Pedro Velarde y Santillán



Nacimiento: El 19 de octubre de 1779 en Muriedas (Cantabria)

Fallecimiento: El 2 de mayo de 1808 en Madrid

Padres: Jose Antonio Velarde y Herrera y María Luisa de Santillán y Sainz

 

Biografía

    Nació en el palacio de los Velarde, una ilustre familia originaria de Santillana del Mar fue el mayor de los seis hijos tenidos por el matrimonio se sus padres. Desde muy joven demostró tener un carácter fuerte, era audaz y muy celoso del cumplimiento de su deber. Ingresó como cadete en el Real Colegio de Artillería de Segovia el 16 de octubre de 1793 junto con su hermano Joaquín; dando pruebas de una preclara inteligencia, distinguiéndose entre sus compañeros, lo que, al finalizar sus estudios en la Academia, llegase a ser uno de los oficiales más distinguidos del Cuerpo.

    El 27 de enero de 1798 fue nombrado brigadier de cadetes, ascendiendo el 11 de enero de 1799 a subteniente. Con esta graduación sirvió primero en el 5.º batallón y luego en el 3.º de Artillería. Destinado al Ejército Expedicionario de Portugal en 1800, ascendió por antigüedad a teniente el 12 de julio de 1802, y a capitán el 6 de abril de 1804. Prestó sus servicios en el 4.º y 5.º Regimiento, pasando el 1 de agosto de 1804 como profesor del Real Colegio de Artillería, impartiendo clases de Matemáticas. En este Centro se dedicó también a importantes estudios, dando testimonio de su talento, como cuando la Academia de Ciencias de París remitió la máquina de Grouver, para su examen. Maquina diseñada para medir la velocidad de los proyectiles. Velarde encontró algunos errores que fueron remitidos a la Academia Francesa.

    El 1 de agosto de 1806 fue designado secretario de la Junta Superior Económica del Cuerpo de Artillería, afecta al Estado Mayor y establecida en Madrid, destino que ocupaba el 2 de mayo de 1808. Siempre estuvo atento a todos los asuntos relacionados con la milicia y la política, por lo que, antes de ser notorios los planes franceses respecto de España, se mostró admirador del talento de Napoleón. Pero al descubrir sus planes de conquista con las tropas francesas ocupando las plazas españolas fronterizas, acercándose a Madrid, se indignó, viendo la trama del Emperador.

    Antes de los sucesos de Aranjuez, que provocaron la caída de Manuel Godoy, por entonces director y coronel general de la Artillería Española, fue comisionado por éste, por sus cualidades, para ir al cuartel general de Joachim Murat, gran duque de Berg y lugarteniente del Emperador, junto a otros oficiales. Velarde, al sospechar la traición, se dedicó a sondear las ideas de los jefes franceses.

    A su vuelta a Madrid, Manuel Godoy estaba preso; Carlos IV firmó su abdicación y el príncipe fue exaltado a la sucesión. Poco después llegó Murat a Madrid con un ejército de treinta y seis mil hombres. Todos los esfuerzos de Velarde se encaminaron a organizar la resistencia contra los franceses. Se encargó del plan y de la organización; su destino en la Junta Superior, en la dirección del material de Artillería, proporcionaba a Velarde los datos necesarios a estos planes. Era necesario prepararse para una guerra que creía inevitable. Con este objeto, se entrevistó con el ministro de la Guerra, O’Farril, al que expuso los proyectos en los que estaba ocupado, encaminados en un plan de defensa de la villa. O’Farril, que posteriormente sería ministro de José Bonaparte, no hizo caso, o, si lo hizo, fue para poner trabas a una resistencia que creía inútil, por lo que, el plan de Velarde se volvió en contra de los militares españoles, ya que puso en guardia a las tropas francesas. A pesar de lo cual, Velarde no desmayó, manifestando en todo momento su resolución de oponerse a los franceses, procurando inculcar en sus compañeros sus sentimientos.

    Conocidas las cualidades de Velarde, consideró Murat conveniente atraerlo a su partido, convocándole a varias reuniones. Velarde aceptó en dos ocasiones para evitar cualquier sospecha, eludiendo las propuestas que se le hacían para unirse a Napoleón, y de esta forma conocer las intenciones de Murat, que en su deseo de captar su voluntad, le propuso nombrarle comandante de batallón y ayudante de campo si solicitaba pasar al servicio del Emperador. Todos los esfuerzos realizados para atraerlo a la causa francesa fueron inútiles, no abandonando, en ningún un momento, su plan de defensa.

    Velarde consultó su proyecto con el comisario ordenador del Cuerpo de Artillería Alejandro Silva, el coronel José Navarro Falcón, el capitán Joaquín de Osma, el comisario Andrés Gallego, el coronel Francisco Novella y con Luis Daoiz, que sería su compañero en la defensa del parque de Monteleón. Todos reconocieron las dificultades, pero sobreponiéndose a todo, adoptaron algunas disposiciones, entre ellas que el capitán Daoiz, como jefe del Detall, se encargara de la fabricación de cartuchería para cañón y fusil, con el pretexto de ser necesario completar las dotaciones de cada cuerpo. Al mismo tiempo que dispusieron de algunas piezas para ejercicios, fabricaron metralla y comprobaron el número de fusiles con que se podía contar. Recelosos los franceses por la conducta de los españoles, no dejaron de observar los trabajos de Daoiz, consiguiendo, para poder informarse más fácilmente, establecer una guardia propia en el mismo parque de artillería con el pretexto de custodiar algunos efectos allí depositados. Uno de los oficiales franceses elaboró un informe que motivó la suspensión de las fabricaciones en el parque; pero, los artilleros españoles, trasladaron el taller a una casa particular, donde continuó la fabricación de proyectiles.




    El plan de Velarde, que será conocido como “La Confabulación de los Artilleros” y que culminará con los sucesos del 2 de Mayo, consistía en ponerse de acuerdo con los artilleros, a fin de que el golpe fuese simultáneo, adoptando las medidas necesarias para que se levantasen todas las provincias. Velarde confió en el ministro O’Farril, comunicándole su proyecto, para obtener su cooperación, pero la consecuencia fue, la adopción por los jefes franceses de medidas que fueron puestas en ejecución por el propio ministro. Malográndose así los propósitos de Velarde.

    Tras la llegada de Fernando VII y sus padres a Bayona, Napoleón ordenó que, el resto de la familia se dirigiera a Francia. El pueblo madrileño comenzó a sufrir el mal trato que empezaban a dar los franceses. A esto se unió la apatía demostrada por las autoridades, que cumplían las ordenes de Bayona para que se mantuviese la paz. Lo cual provocó frecuentes enfrentamientos. El 2 de mayo de 1808, cundió la indignación en la guarnición y el pueblo de Madrid, antes los alardes de Murat, encaminados a amedrentar a la población. Como consecuencia, agravado por la partida de los últimos componentes de la Familia Real, el pueblo se levantó en armas, dando lugar a encarnizadas luchas contra las tropas francesas, que culminaron con la defensa del Parque de Artillería de Monteleón.

    Los franceses emprendieron su asalto al Parque porque —según los datos del general Foy —allí estaban almacenadas grandes cantidades de medios. Los capitanes del Real Cuerpo de Artillería Pedro Velarde y Luis Daoiz, junto al teniente Ruiz, soldados, voluntarios y algunas mujeres, se prestaron al transporte de la munición, enfrentándose a las tropas asaltantes. Ese día, Pedro Velarde acudió a su destino en la Secretaría de la Junta Superior Económica, que se encontraba en la calle Ancha de San Bernardo. En el momento de sonar las primeras descargas, se dirigió al coronel de Artillería José Navarro Falcón, a la sazón, comandante de dicha arma en la plaza y vocal de la citada junta, y le dijo: “Es preciso batirnos; es preciso morir; vamos á batirnos con los franceses”. El coronel Navarro le recordó las órdenes del Gobierno; pero era cada vez más fuerte el tiroteo en las calles. Entonces Velarde salió de la oficina y se precipitó hacia la calle, seguido por Manuel Almira, oficial de Cuenta y Razón, y el meritorio de la Junta Superior, Domingo Rojo Martínez. En la calle, se les unió un pelotón de paisanos mandados por Andrés Rovira. Juntos se dirigieron al cercano cuartel de Mejorada, ocupado por el Regimiento de Infantería de Línea de Voluntarios del Estado, situado en la misma calle.

    Allí el coronel de dicho regimiento, Esteban Giráldez Sanz y Merino, marqués de Palacio, dejó fuerzas suficientes para contener a la gente allí agolpada, saliendo, a continuación, hacia el Parque de Artillería junto con el capitán de la 3.ª compañía del 2.° batallón, Rafael Goicoechea, y los tenientes José Ontoria y Jacinto Ruiz de Mendoza, el subteniente Tomás Bruguera, los cadetes Andrés Pacheco, Juan Rojo y Juan Manuel Vázquez, además de treinta y tres fusileros. Todo lo que Velarde logró conseguir del marqués de Palacio. Al alcanzar las puertas del parque, lograron que los franceses que allí se encontraban, entregaran sus armas, quedando prisioneros. A continuación, desplegó la mitad de la fuerza, como reserva, y la otra mitad en las habitaciones que estaban a la derecha de la entrada, cuyas ventanas daban a la calle de San José, hoy de Velarde, para defender desde ellas la puerta. En el parque se encontraba el capitán Daoiz, jefe del Detall, que había recibido la orden de no unirse al pueblo, el cual gritaba pidiendo ser armado, al tiempo que vitoreaba al Rey y a la Artillería. Conferenciaron ambos y, visto que las órdenes recibidas carecían de valor, ya que en la calle los franceses estaban a tiros con los españoles, abrieron las puertas del parque, por las que penetró en masa el pueblo.



    Se distribuyeron las armas que allí se encontraban, tras lo cual tuvieron que volver a cerrar las puertas, ya que los paisanos, una vez armados, volvían a salir para combatir en las calles. En el cuartel, tan sólo había veinte artilleros, que se ocuparon de poner el edificio en estado de defensa. En los almacenes apenas se encontraron diez cartuchos de cañón, por lo que fue preciso prepara nuevos cartuchos, además de preparar las escasas municiones de que se disponía, asentando adecuadamente los cañones disponibles. Tomadas estas disposiciones, se iniciaron los enfrentamientos, mientras el pueblo se batía heroicamente en las calles. Velarde, Daoiz y el teniente Ruiz, se atrincheraron en el recinto para defenderlo de las acometidas de las tropas francesas, y a pesar de las escasas condiciones para resistir, fue defendido hasta caer agotados, ofrendando sus vidas en su defensa.

    Los defensores de Monteleón rechazaron por dos veces los ataques franceses, siendo capaces de desarmar un destacamento, poner en retirada a otro y derrotar al batallón de Westfalia y al primero del 4.º Regimiento provisional, junto con los dos de la brigada del príncipe Salm Isembourg, de la división Musnier. Más el tercer ataque, acometido por la brigada Lefranc, de la división Globet, mandada por el general Lagranje, les causó grandes pérdidas. La lucha fue tremenda y el comportamiento de los defensores heroico. El capitán Pedro Velarde y Santillán murió por el disparo de un oficial de la Guardia Noble Polaca; el capitán Luis Daoiz y Torres, fue literalmente cosido a bayonetazos, y el teniente Jacinto Ruiz Mendoza resultó gravemente herido.

    Mientras el cuerpo moribundo de Daoiz era trasladado a su casa en la calle de la Ternera, el cadáver de Velarde quedaba tendido en el patio despojado de su uniforme. Sus compañeros envolvieron el cadáver en la tela de una tienda de campaña y lo depositaron en el interior del edificio, siendo trasladado a la iglesia de San Martín. Poco antes de anochecer, se presentó en la iglesia un desconocido y dejó un hábito de San Francisco para amortajar el cuerpo de Velarde.

    Al día siguiente, 3 de mayo, a las siete de la tarde, se dio sepultura a los dos capitanes. A Velarde lo enterraron con otros dos cadáveres junto a un pozo de agua dulce que había a los pies de la iglesia de San Martín, en el lugar conocido como el Jardinillo.

    En el ataque al parque se abatieron 900 franceses, siendo el único punto de la capital donde se opuso una resistencia ordenada. El general Foy, reconoció que los capitanes de Artillería Luis Daoiz y Pedro Velarde pasaron a la posteridad como los primeros mártires por la causa de la independencia de su país. Su entrega y valor sirvió de acicate para actos heroicos protagonizados por españoles de toda condición.

    En marzo de 1811, al ser demolida la iglesia de San Martín, los restos de ambos capitanes fueron recogidos y colocados en un espacio cerrado por las ruinas donde regularmente eran trasladados los restos de personas distinguidas. El 2 de mayo de 1811, las Cortes de Cádiz decretaron que en la iglesia mayor de todos los pueblos de la Monarquía se celebrase en lo sucesivo, un aniversario por las víctimas del 2 de mayo de 1808.

    En marzo de 1814, a propuesta del diputado por Asturias, don José Canga Argüelles, se aprobó que los restos de Velarde y Daoiz fueran depositados con honores en un terreno inmediato al Salón del Prado, que tomaría el nombre de Campo de la Lealtad. Un mes después, lo cuerpos fueron trasladados, previa identificación, a la iglesia de San Isidro, donde permanecerían hasta el 1 de mayo de 1814, cuando se hizo formal entrega de las urnas, al director general de Artillería Martín García Loygorri, siendo trasladadas al Parque, rindiéndoles honores fúnebres de capitán general. Seguidamente, se colocaron en unas urnas talladas y doradas y encima la espada, el bastón, gorro y faja de capitán general, siendo expuestos en el Salón de Parada. Siendo posteriormente regresadas a la Iglesia de San Isidro.

    El 2 de mayo de 1840, una vez construido el obelisco de la Lealtad, las cenizas de los capitanes de Artillería, junto al resto de las víctimas de aquel memorable día fueron trasladadas al Prado, depositándose en el sarcófago de piedra, donde hoy permanecen. Una lápida recuerda: “A los mártires de la Independencia Española la Nación agradecida. Concluido por la M.H. Villa de Madrid en el año 1840”.

    Todos los años, el 2 de mayo, los cadetes de la Academia de Artillería se desplazan al Alcázar para, al pie del monumento a los héroes escuchar la lección del día, el elogio a los capitanes Daoiz y Velarde, presentes en lugar de honor en la memoria histórica artillera y de España.

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