el otro se acercó por babor y realizó la misma acción, contestándole el Real San Felipe, pero éste también recibió muchos proyectiles que le causaron, la rotura de muchos cabos de labor y quedando inútil el palo de mesana.



    Al poco viendo que sus navíos no habían podido con la capitana española, se personó el propio almirante británico con su navío, el del su contralmirante Delaval, de 80 cañones, más otros cuatro de 70, con lo que el navío español se vio de pronto rodeado de siete enemigos; su defensa fue heroica por denodada, el almirante británico por la bocina instaba al general español a su rendición, amenazándole con incendiarlo con un brulote, a lo que respondió avivando el fuego, consiguiendo hundir al brulote que ya se le acercaba y obligando al almirante enemigo a cambiar de lugar en la batalla, pues el fuego de la capitana de España lo estaba colocando en un mal trance; durando todo el día el combate, ya de anochecida una bala de fusil atravesó a Gaztañeta, la pierna izquierda y se le quedó alojada en el tobillo derecho; a su lado caía su capitán de bandera don Pedro Dexpois, también herido. La fragata Volante procuró acercarse al Real San Felipe, logrando atraer el fuego de tres navíos de 70 cañones, estuvo combatiendo por espacio de cuatro horas, hasta que ya deshecha se iba a pique, sólo entonces se rindió.

    El estado del almirante español era crítico, la hemorragia iba debilitándole, se apercibió que dos navíos españoles del jefe de escuadra, Guevara, venían en su ayuda, pero ordenó arriar la bandera, para que ellos no cayeran también en manos del enemigo. De la escuadra, los buques que no quedaron destruidos o fueron apresados, se dispersaron. Todos los navíos españoles combatieron con dos o tres enemigos. Nuestro almirante trató de redimir con su vida, el error de la salida y acreditó en el combate su gran espíritu militar, tesón e inteligencia; fue llevado prisionero a Augusta con el resto de los españoles; como de costumbre, los británicos proclamaron a los cuatro vientos, que habían sido forzados a combatir, por empezar el fuego los españoles. Después de los consabidos intercambios y pagos de rescate, Gaztañeta regresó a España, donde siguió prestando sus servicios en la Real Armada.

    En el año de 1726 salió al mando de una escuadra de Cádiz, cruzó el océano Atlántico y estando a la vista de las costas de Santo Domingo, sufrió un temporal que puso en gran peligro a toda la flota, pero por su experiencia logró campearlo, logrando dejar a tres mil soldados en La Habana, siguió viaje a Cartagena de Indias y a Veracruz. El día 24 de enero del año de 1727 había salido de La Habana con una flota compuesta por dieciocho velas, que el día 5 de marzo, llegó a Cádiz desembarcando la mitad oro y plata de las Indias, la otra mitad llegó a Galicia, habiendo logrado al amparo de la noche el cruzar por el medio de una escuadra británica al mando del almirante Hossier, que permanecía cruzando para cortarles el paso e impedir que el tesoro llegara a España. Por este éxito el Rey quiso recompensarle y lo hizo dándole una pensión de mil ducados, más otra de mil quinientos para su hijo.

    Gaztañeta sustituyo a Patiño y prosiguió con la labor se éste, para intentar conseguir una Amada para el Rey de España. Fue autor de los planos de numerosos buques, redactando un reglamento de levas de marinería. Fue en realidad más un hombre de ciencia que de la milicia, sin dejar por ello de ser un marinero experimentado y de combatir con valor y denuedo cuando la ocasión lo requería. Escribió algunas obras, entre ellas "Norte de la navegación hallado por el cuadrante de reducción", que se imprimió en Sevilla en el año de 1692; "Cuadrante geométrico universal para la conversión esférica a lo plano, aplicando al arte de navegar", en el año de 1693; "Proporciones de las medidas más esenciales para la fábrica de navíos y fragatas de guerra, que puedan montar desde 80 cañones hasta 100, con la explicación de la construcción de la varenga maestra, plano y perfil particular de un navío de 70 cañones, con los largos, gruesos y ancatos de los materiales, escrito de orden del Rey", Madrid, en el año de 1720.

    Fue el primero de los escritores náuticos españoles que trató de la corredera, explicando su construcción y uso. Introdujo muchas mejoras en sistemas anteriores, valido de sus experiencias y sus conocimientos de los adelantos que se efectuaban en Europa, en las ciencias y materias relacionadas con la marina. Falleció en Madrid el día 8 de febrero del año 1728.





ENLACES EN EL TEXTO

Felipe V: rey de España.
Archiduque Carlos de Austria: pretendiente a la corona de España.
Real San Felipe: navío de tres puentes, perteneciente a la Real Armada Española.

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