Juan Pacheco
Don Juan
Fernández Pacheco y Téllez Girón, primer marqués de Villena, nació el
año 1419 en la villa de Belmonte (Cuenca). Eran sus abuelos de origen portugués:
don Juan Fernández Pacheco, primer señor de Belmonte y doña Inés
Téllez de Meneses; matrimonio que tuvo una hija, María Pacheco,
segunda señora de Belmonte, la cual casaría con don Alfonso Téllez
Girón. Este matrimonio tuvo dos hijos: don Juan Pacheco y don Pedro
Girón; ambos nacieron en el Palacio o Alcázar Viejo de la Villa
de Belmonte, que fue edificado en 1323 por don Juan Manuel, nieto
del rey castellano Fernando
III el Santo.
La
educación de los dos hermanos estuvo a cargo de la madre, la cual les infundió
un carácter de ambición y astucia. Mientras tanto, el padre residía en la Corte
itinerante del rey Juan II de
Castilla y su valido el condestable Álvaro de Luna.
Ambos hermanos, pronto se incorporarían, como pajes, a la Casa del príncipe
de Asturias. Don Álvaro de Luna, ignoraba que el joven Juan
Pacheco, que le sirvió en su casa y que ahora ponía al servicio del futuro rey
castellano, iba a tener una importante proyección política, y que terminaría
por ser uno de los máximos responsables de su ruina y de su trágico final.
En datos
documentales de 1436, Juan aparece como doncel o paje del condestable Álvaro
de Luna, figurando una persona sagaz, discreta; con gran
entendimiento y prudencia; teniendo a su edad seso y autoridad de viejo. Por
todo esto, el joven Juan Pacheco, pronto se ganaría la confianza del príncipe Enrique,
futuro rey de Castilla Enrique
IV. En 1436 se casó con Angelina de Luna, prima de don Álvaro
de Luna y aprovechó la destitución y posterior muerte del condestable.
El ascenso de Juan, en la Corte, continúa, y en 1440, ejerciendo la privanza
del príncipe Enrique,
recibe el privilegio de ser el Camarero Mayor, y, por lo tanto, portar
el cuchillo en la mesa de éste. Un año después ya es miembro del Consejo
Real, participando en la lucha entre monarquía y nobleza en la batalla
de Olmedo. Debido a este y otros muchos servicios, tanto en paz como en
guerra, el rey don Juan,
consciente del valor de don Juan Pacheco, le hizo merced del marquesado de
Villena, el de mayor calidad y riqueza de Castilla, el año 1445.
Fue tal
el poder alcanzado por el marqués que, sus posesiones, se extendían desde
Cuenca hasta cerca de Alicante, pasando por Alarcón, Albacete, Alcalá del Río
Júcar, Alcaraz, Almansa, Belmonte, Castillo de Garci Muñoz, El Bonillo, Hellín,
Chinchilla, Iniesta, Jorquera, Jumilla, La Roda, Requena, Lozusa, Munera, San
Clemente, Sax, Tobarra, Uclés, Utiel, Villanueva de la Fuente, Villarrobledo, Vélez
Blanco, Vélez Rubio, Ves, Yecla, Zafra…. Se calcula que tenía unos 150.000
vasallos, en unos 25.000 kilómetros cuadrados, con una renta anual de 100.000
ducados. Aquel doncel de palacio, procedente de Cuenca, se había convertido, en
una de las figuras más poderosas del siglo XV en Castilla. En 1467, se sumó su
nombramiento como maestre de la Orden
de Santiago. La ambición le llevó a poseer un reino más que un
señorío; teniendo más rentas y estados que ninguno de los otros señores de su
tiempo.
Sus
contemporáneos le describen como, un hombre de mediana estatura, de cuerpo
delgado y bien compuesto, de buenas facciones y buena gracia en el gesto. De trato
afable, elocuente y de fecunda imaginación para la intriga. Disimulado y
astuto, sereno en la adversidad, y perseverante en sus propósitos. Según sus detractores,
era un hombre maléfico, dado a las intrigas y conspiraciones, tanto en los últimos
años de Juan II
como en el tormentoso reinado de Enrique
IV. Aunque sus partidarios, decían que era un hombre de claros
principios de nobleza.
Tenaz y
persuasivo, consigue la nulidad papal de su matrimonio con Angelina de
Luna, alegando infertilidad y se casa, en segundas nupcias, con María
de Portocarrero, sexta señora de Moguer. De cuyo matrimonio
nacerán tres varones y seis hembras que, junto a sus numerosos hijos bastardos,
llegarían a diecinueve, aunque es, muy probable, que tuviera más. Tras fallecer
María de Portocarrero la que había sido su gran compañera, casó
en terceras nupcias con María de Velasco, que trajo al mundo una hija
llamada Mencía Pacheco, que nacería a los pocos meses de morir su padre.
Su primogénito,
don Diego López Pacheco, segundo marqués de Villena, continuará
con los enfrentamientos entre su padre y la reina Isabel,
motivados por la oposición del de Villena al matrimonio con Fernando
de Aragón y su apoyo a la reina Juana
de Trastámara (la Beltraneja) con su matrimonio con el
rey Alfonso
de Portugal. El sábado 4 de octubre de 1474, muere don Juan
Pacheco, en la aldea de Santa Cruz de la Sierra, cerca de Trujillo, a donde se había
trasladado, movido, una vez más, por sus intrigas políticas, consiguiendo así, de
manera póstuma, su última conquista.
Muere con
55 años y su muerte, en plenas negociaciones matrimoniales de Juana
con Alfonso
de Portugal, se convertiría en una cuestión de Estado. Su hijo Diego,
establecería las capitulaciones definitivas ante los Reyes Católicos,
obteniendo, de paso, la concordia con los mismos. Documento que fue firmado el
1 de marzo de 1480 en el castillo de Belmonte. Según el cronista Palencia, Juan
Pacheco muere de la misma enfermedad que había llevado a la tumba a su hermano,
Pedro Girón, un mortal apostema en la garganta que le impedía la
respiración, poniendo término a su vida. Puede que se tratase de un cáncer de
garganta, a consecuencia de la laringitis que arrastró durante muchos años.
Desaparecía
así el hombre que había gobernado Castilla, durante la mayor parte del reinado
de Enrique
IV, participando activamente y haciéndose imprescindible en, prácticamente,
todos los acontecimientos surgidos en el reino desde 1440 hasta ese final de
reinado de Enrique
IV; y que, al amparo de un príncipe débil y generoso, al que siempre
manejó, había logrado ascender a lo más alto de la cúspide social y crear,
asimismo, uno de los mayores y más ricos estados señoriales de su tiempo. Un
hombre que supo adaptarse a su tiempo, teniendo una visión de gobierno, más
cercana a Edad Moderna que a su tiempo real del medievo.
Fue enterrado
en el monasterio de Guadalupe, siendo sus restos trasladados
definitivamente a un magnífico sepulcro de alabastro que mandara construir en
el Monasterio de El Parral en Segovia, en el ábside de la iglesia, donde
también reposan los restos de su esposa María Portocarrero junto a otros
miembros de la familia Pacheco.
Comentarios
Publicar un comentario